Salvación pt. 1

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—Mi Sultana ¿Como se siente? —preguntó Aysun parándose a unos metros de donde descansaba la castaña.

—Me siento mucho mejor... ¿Como está Mustafá? —preguntó mirando el paisaje estrellado desde su cómoda silla en el balcón.

—Se encuentra estable... —susurró— el llamado del Sultán sigue trayendo a Doctores de todas partes del Imperio, solo es cuestión de tiempo para que alguno logré algún avance —un leve leve suspiro salió de los agrietados labios de la regente— mi señora...

—Oh Aysun... Mi pobre hijo no sobrevivirá ¿Verdad...? —preguntó acongojada.

—Sultana, no se-

—No me he rendido —interrumpió— aún guardo esperanzas, pero algo dentro de mi me dice que debo comenzar a resignarme... Solo en caso de... —la mujer no acabó la frase debido al malestar que esta le causaba, en cambio solo volvió a suspirar.

Por alguna razón que no era capaz de entender, esa mañana su mente había amanecido totalmente despejada, casi como si su conciencia se hubiera tomado un descanso, dando paso a sentimientos llenos de resignación.

Su tristeza no se había mitigado en lo absoluto, pero su mente ya había llegado a un acuerdo con sus emociones, un acuerdo que le impedía seguir llorando... Y eso la estaba ayudando a mejorar, ahora comía con mayor ánimo, incluso dormía mas de dos horas.

Quizás era por el bebé dentro de ella... Quizás Suleiman tenía razón y de forma inconsciente su propio cuerpo estaba comenzando a aceptar la inminente perdida y ahora centraba toda su energía solo en el nuevo bebé.

Aquel pensamiento la hizo sentir terriblemente mal y la orilló a tomar aire en el balcón.

Esa noche, las estrellas brillaban mas que de  costumbre, casi como si quisieran decirle algo... Tal vez deseando consolarla, pero Cerem había aprendido a ignorarlas; con el paso de los años sus deberes en Constantinopla la alejaron de sus raíces, y durante mucho tiempo Cerem vio esto como lo mejor...

Pero ahora... 

—Aysun, ¿Podemos caminar? —preguntó fatigada.

—Señora.... —la sirvienta pareció dudar.

—Pueden acompañarme guardias, una legión entera si es lo que desea el Sultán, pero necesito salir de aquí, siento que me volveré loca... —los enormes ojos grises de la mujer soltaron una súplica silenciosa hacia la menor— por favor... Solo ve y pide permiso, realmente siento que debo salir.

Después de dudarlo un poco la sirvienta asintió y salió rápidamente de la habitación en busca de la aprobación del Sultán, dejando a la mujer aparentemente sola...

—Puedes acercarte Malkocoglu —murmuró la regente sabiendo que su guardia se escondía entre las sombras.

 —No deseo molestarla mi señora...

—No lo haces, siempre es placentero tener tu compañía —el guardia dio un ligero asentimiento antes de comenzar a caminar hasta quedar al costado de la mujer.

Ambos se quedaron en silencio durante un par de minutos.

—¿Puedes ayudarme a levantarme? —pidió suavemente a lo que el guardia asintió.

Ambos caminaron hacia dentro de los aposentos en total silencio. Últimamente la espalda de la Sultana dolía mas de lo habitual, llevándola a pedir ayuda cada vez que se levantaba o se acostaba, eso había hecho que los sirvientes que aún interactuaban con ella se volvieran cada vez mas cautelosos, temiendo siempre dañar a su señora.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora