Deberes

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Habbad Pasha se retiró poco despues de que el nuevo presupuesto fuera entregado, la habitación quedó habitada por la Sultana, su fiel guardia y los dos hombres de Estambul. Las lluvias habían cesado  hace ya un tiempo, pero la regente seguía lidiando con los mil y un problemas que había dejado aquella tormenta.

—Malkocoglu...

—Ya he pedido a los guardias que revisen al príncipe, nuestro querido príncipe está durmiendo junto a la Sultana Beyhan y sus primos.

—Gracias, Aysun ¿Podrías-?

—He pedido algo de comer para usted mi Sultana, no se apure, yo y Malkocoglu comeremos en un rato.

—Bien —Suleiman e Ibrahim intercambiaron miradas llenas de curiosidad, los sirvientes parecían conocer a la  mujer como a la palma de su mano y  ambos eran tan diligentes que incluso dejaban en vergüenza a los regentes de otras provincias— deberían ir a dormir, la noche ha llegado y ustedes siguen aquí.

—Yo estoy cómodo —contestó Ibrahim— no te he visto en mucho tiempo querida hermana, entiendo que nos quieras echar, pero al menos ten la amabilidad de dejarnos ver tu rostro un poco mas.

—Siempre tan elocuente —se mofó la mujer sin sacar la mirada de sus escritos.

El lugar se quedó en silencio un poco mas antes de que la mujer  se levantara de su escritorio dando un largo suspiro cansino.

—Aysun, pide que envíen la comida a mis aposentos, iré a descansar —los sirvientes se inclinaron y asintieron ante la orden— por favor acompáñenme —pidió la mujer al par de hombre.

Sin decir nada Ibrahim y Suleiman siguieron a la mujer por los largos pasillos ante la discreta mirada de los sirvientes. Fuera de todo protocolo, Han Cerem Sultán caminaba al frente  del Gran Visir del Imperio y el propio Sultán, como si estos fueran seguidores y no lideres.

—Por favor tomen asiento —una vez estuvieron en los aposentos de la mujer una jarrada de agua y otra  de vino fueron dejadas en una pequeña mesa— ¿Que desean tomar?

—Le pediré a una sirvienta que me sirva —se apresuró a decir Suleiman, pero la mirada inexpresiva de Cerem lo hizo callar.

Su esposa trataba de ser hospitalaria a pesar de su obvio cansancio, era mejor no llevarle la contraria.

—Querida hermana... —Ibrahim quien conocía mejor a Cerem supo leer las señales del ambiente— creo que comeré en mis aposentos, de repente el cansancio ha llegado a mi —sin recibir mas que un asentimiento el hombre salió del lugar a paso apresurado.

Cerem estaba molesta, eso era obvio para él y si bien no se sentía cómodo dejando a  su hermana con el Sultán, dentro de sí aún había razonamiento suficiente como para recordar su lugar y recordar el lugar de Cerem.

El Gran Visir no podía simplemente interferir en los problemas del Sultán y su esposa, así que correr era una opción muy viable.

El Gran Visir no podía simplemente interferir en los problemas del Sultán y su esposa, así que correr era una opción muy viable

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El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora