AU. Katsuki y Shouto son exnovios. Sí, exnovios que durante la fiesta de año nuevo no pudieron evitar explotar delante de sus amigos y vecinos que llamaron a la policía.
Fueron encarcelados y luego con ayuda de un buen amigo, es que todo se redujo a...
El inicio de la última semana de marzo aterrizó sobre ellos con un lunes sumamente caliente que desde la madrugada siguió aumentando la temperatura hasta que el cobertor fue un estorbo total y Shouto no podía con esa temperatura por lo que la dejó a los pies de la cama solo con una manta delgada cubriendo su cuerpo.
En la otra habitación Katsuki vivía una situación similar solo que él si la echó fuera de la cama directo al suelo, se estiró como el rey de la casa en toda la extensión del colchón ronroneando gustoso al sentir el aire liviano atravesando su balcón ligeramente abierto.
Eran las cuatro de la mañana cuando finalmente conciliaron el sueño, cada uno en su respectivo cuarto donde las sábanas finalmente, luego de tres meses ya no sintieron el peso de enormes cobijas.
A las siete de la mañana los hijos de los vecinos salieron de sus casas con sus uniformes ligeros, completamente a gusto de no cargar grandes abrigos para ir a la escuela, los pájaros cantaban sobre los tejados y nidos en árboles creando un coro celestial que a los mortales como ellos endulzaban la vida.
—Buenos días… —Canturreó Katsuki saltando de su cama cargado de energía con el inicio de la semana, los rayos del sol alimentando su esencia.
Se encaminó a la habitación del heterocromático que, como pocas veces, estaba levantado tendiendo su cama preparando su cobertor para echar a la lavadora, cuando vislumbró al cenizo en el umbral de la puerta le dedicó una sonrisa pequeña con sus orbes achicándose, mejillas coloradas y una expresión afable.
—Buenos días, Katsuki. —Saludó al cenizo con pequeña emoción en su tonalidad cantarina, el de melena dorada rió.
—Buenos días, Shouto. —Devolvió con un gesto de mano que indicó que lo esperaba en la cocina para desayunar juntos, también encaminándose para limpiar su habitación y lavar el propio cobertor que usaba uno café con flores avellanas, el segundo de su colección.
Los rayos del sol atravesaron cada cristal de la puerta corrediza de su balcón, Katsuki se acercó a abrir la puerta completamente, identificando los pasos de Shouto por el pasillo al cuarto de lavado estaba bien que lavara él primero.
Mientras Katsuki se recargaba en el barandal tomando el sol, sus ojos entrecerrándose por la fuerza con la que el rey extendía sus rayos, la calidez le erizó la piel contenta hasta que abrió los orbes acostumbrándose a la luz, al cielo celeste que se expandía hasta el horizonte dando inicio oficial a la primavera.
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