El Pasha y la Sirvienta

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—Los enemigos nos hicieron una emboscada, han matado a al menos 30 soldados e incendiaron cada casa en los alrededores de Parga —anunció el gran Visir lleno de ira.

Aquellas palabras golpearon a Ibrahim llenándolo de confusión e incertidumbre y esto fue notado por el Sultán que al escuchar el país de origen de se Pasha lo miró de forma inconsciente casi de inmediato. 

La información no había llegado a los oídos de Ibrahim de forma deliberada, otros Pashas deseaban verlo perder la compostura frente al Sultán pues sabía  que la relación entre ambos se tambaleaba sobre un hilo de heno y no podían desaprovechar la oportunidad de abrir más la  brecha para así tomar el puesto del hombre junto al gran pilar del Imperio.

—Según informes las tropas enemigas están tomando Parga como forma de acercarse al Imperio, debemos detener su paso o nuestras provincias costeras serán afectadas irremediablemente.

—Preparen las tropas, alisten los barcos y envíen mensajeros nuestras provincias, avísenles que estén en alerta, no puede arribar siquiera un barco a nuestras costas hasta nuevo aviso —ordenó.

La reunión siguió según las órdenes del Sultán y sus Visires a excepción del Pasha Ibrahim quien no había aportado nada a aquella reunión a pesar de ser el mejor estratega del Sultán, esto fue notado por el gran Visir quien no dudó en regañar al Pasha.

—Tu deber está con el Imperio, tu mente debe estar aquí en estos muros ¿Dónde está tu consciencia Ibrahim Pasha?

—Lo lamento —respondió aturdido.

—Vuelvan aquí, estamos en medio de una emergencia, no hay tiempo para discutir —habló el Sultán.

Después una  larga jornada nocturna el aire de la mañana golpeó la piel de los Visires que al tener una gran parte  de lo que iban a hacer resuelta decidieron tomar un descanso, ante aquella situación Ibrahim salió del lugar despues de una corta r...

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Después una  larga jornada nocturna el aire de la mañana golpeó la piel de los Visires que al tener una gran parte  de lo que iban a hacer resuelta decidieron tomar un descanso, ante aquella situación Ibrahim salió del lugar despues de una corta reverencia sin darle palabra alguna al Sultán.

Si ganas de volver a su habitación o ir a algún otro lugar el hombre caminó por los extensos pasillos del palacio sin rumbo aparente hasta que un ligero llanto llamó su atención dirigiéndolo hasta un pequeño rincón del palacio que no recordaba haber visto antes.

—Cerem.

—Pasha —la castaña secó sus lágrimas con rapidez inclinándose ante el hombre— ¿Qué  haces aquí?  Aún es muy temprano y hay mucho frío, podrías volver a resfriarte.

—Estoy bien —aseguró con una voz obviamente constipada— mi cuerpo dejó de sentir el frío hace mucho tiempo.

 El hombre miró a la castaña por unos instantes sin decir palabra alguna, ella temblaba pero no sabía decir si era por frío o miedo, Ibrahim estaba enterado de lo ocurrido el día anterior aunque no sabía toda la historia.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora