⟳| Día 24 Joder, te quiero.

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| Día 24

Había sido duro con él.

No le gustó en lo más mínimo hablarle a Shouto así con esa tonalidad cortante y frívola, él no era así; al menos no con el bicolor, siempre era atento con el chico que se había robado su corazón tal cual Robin Hood para repartirlo con los pobres —amigos— a los que cada vez les mostraba más afecto, compresión y simpatía. Shouto era la persona que sacaba lo mejor y lo peor de su persona, con él podía ser un terremoto sacudiendo costas y a la vez podía ser el aleteo de una mariposa, suave tranquilo, paciente.

Shouto era el amor de su vida; Camie tenía razón en ello.

Por eso, tratarlo tan borde hizo añicos su corazón. No podía ver a sus ojos desiguales sin sentir un vuelco en el pecho, a veces eran tan expresivos que, sin modular palabras, él sabía lo que quería expresar.

Pese a su firmeza con la que le respondió, Shouto estaba devastado por la forma en la que Katsuki comenzó a marcar límites.

Era mejor así, cada quien por su parte resolviendo las cosas a su modo, teniendo la paciencia de arreglar el conflicto en su mente, el desapego en sus cuerpos y el abandono de sus corazones.

La casa era espaciosa de un solo piso repartido en habitaciones contiguas, sin espacio para hacer más habitaciones que no necesitaban, bastaba con la principal y la de visita para sentirse plenos en su espacio.

Antes, salir y toparse en alguna de las habitaciones terminaba de forma cálida; por ejemplo: en la sala leyendo algún libro era una invitación silenciosa a sentarse a su lado y escuchar la profunda voz del otro narrando una historia, en el cuarto de lavado escuchando música alta eran jugueteos con calcetines en el aire y jabón en el suelo.

La cocina era paz, convivencia al compartir alimentos dados en la boca por el otro, cambiándose en el baño era señal para repartir caricias atentas en donde la epidermis se asomaba, en el patio trasero cuidando del jardín eran ósculos cándidos, en la terraza tomando el sol hablando de su próximo viaje. 

Ahora, encontrarse solo eran incomodidades de no saber cómo abordar una plática con el otro cuando antes nacían de la nada, los silencios eran mortales en su estancia, no se sentían felices como en el pasado.

—No vamos a estar así siempre. —Murmuró Shouto en la sala, abrazando sus rodillas hasta su pecho en el sillón individual, Katsuki le dio la razón cuando llegó a la sala saliendo de su habitación.

—Lo sé, no todo es para siempre. —Hizo referencia a la felicidad que los acompañó antes, Shouto sonrió levemente, recargando su mejilla en el respaldo del sillón.

—No podemos volver atrás, pero sería bueno si pudiéramos ser como antes… —Sinceró dudando al final de la oración, cayendo en cuenta de lo significativo que podían ser sus palabras.

—No podemos ser como antes. —Confrontó, su voz ligeramente temblorosa por la incertidumbre, negó con lentitud regresando sobre sus pasos a su habitación, cómo lo dijo estar en una habitación juntos era exhaustivo—. No nos sentimos como antes.

Entró a su cuarto poniendo fin a la conversación, dejó a Shouto en la sala en completo silencio y oscuridad de la noche que acomodaba a cada persona en su sitio. Él en su cuarto estaba frío, desolado y sin Shouto.   

«Me lo haces tan difícil, amor.» Pensó el cenizo, dejando caer su cuerpo sobre el colchón, descompuesto por las herramientas que usaba Shouto para examinarlo hasta encontrar el núcleo de su ser.

Sus ojos se cerraron con fuerza enterrando la cabeza en la almohada, preparándose para hacer lo que desde el cumpleaños de Shouto no hacía; gritar.

¡Joder, te quiero! —Aulló en la oscuridad de su habitación, abrazando la almohada con tanta fuerza que la deformó.

24| Joder, te quiero

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24| Joder, te quiero.

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