Charlas

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La fría noche perdió sentido bajo los gruesos muros del palacio, en los aposentos de la Sultana, bajo la aguda mirada de los guardias que custodiaban las puertas, tres mujeres yacían en el mullido sillón que antes había sido usado por el primer hijo del Imperio.

Cerem, con su habitual postura gentil, observó en silencio a la que había sido su familia durante algunos años, sin saber bien qué mas decir, la regente había contado una parte de su historia, solo las buenas partes, guardando para sí misma todas las penas que tuvo que vivir antes de llegar hasta donde estaba.

—Mi Señora —la sirvienta se inclinó aun con la bandeja de plata entre sus manos— he traído el desayuno.

—Muchas gracias Fatima, por favor déjalo aquí.

¿Comes tan temprano habitualmente? —preguntó la menor con ligera confusión— ¿Acaso ahora no eres una noble?

Lo soy, Arya —aseguró— pero aun con mi nuevo título, llevo conmigo ciertas costumbres que quizás nunca me abandonen.

Y una de esas costumbres que te abandonó es mirar al cielo —recriminó, antes de tomar un pedazo de pan.

—Arya, por favor —la mayor de las mujeres trató de recoger la lengua de su hija menor, quien no se esforzaba por tragar los reclamos que vomitaba desde su garganta.

Madre, por favor déjala —pidió la regente— y si, Arya, ya no mantengo la costumbre de leer las estrellas, temo que tengo muchas otras cosas que leer que suelen ser mas importantes.

No seas condescendiente conmigo, mujer, ¡Yo también soy letrada! —exclamó  dejando su plato a un lado— incluso si rigieras toda una region, nada sería pretexto suficiente para justificar tu desapego a la cultura que te acogió ¡A la familia que te crió! 

Eres injusta conmigo Arya —Cerem, ligeramente dolida por los reclamos de su hermana, acunó su vientre entre las palmas frías de sus manos, deseando inconscientemente, que la criatura en sus entrañas no escuchara los reclamos, tal como lo decían sus creencias— no es como si yo hubiese tenido opción.

¿Como puedes  decir eso? ¡Eres una Reina! No existe mujer en estas tierras que tenga mas opciones que tu.

No soy una Reina, soy solo la madre de uno entre tantos príncipes, —aclaró— la cultura de este Imperio no es siquiera similar a aquello que nos enseñaron, los reinos Ingleses tienen reglas que en circunstancias comunes, quizás me hubieran favorecido, pero aquí, soy tan reemplazable como un sirviente.

La afirmación dejó perpleja a la menor, quien por primera vez desde que la había vuelto a ver, sintió compasión por su hermana.

¿Que hay del bebé? —cuestionó con un tono mucho mas paciente— si el bebé en tu vientre resulta ser un varón, la muerte de tu primer hijo no será- —la mirada de la mayor acalló cualquier formulación que pudiera seguir haciendo.

Los ojos de Cerem se asimilaron a los de un animal herido al borde de la muerte, el horror por las palabras de su hermana estaba plasmada en cada una de sus facciones, sin embargo, el aprecio y la añoranza que sentía al volver a conectar con la familia que antes había dado pro perdida, le impidió intervenir en nombre de su adorado hijo.

Sin embargo, ese no fue el caso de su madre.

—¡ARYA! —increpó haciendo que sus hijas dieran un respingo desde sus asientos— ¿Acaso crees que un hijo es un jarrón? Cuando uno se rompe solo se reemplaza con otro y se ponen nuevas flores ¿Así te he educado?

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora