Esfuerzo pt. 1

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Los días no se detuvieron y la tristeza eventualmente fue dejada a un lado.

Aquella tarde Cerem dejó sus deberes a un lado para acompañar a su hermano e hijo a cabalgar. Mustafá reía alegre al estar sobre aquel gran caballo, su tío lo sostenía firmemente con una sonrisa en su rostro y su madre lo miraba desde lejos sentada en su yegua.

—Mustafá es muy entusiasta —comentó Suleiman sobre su caballo.

—Si, lo es —respondió ella con una sonrisa dirigida hacia su hijo.

Suleiman observó en silencio la silueta  de su esposa sobre aquel bien cuidado corcel, la mujer parecía  estar mas que acostumbrada a esa clase de paseos y Mustafá también pues este no temía a ningún movimiento que pudiera hacer el animal sobre el que montaba.

 —¿Hay algo que desees para tu cumpleaños? —preguntó tratando de romper el silencio entre ambos.

Cerem lo miró por unos instantes, con una mirada tranquila pero muy poco expresiva— Vida y prosperidad para el pueblo —contestó apartando la mirada para seguir viendo el paisaje.

—Esas son cosas que puedes pedir sin importar el día.

—Lo sé, pero realmente no deseo nada más, no tengo nada que pedir que usted me pueda dar —respondió de forma directa— aquello que deseo pienso que solo puede dármelo Allah.

Suleiman pasó por alto las primeras palabras y se concentró en las últimas— En estas tierras y en el mundo entero yo soy la representación de Allah, si deseas pedirle algo a él puedes usarme como tu mensajero pues sé que él me usará  como su peón para hacerte llegar lo que deseas.

—'Quiero un buen amor'  —pensó ella mostrando una sonrisa calmada— deseo que nuestro Mustafá tenga una larga y muy próspera vida.

El Sultán sonrió— Eso será así, tienes mi palabra.

Cerem asintió creyendo en las palabras de Suleiman. 

La Sultana no se sentía cómoda con el regente, pero tampoco sentía la misma inquietud que llegó a experimentar la primera vez que este fue a Constantinopla. Dentro de su corazón, Suleiman yacía en un punto muerto, junto a muchos otros sueños y esperanzas.

Con el paso de los días se había acostumbrado a la presencia del Sultán y si bien no la disfrutaba, estaba mas que conforme en especial por la creciente cercanía entre él y Mustafá.

El trote del caballo de Malkocoglu se escuchó a lo lejos y, en menos de un dos minutos el guardia estuvo frente a su señora dispuesto a entregar un mensaje— Los jefes han llegado y piden verla con extrema urgencia.

—Bien, es hora de volver —respondió.

—Te acompañaré —habló Suleiman— y si, es necesario, no me harás cambiar de opinión —se apresuró a decir sabiendo lo que respondería su  esposa.

—Bien, pero le ruego que siga mi paso  —comentó soltando las riendas de su yegua.

Cerem y Malkocoglu corrieron del lugar sin dar aviso. Al ver la escena el regente quedó pasmado por un par de instantes antes de ponder una sonrisa en su rostro y seguir al duo.

Tanto la Sultana como el guardia acostumbraban a hacer este tipo de carreras cada vez que se lo podían permitir, pero ambos quedaron en total vergüenza cuando el Sultán del imperio los rebasó.

—¡Te veré en el palacio! —exclamó siguiendo el sendero.

Malkocoglu miró a la mujer y viceversa— Mi señora, nos han humillado —comentó con cierta gracia.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora