Alcohol

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Cuando la luna llegó a su cúspide todos fueron enviados a sus habitaciones, la reunión seguiría en la mañana, de eso estaban seguros pues aún despues de tantas horas de discusión y debate, el día no fue lo suficientemente largo como para resolver todos los problemas.

Cansada y totalmente agobiada por la larga plática caminó en silencio  por los largos pasillos del palacio en compañía del Suleiman quien parecía no querer despegarse de su lado.

—¿Por qué esas mujeres vienen en representación de ese pueblo? —preguntó incapaz de retener su curiosidad— ¿Por qué no las acompaña un hombre?

—Porque los hombres de ese lugar aún son muy jóvenes —respondió.

Cerem notó de inmediato la mirada inquisitiva del regente, así que dio un ultimo suspiro de cansancio antes de comenzar a explicar.

—El pueblo Lasvere es un pueblo escondido entre los valles  al norte de constantinopla, despues de la última guerra del Sultán Osmanli, muchos hombres no volvieron dejando a madres, esposas e hijas sin un sustento o protección, muchas de esas mujeres migraron de sus hogares al no tener comida para sus hijos y nietos hasta llegar a lo que hoy es el pueblo  —explicó— desde entonces, Lasvere es un lugar al que las mujeres escapan cuando sienten que sus hogares ya no le proveen la seguridad necesaria.

—¿Incluso si sus maridos siguen con vida?

—Incluso si sus esposos siguen con vida —afirmó— muchas de esas mujeres fueron vendidas, ultrajadas por algún mal hombre o simplemente desechadas por su familias.

—¿Has considerado reubicarlas en mejores pueblos? Quizás su calidad de vida mejoraría, según lo que entendí en la reunión el pueblo apena sy se mantiene de pie.

—Lo pensé, pero entendí rápidamente que esa no era una buena alternativa, esas mujeres estaban tan asustadas y desesperadas por salir de sus infiernos personales que no les importó dormir en el barro o pasar hambre con tal de ser libres... Eso es algo que admiro profundamente —admitió con cierta tristeza— ellas tuvieron la valentía de correr por su libertad y sus vidas, por eso yo no puedo ser cobarde... Es un insulto pensar que lo mejor es solo dejar morir el lugar por el que tanto se esforzaron.

Suleiman observó como la expresión de su esposa se teñía de tristeza y angustia. Escucharla hablar con tanto cariño  y a la vez tristeza lo hizo sentir desolado y de una forma agria, le recordó que a diferencia de esas mujeres, Cerem jamás podría ser libre de la misma forma.

—¿Has pensado en construir baños? —preguntó tratando de acallar las voces de su mente.

—Lo he considerado, quizás con el presupuesto actual esto pueda realizarse, al menos aquí en nuestra zona, eventualmente iré con los pueblo-

—Subiré el presupuesto —interrumpió— con la reunión de  hoy me he dado cuenta que Constantinopla es una provincia muy grande y que tristemente ha sido abandonada por mucho tiempo, tu liderazgo es ejemplar Cerem, eres  mas que capaz de lidiar con esta provincia a pesar dell corto presupuesto que se te otorga —halagó— entonces como tu Sultán solo me queda agradecerte por cuidar de nuestra gente... Y como tu esposo solo me queda ayudarte con dinero y halagos —expresó sincero besando el dorso de su mano.

Aquellas palabras sacaron a Cerem de su palacio de tranquilidad en donde todo estaba controlado. Sus mejillas se tiñeron de un leve rojo, su corazón latió hasta el punto en donde ella pudo escucharlo con extrema claridad y su mente se negó a prestarles palabras para agradecer.

Después de un breve pero cómodo silencio, Cerem recobró el control de sus sentidos, quitando aquella vergonzosa  expresión de sorpresa y dejando a cambio su perpetua expresión de calma.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora