Contratiempos

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Cerem se congeló por breves instantes al ver al hombre con aquella tensa expresión de enojo. Ibrahim no miraba en su dirección así que no había mirada que pudiera confirmar su bienestar, en cambio solo encontraba miradas nerviosas por parte de los sirvientes que acompañaban al regente.

—Mi Sultana —la voz de Malkocoglu la sacó de su trance.

Cuando menos lo esperó Suleiman estaba a solo pasos de ella, pasmado en su sitio de la misma forma en la que ella lo estaba. Como pudo mostró una sonrisa nerviosa y se inclinó para saludar.

—Sultán Suleiman —aquellas suaves palabras se deslizaron en sus labios maquillando totalmente el miedo que comenzaba a crecer dentro de ella.

—Cerem  —la voz del hombre expresaba alegría, incluso alivio, cuando la Sultana levantó la cabeza de encontró con la mirada cálida del hombre que ahora se acercaba a ella— ¿Como has estado? ¿Como está tu salud? —antes de responder la mujer quiso besar el dorso de la mano del regente, como lo marcaba el protocolo, pero este no se lo permitió, desviando la palma de su mano hasta la mejilla de su esposa— te extrañé —confesó sincero.

Las miradas de ambos nobles se enlazaron por breves instantes, Suleiman pudo ver la preocupación que  Cerem tanto se esforzaba por guardar, y esperaba poder ayudarla con cualquier cosa que la agobiara.

—Sultán... —la mujer parpadeó repetidamente antes de recobrar la compostura y dar un paso atrás— bienvenido al palacio ¿Que lo trae por aquí?

Aquella cortante pregunta bajó los ánimos del hombre quien recobrando su semblante de seriedad explicó el porqué de su inesperada visita— Una carta por parte del Rey Enrique IV ha llegado a mi con el mensaje de que uno de sus nobles ha quedado atrapado en Constantinopla.

—Por supuesto, Lord Arturo —respondió ella tranquila.

—Lo que no logro entender es porque esta situación ha llegado a mi a causa de un Rey extranjero y no por una carta de los regentes de esta provincia —Suleiman trató de escucharse lo mas calmado y sereno posible, lo que menos deseaba era dar a entender que desconfiaba de su mujer.

—¿No ha llegado a usted?—preguntó perpleja.

—No, nada sobre esto ha llegado a mi —respondió ahora confundido por la reacción de su esposa.

—Habbad Pasha envió una carta explicando la situación hace unas semanas —ambos guardaron silencio— cuando... Los caminos se cerraron un mercader de Estambul quedó varado en nuestro puerto, cuando las lluvias comenzaron a césar él decidió emprender camino a Estambul y le pedimos llevar una carta para usted —explicó.

Suleiman vio como el rostro de su esposa se contorsionó mostrando una mueca llena de preocupación.

—Malcokoglu, llama a los escribas, necesito enviar una carta a los jefes cuanto antes.

—Si mi señora.

—Aysun, busca a los guardias que asigne a las restauraciones y control de los pueblos, trae a Bayezid frente a mi, sabes cómo guiarlo.

—Si mi señora.

En menos de tres minutos todo el palacio comenzó a movilizarse bajo las órdenes de la Sultana quien seguía manteniendo aquella mirada preocupada.

—¿Que tienes en mente Cerem? —preguntó el Sultán.

—Enviaré a un grupo de hombres a revisar los caminos que traen a Constantinopla, si ese hombre no llegó a Estambul corremos el riesgo de que muchos otros tampoco hayan llegado a sus destinos, tenemos que hacer un recuento de daños y rehacer el presupuesto para tomar en cuenta esta posible desgracia.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora