Vendetta

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Pasaron días desde el castigo del Sultán, nadie dentro de la Dinastía se atrevió a cuestionar aquello pues el semblante serio y molesto del Sultán aún prevalecía cada vez que lo miraban, las únicas excepciones a esto eran dos.

Las veces que compartía junto a Hürrem y sus hijos, y las tardes que pasaba junto a Cerem y Mustafá. Cerem no salía de  la  habitación, incluso el enterarse del castigo acabó en una sesión de llanto incontrolable junto a Ibrahim, algo que despues el Visir le comunicó a medias al regente.

La muchacha no se sentía cómoda dentro del Harem, las únicas noches en las que era capaz de dormir eran aquellas en las que estaba acompañada por María y Mustafá, Maria  había sido asignada como su  nueva sirvienta y Mustafá rara vez salía de aquella habitación pues  aunque muchos insistieran en que tomar sol  era bueno para el infante, los paseos era generalmente cortos pues despues de un tiempo el niño comenzaba a protestar en busca de la presencia de su madre.

Con el paso de los días los regalos hacía Cerem y Hürrem comenzaron a llegar, ambas eran agasajadas por el Sultán quien parecía dividir su tiempo solo entre su Imperio, su esposa y su concubina. Por otra parte estaba Victoria, quien era totalmente ignorada por el hombre.

Llena de celos y con el corazón enterrado en despecho, la mujer se dedicó a esparcir a través de Giana, el rumor de que Cerem había impulsado el castigo puesto por el Sultán haciendo crecer la cólera entre las mujeres del harem.

 —La bebé está siendo cuidada por Gülfem ¿No es así?

—Si ¿Te lo dijo Maria? —ella negó observando como el aura de la niña estaba rodeada por la de Gülfem.

—Me temo que no me siento apta para cuidar de ella... Es realmente hermosa y risueña, pero apenas puedo cuidar de mi y de Mustafá... Hay días quizás demasiado difíciles, no creo que pueda cuidar de ella sin hacerla a un lado en ciertas ocasiones, y no quiero hacer eso, Fasun merece a alguien que la ame sin condiciones.

—Entonces deberemos buscar una cuidadora para ella, tengo una hermana que estará feliz de cuidarla.

—¿Por que no se la entrega a Gülfem? Ella parece amarla.

—¿Tu crees?

—La cuida a pesar de que no es su deber, la niña parece estar incomoda conmigo, tal como Mustafá cuando está con alguien más.

—La adopción no es algo tan común en nuestro Imperio, pero no es descabellado, ella será reconocida como una más así que el que sea hija de una de mis esposas sería lo mejor.

—Ya debe ir a dormir, mañana tiene una reunión importante —intervino entregándole la niña a Maria— Mustafá y yo nos iremos a dormir —la muchacha en ciertas ocasiones era quizás demasiado cortante.

—Bien, vendré mañana si tengo algo de tiempo —la concubina asintió.

La noche se llenó de una lluvia otoñal que prometía una noche tranquila para el harem; una promesa vacía y nada más pues aquella noche las puertas del Sultán fueron tocadas con el fin de dar un anuncio.

—La señorita Victoria está en labor de parto —Hürrem miró al hombre quien sonreía ante la llegada de un nuevo hijo y no pudo hacer otra cosa que callar y fruncir el ceño antes de volver a la cama esperando conciliar el sueño. 

Suleiman corrió al encuentro de su madre dejando a la rusa tirada en aquella habitación quien al verse sola no pudo evitar llorar en una mezcla de ira y miedo. 

—¡Agárrenla! 

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—¡Agárrenla! 

—¡Suéltenme! —protestó Maria— ¡El Sultán las venderá! ¡Todas ustedes-! —un golpe fue suficiente para noquearla.

La cólera de las mujeres se había desatado, todas esperaban tomar venganza de aquella mujer que había arruinado las vidas de sus amigas, compañeras y hermanas, las puertas del harem habían sido trabadas por muebles algo que fue aprovechado por Gianna para repartir el caos.

mientras las mujeres trataban de tirar la puerta del Cerem, ella tomaba una de las antorchas y se acercaba de forma inocente al lugar del disturbio en donde al notar la antorcha le fue arrebatada de las manos con intenciones aún mas macabras.

 —¡Muchachas, deben detenerse! —pidió sabiendo que no sería escuchada.

Despues de un poco de insistencia, la rubia salió del lugar encerrándose en los aposentos de Victoria junto a algunas concubinas y un par de sirvientas demasiado jóvenes como para entender que ocurrirá.

El disturbio no tardó en ser notado por Ibrahim y el resto de los guardias que en un intento por entrar empujaban las puertas.

—¡Cerem! 

—¡Ibrahim Pasha! —gritó intentando ser escuchada.

Las mujeres había logrado entrar a la habitación y trataban por todos los medios dañar a la muchacha, los golpes, insultos y jaloneos no eran importantes en ese momento pues Mustafá seguía en la cama y ahora era tomado por una mujer quien lo sacó de la habitación.

Lo que era quizás un rayo de esperanza, era devastador para la castaña quien percibía una mala intención por parte de la mujer cuyo rostro no reconocía.

—¡Cerem! —los gritos del Pasha se escuchaban lejanos.

—¡Pasha, Pasha! —gritó intentando ser escuchada por el hombre— ¡Ibrahim Pasha! —fue su ultimo grito, su ultimo suspiro de esperanza.

El fuego, los golpes, el dolor que sentía en todo su cuerpo no eran nada comparados con la preocupación que le causaba los llantos de Mustafá, un llanto que cada vez se escuchaba mas lejos... Pero no podía darse por vencido.

Ya había sido una víctima por mucho tiempo, ahora debía aceptar que no sería perdonada por sus compañeras y seguir adelante.

—¡Cerem! —Ibrahim no llegaría a tiempo, habían muchas formas de salir del harem sin necesidad de usar las puertas principales, si Mustafá salía esa noche, probablemente no podría regresar.

—¡Es mi turno! —cuando la antorcha estuvo a escasos centímetros de su cara entendió que esa era su oportunidad.

Al sentir que el agarre de las sirvientas se aflojaba por el miedo la castaña utilizó toda la fuerza que aún guardaba dentro de sí para aventar a una de ella hacia la concubina con la antorcha, esto le dio tiempo para zafarse por completo y tomar la antorcha que había sido tirada al suelo.

—¡Un paso mas y las quemaré vivas a todas! —amenazó mostrando la antorcha que poco a poco comenzaba a apagarse.

A notar que la llama se extinguió una concubina dio un paso al frente para atacarle, recibiendo un fuerte golpe por parte de Cerem quien desquiciada por la cólera la golpeó sin piedad incrustando el carbon del palo en algunas partes desnudas del brazo de la mujer quemándola a ella y al par de mujeres que se atrevieron a intervenir para salvarla.

A base de golpes la muchacha se abrió paso entre la multitud corriendo por el lugar  en busca del niño hasta toparse frente a frente con el Gran Visir y los guardias.

—¡Cerem!

—¡¿Donde está Mustafá?! —su nariz sangraba, su rostro estaba lleno de golpes y sus manos tenían un par de cortes y heridas de quemaduras, pero nada dolía— ¡IBRAHIM PASHA! ¡¿Donde está Mustafá?!

—No salió del harem, lo hubiesen reportado —dijo entendiendo la situación.

Sin perder el tiempo la muchacha corrió esperando a ser guiada por el cielo hasta su hijo, tras ella corrieron los guardias del palacio   quienes distraídos por el disturbio habían dejado sus puestos de guardia dejando el espacio libre para que los espías dentro del palacio pudieran moverse libremente en busca de los hijos del Sultán.

—¡No! ¡Mehmed! ¡Mihrima! —el gritó de Hürrem alertó a Cerem quien supo que no era la única que estaba a punto de perder un hijo aquella noche.


...

Maratón para todos lo que lo pidieron!!!

Ya estaba un poco cansada de que Cerem tuviese que ser salvada por todos, pero es parte de su personaje y algo común teniendo en cuenta que no está acostumbrada a estar en l cima, así que obviamente no sabe cómo actuar, pero ahora le toca aprender porque este acontecimiento solo nos puede dejar una lección.

"Las madres no pueden ser débiles porque son los hijos los que pagan las consecuencias"

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora