AU. Katsuki y Shouto son exnovios. Sí, exnovios que durante la fiesta de año nuevo no pudieron evitar explotar delante de sus amigos y vecinos que llamaron a la policía.
Fueron encarcelados y luego con ayuda de un buen amigo, es que todo se redujo a...
Ni siquiera el meñique que según él era el dedo más pequeño de su cuerpo, no iba a hacer absolutamente nada por Shouto en lo que les restaba del arresto porque siempre que actuaba amable salía perdiendo y hasta enojado sin razón aparente. Ese bicolor le sacaba canas verdes de lo mucho que lo hacía enojar.
Pese a ello, seguía pensando que era la persona más perfecta del universo, sí con todo y sus defectos como dejar la tapa arriba cuando vienen visitas —ya se lo ha explicado muchas veces, pero él siempre lo olvidaba— o cuando dejaba su tiradero de migajas de pan en la habitación porque caminaba mientras comía, era un total desastre y así lo quería Katsuki.
Pero no quería ceder, no fue él quien inició una discusión por un tema tan absurdo como el de que nombre usaban sus amigos cuando se referían a él. No sabía si fue una escena de celos o era Shouto buscando una excusa para iniciar una pelea que los alejara más de lo que ya estaban.
Sea cual sea la razón lo consiguió, Shouto estaba en el polo norte con Santa Claus y él en el polo sur con los pingüinos.
Debió aceptar esa distancia que se habían impuesto, pero como todo buen exnovio rogón que se sentía, iba en camino cerca del ecuador para preparar un ridículo chocolate de San Valentín para el odioso de Shouto. Y no, no era para pedirle que regresara con él mucho menos para entablar una amistad perenne.
No. Todo el chocolate blanco fundido con ligero vino era para una razón única y sana para ellos; una señal de paz.
Fin a la batalla que había iniciado luego de días pacíficos donde sus soldados pudieron dormir en paz sin temor a ser bombardeados hasta esperando desayunar juntos antes de volver a ser enemigos. Todo bonito con grandes hallazgos en su relación que por un momento de duda se fue al infierno.
No quería pedir perdón por cuidarlo, ni mucho menos por explicaciones de cómo lo llamaban sus compañeros y amigos, pero no podía evitar caer en las provocaciones del cretino de Shouto que se aprovechaba de su estúpido e ingenuo corazón que lo adoraba con fervor.
Era un chocolate de tregua.
No cedería más a ese chico; cuando su chocolate en forma de bandera salió le hizo unos arreglos escribiendo sobre él con un palito de madera una leyenda que seguro Shouto no podría resistirse: ❝Hagamos la paz y no la guerra. ❞
Sí we, era vergonzoso, pero efectivo.
Porque cuando Shouto abrió la puerta de su habitación y vio el chocolate que Katsuki le extendió una sonrisa torcida se le apareció.
—¿Esto qué es? —Preguntó con la risa en la punta de la lengua.
—Un chocolate de tregua. —Aclaró, extendiéndoselo para que lo recibiera— este si te lo tienes que comer porque es para que ya olvidemos lo que nos fastidia.
Shouto se movió dudoso en si aceptarlo o no en una lucha interna entre los altos mandos de su ejército, cedió luego de una votación entre sus generales y lo tomó entre sus manos con una sonrisa temblorosa para fotografía.
—Gracias… creo. —Titubeó con sus iris duales cayendo en Katsuki.
—Solo hagamos las cosas bien, íbamos bien, de hecho. —Observó en un análisis como un médico terapeuta, Shouto le dio la razón.
—Lo siento. —Murmuró, su boca torciéndose en un mohín con su labio inferior sobresaliendo, Katsuki lo miró mordiendo el interior de su mejilla apaciguando las ganas de besarlo que tenía.
—Yo igual, aunque no sé por qué. —Rió levemente, Shouto suspiró resignándose a no tocar ese tema nunca más.
Entró a su habitación para comer su chocolate de tregua, Katsuki regresó a la cocina a comerse el suyo que dejó apartado, un tozo cortado en forma de corazón, el molde que ubicó más rápido entre los demás que tenían.
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