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- ¡Mi hija no es ninguna carga! - Becca se sentó molesta dando un solo respingo sobre el diván en el que segundos antes estaba recostada.

Esta era su tercera sesión con el psicólogo, estaba acudiendo dos veces por semana, y aunque las visitas anteriores había hablado bastante, era apenas en esta, en la que su doctor empezaba a confrontarla.

- Rebecca, nadie ha dicho eso..

- Usted lo acaba de insinuar doctor Yan.

- Rebecca - la voz del hombre de cincuenta y tantos es calma y parsimoniosa y busca que su paciente retome el control - has sido tú quien ha asimilado de esa manera mis palabras.

- Cómo más interpretaría aquello de "vives tu vida en función de las necesidades y actividades de tu hija".

- No quiero que te alteres o te molestes, pero es una verdad que no puedes negar - El hombre suspira y mientras se acomoda la montura de sus lentes, se reclina ligeramente hacia Becca - Sin embargo, no es el punto central de lo que sucede - cruza la pierna derecha sobre la izquierda y apoya sobre estas la libreta en la que ha venido escribiendo -  Rebecca, te conozco desde que eras una niña, te trato desde que tienes 14 años, creo que tengo la experiencia y el conocimiento suficiente, para hacerte ver que has venido viviendo tu vida intentando controlar cada aspecto de la misma porque quieres que todo a tu alrededor sea perfecto y eres incapaz de delegar algo por temor a que no se haga lo correcto, es decir a tu manera y a eso se suma tu obsesión por agradar a otros, dejándote de lado la mayor parte del tiempo - Becca tiene la intención de refutar, pero el doctor la conoce y se anticipa - ¿no es acaso esa la principal razón por la que empecé a atenderte años atrás? La excusa de no sentirte conforme con tu cuerpo, era en realidad el miedo que tenías a no poder realizar la rutina que tanto planificaste para presentarte en la escuadra de cheerleaders, no soportabas no poder tener el control sobre tu cuerpo y su desarrollo, intentaste cuantos métodos absurdos encontraste en redes para detener a la naturaleza arriesgando tu salud, esos vendajes con los que te fajabas el pecho te causaron mareos por la falta de circulación de oxígeno y las cosas pudieron ser más graves si no te descubrían, sin embargo cuando lograste entrar en el equipo y te nombraron líder de la escuadra, estuviste apunto de sabotearte a ti misma para no ser punta de pirámide tan sólo porque Corine Becker anhelaba esa posición desde siempre.... - Becca muerde su labio inferior molesta, sabe que lo mencionado por el doctor es cierto y aunque no le agrada sabe que necesita terminar de escucharlo - y que hay del
miedo a decepcionar a tus padres porque a tu temprana edad sabías que no querías seguir sus pasos y encargarte del negocio familiar sino que en cambio querías escoger tu propio camino, estudiando diseño de interiores y lo hiciste, aunque tuvieras que partir tu tiempo entre el estudio y tus turnos en la cafetería para ayudar a tus padres y que tu hermano no se privara de seguir su sueño como atleta profesional. - Becca siente cómo su corazón se oprime - Eso por mencionar unos ejemplos, porque sabes que tengo una enorme lista - ambos toman una bocanada de aire, el psicólogo buscando la mirada de su paciente y ella evadiéndolo a toda costa - Rebecca, parece ser que en cada etapa de tu vida necesitas poner a algo o alguien delante de ti para vivir, ahora ese alguien es tu hija, eres una mujer joven que vive sus días como una madre de cincuenta años, con una rutina basada en los horarios de tu hija, esta y todas nuestras citas están planeadas para que asistas en el tiempo que Amaia está en su taller, impusiste el horario de tal manera que tengas los 15 minutos que son suficientes para dirigirte a su academia y retirarla, pones tu trabajo que entiendo es tu pasión en segundo plano, cuando algún evento de Amaia se interpone.. y puedo entenderlo, tuviste que afrontar la existencia de Amaia tú sola, lejos de tu hogar, de tu familia, mientras cursabas una maestría, pero abandonarte a ti misma de esta manera...

Becca bufa - Se llama ser madre doctor, todas la madres nos ponemos en segundo plano cuando se trata de nuestros hijos, pero no por eso dejamos de vivir la vida.

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