Oraciones

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La lluvia torrencial y el sol de verano no fueron suficientes para detener al hombre mas poderoso del Imperio.

Despues de ordenar que llamaran a cada Doctor y medico de Estambul, Suleiman subió a su caballo y sin despedirse de nadie, partió rumbo a Constantinopla esperando llegar para contemplar correctamente el panorama, y negándose por sobre todas las cosas a creer en las palabras de su Visir.

"El príncipe tiene pocas esperanzas, el Doctor nos ha pedido despedirnos, mi Sultán, se lo ruego, por favor venga, al menos dese la oportunidad de decir adiós esta vez"

Suleiman se negaba a pensar en que todos habían perdido la esperanza tan rápidamente, era simplemente inaudito, su hijo  tan solo llevaba un par de semanas enfermo como era siquiera-

—¡Sultana! —tres mujeres sostenían el cuerpo de su esposa todas tratando de que sus rodillas no tocaran el frío suelo, la sangre en su vestido y sus hermosos ojos desbordados en lagrimas fueron un mal presagio, incluso desde lejos— no puede seguir adentro, los doctores dicen que la enfermedad es contagiosa, no puede arriesgarse, no ahora-

—¡Déjenme entrar! —el grito de la mujer pareció desgarrar su garganta, un llanto lleno de angustia acompañó a aquel desesperado intento por zafarse de las mujeres que ahora la retenían— ¡Es mi hijo, debo estar con él! ¡IBRAHIM! —gritó— ¡Ibrahim déjame entrar!

El sonido a su alrededor pareció desvanecerse, solo quedaban los gritos de su mujer; su calma... La mujer que con una simple mirada parecía devolver la paz al mundo entero, esa misma que ahora luchaba y gritaba llena de desespero.

Ni siquiera la tragedia mas espantosa dentro de una guerra era comparable al llanto de su esposa.

—¡Mi Sultana, debe ir a descansar! —el guardia que una vez impuso para proteger a su esposa era quien ahora la arrastraba lejos de la puerta de aquellos aposentos.

—¡Ibrahim...!

El ultimo grito de su esposa antes de desaparecer por los pasillos pareció quedar plasmado en las paredes y el ambiente, también en los rostros de quienes observaron la escena y por supuesto, en el corazón del propio Sultan quien sabía que, aunque pareciera un acto desalmado, el alejar a una madre de su hijo en al menos esta situación, era de hecho un acto de misericordia.

'Señora, madre celestial, ruega por nosotros a tu hijo, implora por un milagro en nuestro nombre...'

Suleiman no se acercó...

La cobardía inundó cada rincón de su cuerpo cuando observó de primera mano la reacción de su esposa al ser arrastrada lejos de la habitación en donde yacía su hijo... Sabía que no sería capaz de darle consuelo, al menos no ahora que su mente estaba plagada de mil y un escenarios... Ninguno esperanzador.

Pero aún con todas las emociones inundándolo, el hombre no cedió a su impulso de correr lejos del lugar pues necesitaba ver a Mustafá, necesitaba ver a que se enfrentaba antes de siquiera brindar una palabra de aliento o consuelo, tenía que ver a su primogénito, tenía que asegurarse de que este aún seguía con vida...

Así que en un acto desesperado miró al cielo y rogó a Allah por fuerzas.

'Señor mira a tu siervo quien hoy ruega por fuerzas'

Con pasos lentos y pesados, el hombre hizo notar su presencia a los guardias que hasta el momento habían estados absortos por la escena anterior. Nadie dijo nada, no hubo reverencia o anuncio que avisara de su presencia, los hombres simplemente abrieron la puerta y lo dejaron entrar...

'Allah mira a tus hijos que  hoy llegan hasta ti rogando por un milagro'

—Mi Señor —los Doctores en la habitación se inclinaron ante él, aún con la sangre de su hijo en sus ropas.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora