Complicidad pt.3

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Las mujeres siguieron cuchicheando al mismo tiempo en que elegían frutas, Suleiman dejó de prestar atención una vez escuchó sobre él y en cambió se centró en elegir unas buenas fresas y un enorme racimo de uvas.

Una vez hecha la compra el hombre siguió su camino junto a un nervioso Gran Visir quien lo seguía a tan solo unos pasos atrás.

Ibrahim rogó internamente por el bienestar de su hermana y se planteó seriamente su siguiente movimiento una vez ambos estuvieran nuevamente en el palacio de Cerem, por momento el hombre pensó en arrodillarse frente al Sultán y pedir perdón y piedad, en otros pensó en huir junto a Cerem y Mustafá, pero todos y cada uno de sus pensamientos fueron desechados cuando observó cómo el hombre sonreía alegre al ver a su esposa e hijo a lo lejos jugando en el jardín.

—¡Madre, madre, mas alto, mas alto! —Mustafá estaba sentado en la piernas de Cerem, ambos se columpiaban alegremente de un lado a otro.

El columpio estaba rodeado  por sirvientes quienes nerviosos velaban por el bienestar de madre e hijo. Suleiman no pudo evitar reír cuando vio que  un simple arqueo  en la espalda de su esposa fue suficiente como para levantar un grito general entre los vasallos.

—¡Ibrahim! —gritó Mustafá al verlo llegar.

De un momento a otro el niño saltó del columpio aún en movimiento, siendo atrapado oportunamente por un sirviente quien ya estaba mas que acostumbrado a esta clase de situaciones.

—Pequeño Mustafá —llamó Ibrahim cargándolo en sus brazos.

—Sultán, Gran Visir —el tono suave pero agitado de Cerem los llamó con alegría genuina.

La mujer caminaba hacia ellos sacudiendo su vestido y acomodando su característico velo, una sonrisa culpable y unos ojos brillantes adornaron su rostro lleno de emoción.

—Me dijeron que fueron al pueblo ¿Como les fue?  

—Fue grato —contestó Suleiman acariciando el rostro de su mujer— tu gente es amable y caritativa, son un vivo reflejo de ti.

Cerem sonrió y bajó la mirada ante el halago sincero.

—¡Mi Sultana! —llamó Aysun— es hora de arreglarse, por favor volvamos a sus aposentos.

—Por supuesto, Mustafá, querido ven con tu madre —llamó Cerem alejando al niño de los brazos de su hermano.

El cortejo de mujeres salió junto a Cerem dejando solo a los sirvientes masculinos junto al regente y el Visir.

El cortejo de mujeres salió junto a Cerem dejando solo a los sirvientes masculinos junto al regente y el Visir

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—¿Me veo bien?

—Se ve hermosa mi señora, como un angel enviado por Allah.

—Me siento algo incomoda sin el velo...

—Haga el sacrificio por al menos este día, su hermoso cabello es sin duda uno  de sus mejores atributos, esconderlo es un pecado —insistió Fatima.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora