Favorita

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El Pasha reía sin pena alguna ante los relatos de la arrepentida criada que cubría su rostro en un vago intento por ocultar su vergüenza.

—Pasha, esto no es algo que pueda causar gracia, he insultado más a su Majestad en una noche, de lo que muchos podrían hacerlo en años.

—Y aún así estas aquí frente a mí —respondió— vistiendo ropa de telas finas regalada por la madre Sultana y llevando en tus brazos al futuro de este Imperio ¿Eso no te dice algo?

—Me dice que lo he echado a perder.

—A mi me dice que tienes una gran oportunidad para ascender en el  Harem.

—Pasha, yo  no quiero ascender —intervino sincera— este lugar es cruel con las mujeres que resaltan por sobre otras, como sirvienta, mi vida  es mucho más tranquila y feliz de lo que podría ser si llegó a ser favorita.

—Y en cambio la vida de Mustafá será difícil;  tú lo has dicho bien, este lugar es cruel y no respeta nada más allá  del estatus ¿Acaso crees que podrás seguir protegiendo al príncipe con tu estatus de sirvienta?

Esas palabras pusieron en duda todo lo que Cerem llegó a pensar.

—Si tienes un hijo con el Sultán te volverás Sultana, si tienes una hija serás una favorita, si juegas bien tus cartas podrás llegar muy alto, yo te ayudaré y si tenemos suerte, Hürrem quedará en el olvido.

—No busque pelea con la favorita de nuestro Sultán —reprendió— puede que la Sultana sea algo engreída e incluso muy impulsiva, pero sigue siendo la madre de un príncipe, como Pasha, usted tiene que procurar la paz e incluso una alianza.

—No planeo afianzarme con esa mujer.

—Entonces manténgase neutro, no busque enemigos porque la Sultana ya lo odia lo suficiente solo por el simple hecho de que usted camina al otro lado de su Majestad, y eso es algo que ella no puede evitar o corregir.

—Yo mantendré la fiesta en paz, a cambio tu no negarás el estatus si este se presenta ante ti.

—Bien.

El par de amigos siguió  charlando en aquel alejado rincón del Harem sin notar el paso del tiempo, algo que realmente no importaba pues uno estaba exiliado de sus deberes como Pasha y la otra tenia tiempo de sobra.

El par de amigos siguió  charlando en aquel alejado rincón del Harem sin notar el paso del tiempo, algo que realmente no importaba pues uno estaba exiliado de sus deberes como Pasha y la otra tenia tiempo de sobra

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—Madre Sultana —saludó Hürrem reverenciando.

—Puedes sentarte Hürrem.

La pelirroja aún con una expresión de disgusto se sentó junto a la mujer y Hatice quien miraba a la Sultana con una expresión de preocupación. La comida estaba servida, pero la mesa estaba puesta dejando un espacio libre.

—Madre Sultana ¿A quien esperamos?

Antes de encontrar respuesta la puerta se abrió dejando ver al Sultán quien llegaba con Mustafá y Mehmed en sus brazos, al ver la escena Hürrem sonrió complacida hasta que divisó el cabello marrón de sirvienta que como de costumbre mantenía la mirada en el piso.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora