Leones y Gacelas

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Suleiman se sentía asfixiado.

Su esposa y concubinas no paraban de pelear, siempre había una razón diferente y no importaba cuanto lo intentara, nunca había un minuto de paz dentro de su harem. Su madre tenía un tedioso favoritismo hacía Arzu, haciendo de la vida de su esposa algo complicado.

Sus funcionarios no hacían otra cosa que no fuera darle nuevas cargas, problemas y dramas innecesarios que no tenía ni con sus propias mujeres haciendo de la vida del Sultán un tumulto de dramas que a veces lo hacían querer sentenciarse a sí mismo a muerte.

Pero entre tanto alboroto, había un pequeño respiro.

Despues de la tormenta que azotó a Constantinopla, las cartas acumuladas comenzaron allegar, su hijo y esposa alegaban estar bien y totalmente sanos, Cerem como era su costumbre enviaba un informe sobre los daños que había sufrido la provincia, pero junto a ellos residía un par de palabras cálidas, incluso si estas eran por mera cortesía, al Sultán le alegraba pensar que ella se preocupaba por su salud.

"Se encuentra todo bien allá"

"¿Como está su salud?"

"¿Ha comido como es debido?"

Aquella simples palabras fueron mas que suficiente para hacerlo sonreír, aunque muy en el fondo sabía que para la escritora aquellos párrafos no significaban lo mismo que para él, Suleiman prefería engañarse y ceder ante la fantasía de que su esposa aún guardaba un poco del afecto que llegaron a profesarse aquel ultimo invierno juntos.

Con una sonrisa en sus labios el hombre siguió abriendo la correspondencia sin ser consiente de que aquella carta sería el ultimo escrito que le sacaría una sonrisa.

Con una sonrisa en sus labios el hombre siguió abriendo la correspondencia sin ser consiente de que aquella carta sería el ultimo escrito que le sacaría una sonrisa

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—Sultana Cerem.

—Lord Arturo ¿Que necesita?

—Nada en realidad, solo deseaba salir a dar una vuelta, ¿Me permite caminar junto a usted? —la mujer asintió.

Tras los nobles estaban Aysun y Malkocoglu ambos compartiendo miradas cómplices llenas de preocupación. La extrema cercanía entre el par de nobles había comenzado a desatar rumores en el pueblo que, llenos de preocupación murmuraban sobre una posible infidelidad.

Cerem parecía ser la única en no darse cuenta del creciente interés del hombre hacia ella, o al menos eso hacía notar.

—Dígame Lord ¿Como va con su cuadro?

—Yo-

—¡Madre! —el grito de Mustafá se escuchó lejos atrayendo la atención inmediata de quienes estaban en el jardín.

El niño corrían mientras un grupo de guardias corría tras él con una sonrisa dibujada en sus rostros, emocionado, el infante se lanzó a los brazos de su cuidadora quien lo recibió con gran alegría.

—Mustafá, mi león —la mujer empleó toda su fuerza para alzar a su hijo en brazos— dime ¿Ya terminaste tus clases con tu maestro? —el niño asintió efusivo— bien ¿Que te parece si vamos a la cocina por algo dulce.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora