⟳| Día 11 Shouto.

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| Día 11

No quería hacerlo.

Sin embargo, estaba fuertemente arraigado a su sistema, no durmió pensando en ello. Cuando llegó la medianoche y oficialmente era once de enero —uno de los mejores días del año— quiso levantarse para desearle feliz cumpleaños a Shouto. El chico que lo había conquistado hacía tres años como tierra desconocida con solo un choque de miradas en una avenida transitada por ejecutivos frívolos, trajeados y con maletines de cuero.

Shouto fue una visión particular con su mirada inusual que solo un mínimo porcentaje de la población presentaba, su heterocromía le hizo ladear la cabeza pensando que, quizás, los reflejos de la luz le estaban haciendo una mala pasada. Confirmando que no cuando notó que todo en Shouto era extravagante, su cabello dual, heterocromía, belleza etérea; todo un capricho de la creación por presentar a uno de sus hijos más hermosos.

Y él, desde ese momento supo que estaba jodido.

Shouto lo tenía en sus manos. Katsuki quería salir de la cama ir a la que una vez fue su habitación y lanzarse contra él, abrazarlo por encima de las cobijas, besarle todo el rostro con parsimonia depositando pequeños piquitos hasta donde pudiera alcanzar.

Deseaba con locura enfermiza arrastrar sus labios sobre los del contrario dando inicio a una danza sincronizada con la sinhueso del bicolor, quería ambas bocas húmedas al grado en que el contacto les provocara choques eléctricos que le dejaran todos los vellos erizados por el simple tacto. Añoraba escucharlo jadear exigiendo más.

Anhelaba arrastrar su nariz por el cuello de Shouto perdiéndose en el aroma dulzón de él, pegando ambos torsos en un abrazo íntimo donde Todoroki le apretujaba tomándolo por encima de los hombros, rodeando su cuello mientras él dejaba ambas manos sobre su cintura, removiendo sus caderas con una fricción enloquecedora. Y, todo aquello sin ninguna connotación sexual, solo acurrucarse contra el otro, estremecidos de las sensaciones que UNA persona les podía provocar.

Solo eso quería.

No hizo ninguno. Llegó el alba y Katsuki seguía echado en la cama sin pegar el ojo. Un sentimiento de obligación se pegó y esparció en su pecho como la humedad, algo en su sistema le exigía levantarse y preparar un pastel único para su exchico.

Había una idea que estaba en su mente desde el año pasado cuando el tres leches que le hizo al heterocromático lo dejó con ganas de una rebanada más a él y a todos los invitados. Deseaba ser el creador del protagonista de la fiesta que seguramente los amigos de Shouto se encargarían de hacerle ahí mismo.

No había necesidad de preparar un pastel gigantesco digno de una boda real, uno pequeño bastaba —tal vez del tamaño de un pay de manzana— sus amigos ya le traerían un pastel enorme, elegante, caro y atractivo con lo pomposos que eran, es lo que él a su parecer esperaba para Shouto. La clase de regalo que no podría darle él nunca más.

Bocabajo lanzó un grito desesperado, la almohada minimizó el acto de tensión, sus músculos se relajaron al no tener más presión incluso sus pulmones fueron capaces de obtener el oxígeno necesario para sobrevivir había estado conteniendo la respiración. Calmó los demonios que lo acribillaban en su mente, ignoró los señalamientos de su orgullo y pasó de largo a su ego todos diciendo cosas como: ❝Él te botó por alguien más. Se burló de ti. Te quiere lejos. ❞ Hizo oídos sordos aceptando frente a su corazón la dura realidad que le tocaba enfrentar.

Quería hacer el pastel de cumpleaños de Shouto.

Saltó de la cama, poniéndose sus pantuflas con diseño explosivo, ellas haciendo su chirrido particular al caminar hasta la cocina pasando por la barra hasta las estanterías y alacenas buscando los sartenes y batidora que necesitaría. Se colocó los audífonos reproduciendo una lista aleatoria.

Sacó su bol donde hizo la mezcla y comenzó con su crema pastelera, iba a hacer un pastel de crepas, haría las suficientes para que fuera alto, si quedaba de diferentes tamaños las cortaría para que fueran uniformes, la crema lo elevó lo suficiente, decoró con varias frutillas arriba entre fresas, duraznos, frambuesas y mango. Era visualmente lindo y el sabor claro que sería exquisito. Lo metió dentro del congelador para avisar al bicolor del pastel por si quería compartirlo con sus amigos o deshacerse de él. Podía hacer lo que quisiera era un regalo.

Shouto atravesó el pasillo al percibir ruido de la batidora, en su mente cruzó un solo escenario que confirmó apenas llegó a la cocina, encontrando a Katsuki lavando lo que utilizó en la preparación del pastel.

—¿Por qué...?

—No pude evitarlo, es algo que hago por ti. —Respondió a la interrogante de Shouto, no necesitaban más para entenderse.

—No había necesidad de eso este año, no tienes porqué Midoriya traerá uno. —Aclaró, Katsuki talló con fuerza algunas cucharas que usó para probar.

—Sé que lo que te puede dar él es mejor, pero es un regalo puedes hacer con él lo que quieras. —Contestó con la voz tensa-. Si quieres tirarlo, hazlo.

—Bakugou...

—Es en serio no lo aceptes sino quieres, lo hice porque no podía quedarme en cama sabiendo que hoy es tu cumpleaños. —Miró a Shouto con los orbes relucientes en un sentimiento de firmeza que nunca retrocedería. Shouto no supo cómo responderle, se quedó parado mientras Katsuki pasaba por su lado, susurrando—: Felicidades, Shouto.

Cuando la puerta de la habitación de visitas se cerró, finalmente pudo respirar con calma acercándose al refrigerador para observar el pastel de crepas que Katsuki había hecho, era tan bonito, sencillo y exquisito a la vez. No pudo evitar sentir que alguien le golpeaba el estómago un boxeador para ser exactos.

—No hagas cosas así. —Regañó para sí, cerrando la puerta del congelador.

Evidentemente, no compartió ese pastel con sus amigos.

Lo mantuvo en secreto, comió dos rebanadas esa mañana para acabar con otras tres en el transcurso de las horas, incluso en la madrugada, cuidando que Katsuki no lo descubriera. Ese día estaba seguro aumentó como 500 kilos de solo azúcar.

También el sentimiento que asaltó su pecho lo persiguió hasta el final de su cumpleaños.

También el sentimiento que asaltó su pecho lo persiguió hasta el final de su cumpleaños

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11| Shouto.

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