—¿Cómo te sientes Cerem? —preguntó Beyhan viendo a la mujer sentada en el balcón.—Feliz —respondió admirando el paisaje mientras mantenía el bordado entre sus manos— y bastante tranquila... ¿Que hay de ti?
—Tranquila —confesó sincera.
—Deberías perdonarlo, —sugirió notando la expresión ligeramente desacorde de su cuñada— vivir con ese rencor en tu corazón no hará ningún bien, no lo hagas por él, hazlo por ti y tus hijos, si ellos crecen con rencor hacía el Sultán, su vida se hará inmediatamente mas difícil.
—¿Tu lo has perdonado? —Cerem guardó silencio por unos instantes antes de centrar su atención en el bordado en sus manos.
—Lo he hecho —habló sincera— no me sirve de nada guardar rencor en mi corazón —la mujer miró a Mustafá quien dormía a unos metros de ella— Mustafá no necesita verme llorar por cosas que no puedo remediar, tampoco tiene que sentir que estoy molesta por algo que no puedo borrar, guardar rencor significa transmitirlo a mi hijo o en el mejor de los casos, ese rencor se quedará en mi y me hará miserable.
—Supongo que es así... Tu pensamiento a veces es muy simple —comentó con una sonrisa,
—La simpleza a veces es hermosa —Beyhan asintió.
Para ambas la calma había vuelto, si bien el Sultán había sido perdonado, eso no lo indultaba de nada más allá de su cargo de conciencia, ambas esperaban que el hombre no volviera en un largo tiempo. No saber de él, no escuchar su nombre mas de lo necesario, les hacía olvidar por al menos un rato que Suleiman existía y eso les hacía bien.
Con los días una carta de Ibrahim y otra de Suleiman llegó al palacio, ambos avisaban su llegada a Estambul y proclamaban su bienestar. Eso calmó los nervios de la concubinas quien con tranquilidad dejó las cartas sobre su escritorio para seguir con sus deberes.
—Curate querida con amor del mas hermoso~ Y recuerda siempre que tu eres mi bienestar~ —su tarareo fue interrumpido por la llegada de Habbad quien, mas pálido que nube veraniega, entró a la habitación con ojos tan desorbitados como planetas.
—¡Mi Sultana! —Cerem no se molestó en corregir el titulo, ya se había rendido, incluso el Sultán en su estadía jamás lo corrigió— ¡¿Ha leído la nueva orden del Sultán?!
—Si yo estoy tan tranquila y tú estás tan acelerado, supongo que la respuesta en no —respondió dejando sus cartas de lado.
—Tenga, lea con cuidado por favor —las manos del Pasha temblaban impacientes.
Cerem tuvo de inmediato un mall presentimiento. ¿Acaso Suleiman había ordenado su retorno a Estambul? ¿Otra guerra quizás? Su estómago se revolvió cuando la respuesta se halló frente a sus ojos.
—¿Que...? —fue lo único que alcanzó a decir.
El frío se incrustó en su columna y se negó a alejarse, su cabeza comenzó a doler. Al principio no lo creyó, pensó que era una mala broma por parte del Pasha, pero ver la expresión ansiosa y confundida del hombre le hizo saber que él estaba igual o quizás mas impresionado que ella.
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El Sultan - Mi Leon
Hayran Kurgu-Lo lamento mi Sultan, pero... No hay nada que pueda hacer. -¡¿Que me estas diciendo? Hurrem cerró los ojos resignada e impactada ante las palabras que anunciaban la muerte de una de sus mayores enemigas. -Que Allah reciba a Mahidevran en su reino.