Convivencia

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La mujer al principio se sintió impresionada por las palabras del hombre, pero el ver la genuina expresión de ofensa en el noble solo la hizo reír con gracia.

Ella estaba acostumbrada a esa vida a tal punto en el que había olvidado cómo había sido su vida en otras culturas, recordaba a los ingleses como gente pomposa, tan pomposos como cualquier otro noble al que llegó a servir, solo que ellos a diferencia de muchos otros se caracterizaban por su burda idea de la fidelidad a un solo matrimonio, algo estúpido ante los ojos de Cerem ya que aún así los nobles mantenían multiples amantes a pesar de que su religión se los prohibía.

 —Lamento mucho mi vocabulario.

—He escuchado cosas peores —dijo aún con la risa filtrándose en sus palabras— don't feel bad for me, I am used to this life that although bitter, is also sweet —comentó tranquila.

La mirada dulce y divertida de la mujer hechizó al hombre por breves instantes, aquellos ojos grises y profundos parecían querer hundirlo y hacerlo incapaz de moverse o hablar. Tal vez la persona frente a él era una bruja, una capaz de embrujarlo sin decir un hechizo, solo con su mirada.

—Bien señor, lo dejaré solo, la comida llegará pronto, yo debo volver a mis labores.

—¿Que hace usted en este palacio? —Cerem se detuvo en su lugar, realmente no esperaba tener alguna conversación extensa con el hombre en vista que de que este seguía desconfiando de los vasallos del palacio, pero que el emisario diera el primer paso para entablar una verdadera conversación la alentó a seguir la corriente.

—Hago muchas cosas mi señor —dijo cantarina— ¿Tiene tiempo?

El hombre hizo un ademán con la manos mostrándose a sí mismo acostado en la cama— todo el tiempo del mundo —aseguró con una sonrisa.

Esa fue la primera de muchas conversaciones que vinieron despues, la siguiente semana el hombre due capaz de salir de su cama y antes de que siquiera pudieran acostumbrarse, el emisario Inglés comenzó ha hacer habitual los largos paseos por los pasillos al lado de los nobles que residían en el palacio.

Arturo estaba atrapado en Constantinopla hasta que el puerto pudiera abrirse, pero despues de la primera semana la idea dejó de ser preocupante o desagradable. La hospitalidad de los nobles Otomanos era acogedora y la compañía era mas que placentera, en especial la compañía de Cerem.

 La hospitalidad de los nobles Otomanos era acogedora y la compañía era mas que placentera, en especial la compañía de Cerem

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—Mustafá, querido, no corras —pidió en vano.

El niño de cinco años saltaba por toda la habitación siendo perseguido por Aysum y Fatima  quien sonreía al ver a su pequeña hija reír a carcajadas con las morisquetas que el príncipe hacía.

—Buenas noches —saludó el Emisario.

—Buenas noches Lord Arturo —saludaron las mujeres en la habitación.

—¡Lord Arturo! 

—Little Mustafá —el hombre sonrió lleno de alegría— que placer verte.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora