La muerte llega en partes

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Pronto las recién llegadas se instalaron en sus nuevos aposentos, los cuales habían sido cuidadosamente preparados con finas telas, cómodos cojines y hermosas vistas exteriores, todo con el fin de no dejar nada a desear.

Las primeras horas fueron —como era de esperar— incómodas a causa de la poca convivencia y la obvia rivalidad que dos de las mujeres pretendían construir con Cerem, pero por otro lado, para disgusto de los sirvientes, la Haseki se comportó a la altura de la situación.

—Es un hermoso palacio, el Sultán no se equivocó al dejarte a cargo —halagó una vez estuvieron sentados para cenar.

—Agradezco el cumplido Sultana, pero no ha sido solo mi mano, la Sultana Beyhan ha sido de gran ayuda —la nombrada sonrió tenuemente aceptando con modestia el cumplido.

—Incluso con mi intervención, gran parte de los arreglos han sido obra tuya cuñada —alegó— y no solo has embellecido el palacio sino que el pueblo también, Constantinopla nunca ha estado mas radiante.

—¿Cuñada? —los labios de Hatice apenas se movieron para arrastrar esa palabra.

—Lo es —afirmó— Cerem también es la esposa de nuestro Sultán ¿Entonces no es ella mi cuñada?

—Entonces yo también lo soy —declaró Arzú con suficiencia—  incluso mas si consideramos las circunstancia —soltó con cierta intención de burla.

—¿Circunstancia? —repitió Beyhan casi retándola.

Arzú estuvo unos pocos segundos buscando las palabras para retractarse  pero Cerem intervino.

—Mañana será un bonito día, si no están muy cansadas me encantaría que recorriéramos el pueblo, Constantinopla tiene una belleza única, estoy  segura de que algo llamará su atención.

—Suena encantador —secundó Hurrem— estoy seguro de que a los niños les encantará.

Después de aquella proposición, la mesa se quedó en un silencio total y por el resto de la velada no hubo cruce alguno de palabras.

Luego  de una incómoda cena las mujeres comenzaron a retirarse despidiéndose cortésmente de la anfitriona que, una vez acabada la cena siguió el ejemplo y se retiró a sus aposentos en busca de algo de paz.

—Mi Sultana, ¿Se encuentra- —el sonido de unas horcajadas y el movimiento desesperado de la  castaña por encontrar un lugar en el cual vomitar sin hacer un desastre fue la respuesta a su inconclusa pregunta.

Cerem devolvió cada plato comido durante el día en menos de media hora, el estrés que había cargado durante el día salió  a modo de una masa viscosa que solo acabó en cuanto su garganta escupió la bilis.

Solo los sirvientes de confianza pudieron entrar a la habitación para reparar el desastre de esa noche, un desastre que anteriormente solo ocurría despues de los encuentros con el Sultán.

 —No entiendo porque su Majestad envió a esas mujeres aquí —susurró Amat con disgusto trayendo otro jarrón de agua.

—Es obvio que ellas solo desean venir a molestar —contestó Aygul.

—O peor, vienen solo a ver qué es lo que hacen en el palacio, claro, como sus estúpidos espías no duraron ni la semana... ¡No les quedó de otra! —el resto de la servidumbre asintió.

—Teniendo en cuenta la calaña de esas brujas, no me sorprendería —murmuró Aysum captando la atención de sus compañeros.

—Es cierto, Aysum, tu llegaste aquí con nuestra Sultana, entonces la serviste cuando estuvieron juntas en el palacio.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora