Querida amiga

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―Mi Sultana ―la suave voz de Aysun se abrió paso dentro de los silenciosos aposentos de Cerem― ha llegado una carta de parte de la Sultana Gülfem ―avisó.

―Por favor déjala en mi escritorio, la leeré cuando termine de revisar esto ―la sirvienta asintió.

―Mi señora, lamento ser indiscreta, pero... ¿Usted nos acompañará hoy a comer? ―preguntó ligeramente nerviosa― no ha comido nada desde ayer, sería bueno que almuerce algo.

Cerem levantó la mirada del pergamino y sonrió con una mirada comprensiva, sabía que  su fiel criada no preguntaría nunca por su cuenta, así que no le fue difícil saber de quién provenía el mensaje― Lamento preocuparte querida Aysun ―la muchacha mostró una mirada comprensiva― me uniré a la comida en cuanto termine este mandato, por favor dile a} mi hermano que no esté preocupado.

La joven de rubios cabellos asintió con alegría, antes de llenarse nuevamente de nerviosismo― Una cosa mas mi señora... ―los grandes y redondos ojos marrones de la joven se llenaron de ansiedad― Malkocoglu... ―susurró― ¿Malkocoglu ya dio una respuesta? ―Cerem sonrió llena de gracia, pero para pesar de amabas, la regente solo  negó con la cabeza.

―Te avisaré en cuanto pase ―la sirvienta asintió efusivamente antes de retirarse.

Al encontrarse nuevamente sola en su habitación la Sultana dio un largo suspiro repleto de fatiga; el simple hecho de pensar en comida le revolvía el estómago... O quizás era el hecho de pensar con quien compartiría los alimentos lo que la mantenía tan fatigada.

―No puedes huir toda la vida ―murmuró para sí misma.

Con pensar y cansancio la mujer salió de sus aposentos encontrándose con su fiel guardia quien la seguía por los pasillos desde una distancia prudente.

―¿Has pensado en lo que te dije? ―preguntó sin voltearlo a ver mientras caminaba a paso lento.

Malkocoglu se mantuvo en silencio durante un breve instante antes de contestar con un hilo de duda rodeando su firme tono de voz― Su oferta es tentadora mi Sultana... ―el hombre trago la poca saliva que aun mantenía en su boca― pero a pesar de mis deseos por aceptarla... No quiero obligar a Aysun a atarse a mi en un matrimonio que quizás ella no desee.

―¿Crees que no podrás hacerla feliz? ¿O que ella no es una esposa digna?

―Nada de eso mi señora, Aysun es mas que digna, es perfecta ―la voz del hombre decayó― pero quizás yo no sea igual de digno ―Cerem detuvo sus cortos pasos y miró con duda al hombre tras ella― no quiero arrastrarla a un matrimonio que ella no eligió en primer lugar, incluso si la amo, no soportaría ser yo el culpable de su infelicidad.

―El amor se construye con el tiempo Malkocoglu...

―Con todo respeto mi Sultana ―el hombre inhaló profundamente― ¿Acaso esa frase... Funcionó con usted y nuestro Sultan? ―de haber levantado la mirada, Malkocoglu se habría encontrado con una mirada dolorosamente tranquila en el rostro de su señora.

―¿A eso temes? ―preguntó― ¿Temes que Aysun sea tan infeliz en el matrimonio como yo lo soy? ―lleno de vergüenza el guardia asintió.

Cerem contuvo una carcajada. La calidez que sintió al ver a su intimidante guardia postrarse frente a ella como un perro temeroso ―y muy enamorado― junto al recuerdo del ruego de Aysun por concretar aquel matrimonio entre ambos, subió instantáneamente el ánimo de la regente.

―Te daré una salida justa, esta noche, ve a los jardines traseros junto a Aysun, proponle matrimonio correctamente, y si ella se niega, entonces daré por terminada esta proposición, pero si acepta... Se casaran en invierno ―dictó― ya que las buenas parejas tienen derecho a ver florecer la primavera juntos.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora