Tulipán

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Lo que había comenzado como una alegre velada ahora se tornaba tensa debido a una discusión familiar en la que Cerem no se quería ver involucrada.

—Mi Sultan, no creo que deba alterarse —interrumpió Cerem.

—¿Por qué intervienes cuando la dinastía habla?

—Shah, es suficiente —calló Suleiman recobrando la calma— estoy bien Cerem —aseguró— mejor sentémonos a comer.

Un almuerzo lleno de incomodidad y silencio combinó a la perfección con el estado anímico de la celebrada quien no prestaba mucha atención a la disputa familiar y en cambio tomaba la mano de Hürrem en busca de un poco de consuelo.

Cuando el almuerzo acabó la fiesta siguió su curso hasta el siguiente amanecer, bailes, charlas, cantos y risas volvieron a inundar al salón. 

Los días posteriores a aquel festejo las Sultanas se dedicaron a observar a las dos mujeres  de su hermano, ambas eran totalmente diferentes en personalidad, una mantenía ínfulas de superioridad mientras la otra buscaba pasar desapercibida entre las mujeres.

Fatma congenió inmediatamente con la actitud alegre y extrovertida de Hürrem, mientras Beyhan por su parte se dedicó a conocer a la concubina quien armonizaba con su actitud reservada y tranquila.

Los días pasaron y el matrimonio entre Hatice y Mehmet se realizó entre festejos y gran emoción. La concubina sentía el aura dolida de la Sultana que pasaba sus noches ahogándose en llanto deseando la muerte de su futuro marido.

—Ibrahim... 

—Estoy bien Cerem, no debes preocuparte —aseguró ignorando la leve punzada en su corazón.

Después de la boda y la partida de la Sultana, Hürrem como cada jueves entraba a la habitación del regente para pasar la noche con él, encontrándose en el camino con los ojos atemorizados de Cerem, quien huía despavorida de aquella habitación.

—¿Ya le dijiste? —preguntó calmada a lo que ella asintió— bien... Yo me encargaré del resto.

—Gracias —dijo mas calmada.

Al volver a su habitación Cerem soltó el aire que había retenido en su cuerpo, sus manos aún temblaban ante el recuerdo del hombre frente a ella, gritando totalmente histérico. La muchacha creía firmemente que Suleiman no sería capaz de golpearla, pero el ver como alzaba su mano, quizás en un simple acto de frustración fue suficiente para doblegarla.

Aquella escena solo sirvió para revivir todos los malos recuerdos que buscaba esconder en el rincón mas oscuro de su mente.

—Suleiman... —murmuró inconsciente recordando las noches que le había dedicado a ella.

Al darse cuenta de sus palabras Cerem se reprendió a sí misma tratando de recordarse que no podía aspirar al amor de un hombre que vivía rodeado de otras mujeres que aspiraban a ese amor, a esa atención que ahora era dirigida a ella.

—'Necesito alejarme' —pensó sin arrepentimiento alguno.

No iba a dejar de insistir, ella y Mustafá saldrían de ese palacio y vivirían algunos años tranquilos lejos del nido de serpientes.

—Ancestros... Por favor denme algo de coraje —pidió frustrada.

 Por favor denme algo de coraje —pidió frustrada

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El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora