Constantinopla

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El palacio era cómodo, los sirvientes eran amables y su habitación era enorme, perfecta para ella y Mustafá, sin embargo no se sentía  satisfecha en lo absoluto.

—El pueblo se está aglomerando en las entradas del palacio, creen que aquí está el Sultán.

—Llamen a los guardias, iremos a quitarlos por las buenas o por las malas.

—No lo creo necesario Kadir Pasha —intervino la concubina.

—Con todo respeto señorita Cerem, este no es un asunto de mujeres, soy la voz del Sultán en esta provincia y ellos están haciendo un disturbio, no permitiré- —una espada se alzó en contra del funcionario.

—Yo soy quien no va a permitir una falta de respeto en contra de la señorita Cerem.

—Bali Bey, no es necesario —el joven muchacho era quizás demasiado entusiasta en su trabajo, pero a la muchacha  le aliviaba tener la certeza de que ella y Mustafá no estaban desprotegidos— Pasha... La tormenta ha sido demasiado para todos, estoy segura de que usted está  cansada, permítame ayudarlo. enviaré a algunas sirvientas a atenderlo —a base de palabras dulces el hombre cedió a la petición de Cerem quien sin perder el tiempo salió a las rejas del palacio.

—¿Que  ocurre aquí? —preguntó calmada a pesar de ver a los guardias luchar por contener a la gente.

—¡¿Quien es usted?!

—¡¿Es una princesa del palacio?! —los gritos volvieron a intensificarse y ahora el objetivo era la concubina.

—Mi nombre es Cerem Hatun, soy solo una cuidadora proveniente del palacio de su Majestad, pero me gustaría saber que ocurre para saber en que puedo ayudar.

—¡¿Quiere ayudar en algo?! ¡DIGALE A ESE MALDITO DE KADIR PASHA QUE DEVUELVA NUESTROS IMPUESTOS! —gritó un señor entre la multitud.

—¡Si, ese hombre es un charlatán!

—¡Devuelva nuestro dinero, morimos de hambre!

—¡Esto es culpa del Sultán, por meter a gente tan inútil en el poder!

—Ya escuché suficiente —dijo segura— guardias, les ruego dejen de pelear contra el pueblo, si tienen buenas razones estoy segura del que el Pasha los escuchará —razonó— ¿Alguno puede acompañarme?  —la multitud comenzó a apaciguarse al notar que la muchacha estaba dispuesta a dialogar.

No tenían gran fe en el poder de una mujer que no pertenecía al Imperio, pero la desesperación y el hambre eran tantas que no perdían nada en el intento. Sin embargo, Kadir estuvo reacio a escuchar y se mostró ofendido antes las acusaciones de los pueblerinos a quienes terminó echando del palacio.

—Doruk... Necesito enviarle algo al Sultán ¿Podrías permitirlo? —el sirviente que se había encargado de poner al corriente al Pasha le entregó un pergamino a la concubina— se lo agradezco.

Seis meses pasaron desde aquella carta y ahora frente a la concubina había un nuevo Pasha encargado de la provincia de Constantinopla.

—Me alegra conocerla al fin, escuché mucho sobre usted durante la campaña.

—El placer es todo mío Habbab Pasha —el hombre era un joven y fiel funcionario que recién regresaba de una campaña, era un hombre diestro en la guerra, pero su personalidad era amigable y entusiasta, propia de alguien joven.

—Ella es mi esposa, Adalet —presentó a la joven que no era mayor que la concubina, una mujer de piel tersa, ojos verdes y cabello rubio, le sonreía con entusiasmo y transparencia.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora