Palabras dolorosas

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—¡Guarda tus palabras! No voy a permitir que insultes a mi sobrino solo porque no estas conforme con las elecciones del Sultán.

—¿Ahora es tu sobrino? —preguntó mofándose— porque hasta donde yo tenía entendido, nosotros dejamos de ser tu familia despues de que el corrupto de tu marido muriera en nombre de sus propios y estúpidos actos —luego de sus palabras Hatice sintió como el arrepentimiento comenzaba a brotar de ella, pero  pronto su pequeña sensación de pena fue interrumpida por el punzante ardor en su mejilla izquierda.

—¡¿Quien te dio derecho a decir su nombre?! —la voz obviamente alterada de Beyhan le confirmó a Hatice que había hecho una mala elección de palabras— ¿Con que cara viene a mofarte de mi pena? —los ojos de la Sultana viuda se llenaron de lagrimas.

—Beyhan yo- —otra bofetada fue lanzada estaba vez en su otra mejilla.

—¡Sultana Beyhan! —intervino Hürrem— no puede hacer eso, y mucho menos a una mujer embarazada.

Los ojos de Beyhan irradiaron ira y dolor. Hatice sabía que nada de lo que dijera ahora calmaría los nervios de su hermana, así que decidió tomar la única carta en su maso y usarla a su favor.

Con miedo y arrepentimiento en sus facciones Hatice bajó la mirada y cubrió su vientre con la palma de sus manos— Lo lamento Beyhan, no deseaba hacerte daño con mis palabras... Solo... Me he sentido un poco mal y he actuado fuera de mis cabales.

La viuda guardó silencio aún tratando de controlar su respiración en un intento vano por controlar su comportamiento en nombre del bienestar de sus hijos quienes miraban la situación con cierto temor.

Con ira aún burbujeando en su interior y con lagrimas brotando de sus ojos, la mujer ahogo un sollozo dispuesta a dejar la situación morir en ese punto, pero antes de enterrar el hacha de guerra, las puertas del comedor se abrieron mostrando las siluetas del Gran Visir y el Pasha.

Ibrahim observó a su alrededor por unos breves instantes antes de saludar a las mujeres de la habitación con un aparente tono tranquilo.

Hatice contuvo la respiración al observar la expresión preocupada del Pasha, y por un instante mantuvo la esperanza de que aquella preocupación fuera dirigida a ella, pero mas pronto que tarde su esperanzas fueron tiradas al suelo.

—Sultana Beyhan —el hombre se acercó a la mujer con apresuro— ¿Que ocurrió? ¿Por que llora? ¿Dónde está Cerem?

La mujer soltó un sollozo ahogado como respuesta a las preguntas del Pasha, pero Gevherhan no se mantuvo en silencio por mas tiempo— Fue culpa de la Sultana Hatice —acusó con voz ligeramente quebrada— ella insultó a nuestra tía y luego insultó la memoria de nuestro padre —la voz aguda de la niña se envolvió en su un sollozo.

Ibrahim miró a la acusada por solo unos segundos, pero esos instantes fueron mas que suficientes para transmitir todo el reproche y resentimiento que sentía  ante las acciones de la Sultana de sangre.

—Creo que lo mejor será que nos retiremos, al menos por ahora —dialogó el Pasha tomando la mano de su esposa— los ánimos están a flor de piel y hablar así nunca es bueno, Sultanas —el hombre se inclinó para despedirse.

—Gran Visir... —el menor de los hijo de Beyhan se aferró a las túnicas del hombre.

—Vámonos —dijo en voz suave tomando al niño en brazos.

Con su brazo libre el guio a Beyhan a la entrada junto a su otros dos hijos quienes sin decir palabra salieron de la habitación con expresiones tristes y  disgustadas.

Cuando las puertas del comedor se cerraron Hatice volvió a respirar pesadamente, su respiración comenzó a ser cada vez frenética y sus ojos parecieron teñirse de rojo por un segundo. La Sultana pareció suprimir un gritó frustrado en su interior antes de apretar con fuerza su vientre.

—Es mejor que también nos retiremos —comentó Hürrem levantándose junto a sus hijos— Nurhan, por favor lleva a los niños a sus aposentos y déjalos jugar, yo iré con Hatice a sus aposentos—la criada asintió antes de comenzar su viaje junto a los niños. 

Con cuidado, Hürrem tomó a su cuñada del brazo y comenzó a dirigirla fuera del comedor  para calmarla, dejando sola a Arzú junto a su pequeño Bayaceto.

—¿Ves eso  querido hijo? —preguntó con una sonrisa burlesca— esas son las consecuencias de mezclar la sangre real con la de simples sirvientas y esclavas —explicó— no importa que tan finamente se vistan ni que tan educadas estén, siempre y cuando la sangre en sus venas estén sucias, sus mentes responderán a impulso viles, como los animales que son —se mofó— por eso tu eres superior querido Bayezid, porque en tus venas corre mi sangre y la de tu padre.

Los sirvientes dentro del comedor se miraron entre sí compartiendo la misma mirada de disgusto y desconcierto. ¿Quién creía que era esta mujer?

—Eviten despertar a la Sultana solo por este incidente —advirtió la Daye del lugar— la Sultana Beyhan ya se encargó de la situación.

—Le llevaré un poco de té a nuestra pobre Sultana —comentó Fatima aún con el rostro lleno de preocupación.

—También hay que llevar un poco de pan —aportó otra criada— con el disgusto que le hicieron pasar esas mujeres nuestra pobre Sultana Beyhan no pudo ni siquiera terminar la mitad de su plato.

—Esas mujeres son peor de lo que dijo Aysun —murmuró un guardia.

—A mi parecer son exactamente como las imaginé ¡Simples arpías!

—Bien, por eso no hay que dejar que esas arpías se acerquen demasiado a nuestra señora —interrumpió Aysun entrando a la cocina.

Los sirvientes miraron a la criada principal de la anfitriona del palacio con cierta curiosidad. A diferencia de su apariencia cotidiana, Aysun ahora vestía un fino vestido similar a los usados en la capital adornado con un collar rubies y plata y un velo de seda roja acorde al atuendo.

—¿Por que vistes así? —preguntó al fin un sirviente.

—¿Has visto como visten las criadas de la Haseki y Arzú? —preguntó como si el cuestionamiento de su compañero hubiese sido estúpido— esas mujeres desde que llegaron nos han visto por encima del hombro, como si fueran de alguna forma mejores que nosotros solo por servir a esas mujeres, y no se ustedes, pero yo no les daré el gusto, a mi, mi señora me ha regalado hermosas alhajas y ropa incluso mas fina que la de ellas, y ahora es el momento de mostrarlas.

Los sirvientes se quedaron en silencio por un momento.

—Bien, me parece justo —comentó Fatima— la Sultana Beyhan también me ha regalado prendas hermosas que he usado en muy pocas ocasiones, supongo que es un buen momento para usarlas  —despues de decir eso la mujer salió junto a su compañera con te y pan.

—Ustedes muchachitas... —la Daye suspiró— no se que voy a hacer con ustedes.

—Síganos el juego —incitó Aysun con una sonrisa picara— y ayúdeme a convencer a nuestra señora de que use las prendas mas hermosa de su alhajero.

—Eso suena mas factible... —murmuró— bien, se ha acabado la reunió, ahora todo vuelvan a sus puestos y si escucho una queja de esas mujeres que tenga que ver con sus servicios una vez mas juro que en cuanto ella pongan un pie fuera de este palacio ¡Los azotare yo misma! —amenazó.

—Si señora —contestaron todo con cierta diversión.

Pronto, los sirvientes y esclavos del palacio retomaron sus deberes, despues de pasar un agradable tiempo juntos dentro de las cocinas —acto que ahora era común ya que la Sultana lo había permitido— y los cocineros que quedaron dentro del lugar se propusieron trabajar para hacer un almuerzo que levantara los ánimos de la Sultana Beyhan y saciara el apetito de la Sultana Cerem. 

—¿Y si a nuestras invitadas no les gusta? —preguntó un sirviente al cocinero principal.

—Pues se les dará de comer lo mismo que a las cabras, tal vez eso les llene la boca lo suficiente como para no despotricar sus frustraciones en medio de la sagrada comida.


...

SE ME OLVIDO SUBIR ESTO DOS CAPITULOS AYER SORRY!!! 

Me apendejé porque salí junto con mi familia, pero aquí se los traigo y ya en la noche si quieren les subo otro mas como compensación.

PD: Hatice coño e' tu madre!

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora