⟳| Día 29 Pequeña calma.

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| Día 29

La llamada de Touya lo inquietó a niveles estratosféricos.

Su hermano asumió que las cosas iban con calma entre Shouto y Katsuki —ya que los bomberos no habían pisado su lecho— por lo que podrían hacer alguna cita con alguien de bienes raíces para hablar de la venta de la casa.

Shouto dentro de la regadera comió jabón al tratar de responderle al pelinegro y a su cantarina voz. Claramente, al su hermano tener una voz ruidosa y él ponerlo en altavoz mientras se bañaba no fue una buena idea.

Katsuki entró a su habitación dejando sobre su buró el desayuno que hizo para el bicolor, escuchó de mala gana la idea del hermano mayor bufando al entrar al baño sin permiso colgándole a Touya en proceso.

—Dile a tu hermano que ya veremos qué hacemos con la casa, que no llame a nadie aún. —Graznó entre dientes—. Nosotros somos adultos, resolvámoslo sin ayuda de niñeras.

Shouto no halló forma de ocultarse tras las puertas de cristal dándole la espalda al cenizo, estaba desnudo con shampoo en los ojos por el sobresalto que le provocó Katsuki al entrar a su baño. El rubio omitió el hecho de que Shouto estaba desnudo, restándole importancia a su culo de dominio público.

Shouto se sintió asaltado por andar en bolas delante del cenizo, aunque ellos se conocían perfectamente, habían recorrido el cuerpo contrario con la punta de sus dígitos en muchas ocasiones de las formas más eróticas posibles en los lugares más improvisados.

—Cuando termines hablemos de la casa. —Murmuró Katsuki desviando su vista a la esquina, al espejo del lavabo, sus mejillas levemente rojizas.

Salió dejándolo con el culo al aire y los pómulos colorados soltando un suspiro de resignación ante la nueva disputa que avenía con la llamada de Touya, lo dicho: Touya solo sabía causar la tercera guerra mundial.

Quince minutos después con las hebras húmedas Shouto vistió su cuerpo con unos jeans desgastados, una playera blanca junto a un suéter claro de color beige todo en un conjunto que lo hacía ver angelical en tonalidades suaves.

Sabía que se venía la conversación aquella igual de incómoda como cuando tus padres te citan en la sala para hablarte de sexo y de cómo debías cuidarte al tener tu primera veztodo en completo silencio por escuchar hablar a tus padres de sexo que trataban como un acto antinatural cuando se escuchaba de el en televisión, internet y en cualquier sitio.

Ese era un tema incómodo de tocar, pero lo hacían para ayudar a sus hijos. Lo que no hacían era prepararte para sobrellevar el divorcio —no tanto así porque no estaban casados— sin embargo, repartirían bienes eso esperaba.

Salió de su cuarto con el corazón en la garganta, los latidos retumbando en sus oídos al llegar a la sala de estar donde Katsuki sereno con dos tazas de té de limón lo esperaba.

—Ya estoy aquí —Informó, Katsuki giró su cabeza por encima de su hombro, empujando el gorro de su sudadera negra con un movimiento de cabeza le invitó a sentarse en su sillón favorito el de forma “L”.

—Creo que hemos estado alargando esta conversación —Katsuki sacudió sus áureos cabellos, despeinándose en un gesto sombrío— de la casa.

—Lo sé… —Murmuró inquieto en su sitio— quiero que sepas que yo no le he dicho a Touya que haga nada, estoy tan sorprendido como tú por su propuesta. —Aclaró, antes de que iniciara cualquier discusión que acabaría con ellos peleando. 

—Imagino, pero me gustaría que no se metiera en esto, al menos no hasta que tomemos una decisión tú y yo. —Katsuki metió sus manos en el bolsillo de su sudadera, sus dedos tamborileando sobre su estómago.

—Entiendo. —Asintió, agarrando la taza de té para beber un sorbo que tranquilizó su angustia— ¿Quieres que vendamos?

—¿Eso quieres tú? —Cuestionó de vuelta el cenizo, Shouto tuvo la intención de negarse, pero se abstuvo. Asintió levemente era mejor terminar con todo de una vez.

—Creo que es lo mejor para ambos, no tener nada que nos lastime, quedarse aquí es dañino. —Aclaró en un gesto decaído, Katsuki le dio la razón en un acuerdo silencioso.

—¿Qué haremos con las cosas, los muebles? —Preguntó.

—Me gustaría conservar el comedor sino te molesta. —Pidió cohibido en su sitio.  

—No me molesta —Respondió dejándole saber que el comedor era suyo— la sala ¿puedo llevármela?

Como era de esperar Katsuki pidió la sala, Shouto se acurrucó en su sillón grabando en su cuerpo la comodidad de éste, esos tres meses serían los últimos en que lo disfrutaría. El bicolor asintió a su pedido despidiéndose de su lugar favorito.

—Las recámaras serán…

—Quisiera conservar la recámara principal —Habló Shouto interrumpiendo a Katsuki que mudo aceptó su petición, quedándose con la de visita. El resto de las cosas serían las que cada uno compró con su efectivo.

—La casa la venderemos al final.

—Así es. —Terminó Shouto, Katsuki llevó su vista al jardín, donde Shouto tuvo su epifanía días previos, sabía lo que iba a decir.

—No creo que sea correcto arrancarlas de aquí. —Murmuró, sus rubíes cayendo de vuelta en Shouto en una expresión suavemente hecha pedazos—. Hay que hacer que florezcan hasta que tengamos que dejarlas.

Los labios de Shouto temblaron levemente.

—Hasta que tengamos que irnos… —Secundó estrechando sus manos por encima de la mesa central de la sala.

Poniendo fin a una batalla sin bajas.

Poniendo fin a una batalla sin bajas

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29| Pequeña calma.

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