Lo mejor

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—Debes despertar —avisó quitando las sabanas sin previo aviso.

Los ojos de la concubina parecieron querer salirse de sus orbes ante aquel acto, aunque para su suerte ya traía la bata en ella.

—Oh, al fin accedes a ponerte la bata, anoche te rehusabas —comentó haciendo que las mejillas de la muchacha se tiñeran de rojo, Cerem no respondió al comentario pero siguió gritando internamente— ven toma algo de agua.

El hombre le dio la espalda a la castaña para buscarle algo de agua y para su desconcierto al voltear la muchacha miraba efusivamente el lado de la cama en la que había dormido revolviendo las sábanas y almohadas.

—¿Que buscas? —preguntó una vez estuvo cerca de los hombros de la concubina haciendo que esta diera un salto a la cama.

—Y-Yo, usted, yo... Usted ¡YO! —la muchacha parecía estar al borde de un colapso— ¡¿Por que me dio de tomar vino?! —lo culpó tomando por sorpresa al contrario.

—Cerem ¿Que pasa por tu mente? —preguntó sabiendo que la respuesta  lo haría reír.

—¡No quería acabar así...! Ni siquiera lo recuerdo ¡¿Que clase de situación es esta?! Van a cortarme las piernas una vez salga de esta habitación ¡Y todo es su culpa! —la concubina seguía retorciéndose entre las sábanas— al menos me gustaría recordar algo —se quejó totalmente afligida.

—Primero, no hicimos nada de lo que crees, segundo, amarra tu bata —pidió— no puedo concentrarme —la muchacha acomodó su bata sin ánimos— bien... Ahora —Suleiman se había quedado sin palabras— tu... ¿Que crees que pasó anoche?

—Nada —respondió avergonzada.

—¿Nada?

—Nada —reiteró.

Suleiman la miró unos instantes antes de comenzar a reír, la negación en su mirada y la obvia vergüenza lo incitó a seguir molestándola aunque sabía que era cruel de su parte.

—No encontrarás sangre si es lo que buscas —aseguró haciéndola suspirar de alivio— me encargué de cambiarlas mientras dormías —la rigidez en el cuerpo de Cerem lo reír de nuevo— no debes preocuparte, despues de tomar no pasó nada mas —aseguró viendo nuevamente aquella expresión de alivio— aunque si hubiera pasado... No entiendo tu preocupación, al fin y al cabo eres mi concubina.

—Fue un titulo que el Sultán me otorgó solo para cuidar de Mustafá —recordó.

—Pero aún así eres MI concubina, si mañana decidiera pasar la noche contigo sería totalmente normal.

—El Sultan no me mira de esa forma —aseguró tomando el vestido que  se encontraba en las muebles— si me permite, iré a cambiarme.

El hombre aún no lograba entender los repentinos cambios en el actuar de la castaña, había momentos que lo hacía sentir cercano a ella y en otros pensaba que entre ellos había un muro de hielo.

Cerem por su parte se reprochaba a sí misma la cercanía, pues el intento de mantener su corazón lejos del Sultán parecía inútil cada vez que volvía a esa habitación.

Cerem por su parte se reprochaba a sí misma la cercanía, pues el intento de mantener su corazón lejos del Sultán parecía inútil cada vez que volvía a esa habitación

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El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora