-Lo lamento mi Sultan, pero... No hay nada que pueda hacer.
-¡¿Que me estas diciendo?
Hurrem cerró los ojos resignada e impactada ante las palabras que anunciaban la muerte de una de sus mayores enemigas.
-Que Allah reciba a Mahidevran en su reino.
Ibrahim volvió a su habitación cuando la luna llegó a su cúspide. Arrastrando sus pies el hombre llegó hasta su cama y por mas de una hora trató inútilmente de conciliar el sueño, sueño que lo había abandonado como en tantas otras ocasiones.
Estaba bien con eso.
No le importaba quedarse despierto hasta el amanecer, eso le ayudaba a adelantar el trabajo, hacía mas en una noche de lo que podían hacer esos inútiles Pasha en una semana, por eso el Sultán lo apreciaba, porque era util...
Pero eso ya no era suficiente.
Su puesto, su riqueza, su poder y reputación, todo parecía ser inútil; nada de eso le servía a la hora de proteger a su familia. Ya no tenía mucho que perder y por eso se aferraba con tanta fuerza a lo poco que le quedaba, su hermana lo era todo para él y aún así no podía hacer nada por ella.
No quedaba otra cosa que no fuera rezar y eso lo hacía sentir inútil.
"Allah no escucha a los esclavos"
Esa frase tiene la verdad incrustada, como los clavos en las manos del falso profeta. Incluso si ahora era libre, no se sentía así, no tenía a donde ir, no tenía en quien confiar, había perdido a la mujer que amaba, a su familia y si se iba, tal vez también perdería a su hermana.
Era un esclavo; no importaba que el resto dijera que era libre.
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—¿Cómo está Ibrahim? —preguntó Hatice con algo de vergüenza.
—Está mejor que nunca, o eso imagino yo —formuló haciendo una mueca de resignación— siempre que hay noticias sobre Cerem su humor cambia inmediatamente, no importa que tan molesto estuviera, siempre hay una sonrisa en su rostro, es incluso agobiante —se quejó antes de darle un gran bocado a la codorniz frente a ella.
Hatice jugó con sus manos de forma inquieta antes de tocar su estómago, a pesar del paso de los años su amor por el Visir no había disminuido en lo mas mínimo, un total contraste con respecto a los sentimientos que tenía hacía su esposo a quien repudiaba cada día más.
—Pero dejemos ese tema a un lado, cuéntame ¿Como te sientes? —preguntó tomando su mano con una sonrisa— ¿Estás emocionada? —Hürrem mostró la sonrisa mas sincera y alegre que pudo dar— este es tu primer bebé Hatice, sin duda debe ser una gran experiencia.
Hatice no estaba emocionada, tampoco feliz, no sentía la dicha que se suponía debía sentir ahora que sería madre, al contrario, estaba llena de angustia, asco y disgusto, no deseaba a ese bebé, lo repudiaba tanto como a su infiel marido.
—Si... Estoy feliz —mintió poniendo una sonrisa entre sus labios.
—Será un hermoso niño, ya lo verás —le animó.
Hatice se tragó su pena, no había mas lágrimas que pudiera derramar, estaba resignada a vivir al lado de ese hombre, pero a veces, muy dentro de sí deseaba algo diferente... Si tan solo su hijo muriera.