Frustración

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La muchacha palideció al notar el tulipán y por un momento trató de convencerse que el ostentoso collar era un regalo para Hürrem o incluso Victoria, pero todo pensamiento que pudo llegar a tener se desvaneció ante simples palabras.

—Hice esto para ti, considéralo mi regalo de cumpleaños atrasado —el hombre sentía como sus entrañas se revolvían al notar que la muchacha no decía nada— ¿Me permites? —preguntó queriendo poner la joya en su cuello.

—Mi Sultán... ¿Acaso ha enloquecido? —preguntó mirándolo directamente.

La expresión atónita y preocupada de la concubina desato una carcajada en Suleiman, aligerando inmediatamente el denso ambiente entre ambos. Cerem sabía perfectamente eel significado del tulipán dentro de la familia Otomana.

—'Empiezo a creer que lo he embrujado' —pensó sin terminar de creer lo que miraba— 'Quizás me he equivocado, tal vez es otro tipo de flor, el cansancio esta jugando en mi contra' 

—Cerem —llamó el hombre con una sonrisa, borrando la expresión de la concubina— es para ti... Permíteme ayudarte, juro que no he enloquecido.

Sin procesarlo del todo, la muchacha hizo a un lado su cabello permitiendo que el hombre pusiera el collar alrededor de su cuello. En nerviosismo comenzó a enrollar su cabello con sus dedos esperando que el contacto fuera cortado por el Sultán.

Suleiman miró por unos segundo a la muchacha sin decir palabra alguna, sabía que estaba nerviosa y eso le divertía de cierta forma, pues incluso con el tiempo que pasaban juntos, eran pocas las veces que ella demostraba sus verdaderas emociones tan libremente.

Despues de lo que se sintieron como horas de silencio, Cerem sintió como el peso del collar caía suavemente sobre su cuello y cuando al fin sintió que el roce de las manos del Sultán había cesado se dio la oportunidad de soltar el aire que retenía.

—Cerem... —la voz se escuchó terriblemente cerca.

Un beso fue dejado suavemente en su nuca sobre aquella cicatriz de otoño, por instinto trató de alejarse, pero las manos de Suleiman ya habían tomado posesión de su cintura.

—'Allah...' —pensó la muchacha buscando la intervención divina de la que tanto renegaba.

El hombre la atrajo hacía él y volvió a besar su cuello, ahora comenzando a bajar lentamente, sus manos seguían tomando firmemente su cintura como grilletes aferrando a un prisionero.

Un escalofrió recorrió la espina dorsal de la muchacha al sentir como aquellos besos comenzaban a llegar hasta sus hombros, sus piernas comenzaban a fallarle ante la extraña pero placentera sensación. El Sultán, buscando mayor comodidad volteó el cuerpo de su concubina dejándolos frente a frente. 

Los imponentes ojos azules del hombre se clavaron en la muchacha frente a él, la obvia confusión en los ojos de Cerem lo hicieron dudar en cuanto mas debía seguir, pero algo en los ojos de la muchacha lo invitaba a  continuar, o quizás era él en su  propio egoísmo buscando una excusa para no detenerse.

Aún en total silencio el hombre siguió con aquellos placenteros besos trazando un camino entre las clavículas de su concubina. Las piernas de Cerem cedieron ante el hombre que sin problemas tomó el control dirigiendo a la muchacha  hasta el lugar de apoyo mas cercano, siendo este el escritorio.

El regente de deshizo del molesto vestido siendo sorpresivamente ayudado por la muchacha, el espacio entre ambos ahora era nulo, aquel ambiente intimo lo invitaba a despojar a su concubina de aquel fino camisón de seda que aún la cubría.

—Majestad... —llamó al notar que el regente comenzaba a recorrer sus piernas.

Sin saber como actuar la muchacha apretó sus muslos cerrándole el paso al hombre y a su vez atrapando la mano del regente entre sus piernas. Suleiman sonrió ante aquella acción utilizando su otra mano para despojar a la muchacha del camisón ahora solo cubría las piernas que aprisionaban su mano.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora