Rutina

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La semana posterior a su llegada a Estambul, el Sultán se encontró en medio de una curiosa —y muy poco agradable— situación.

—¿Que has dicho?  —preguntó esperando haber escuchado mal.

—Quiero que mis hijos y yo viajemos a Constantinopla por una temporada —repitió Hürrem— mis hijos no recuerdan a Mustafá, Selim ni siquiera sabía de su existencia, como madre, deseo que  mis hijos crezcan siendo cercanos a su familia.

—Hürrem... —Suleiman suspiró— esa no es una buena idea, Cerem tiene muchas responsabilidades encima y no se si podrá atenderlos correctamente.

—En Constantinopla también está mi hermana Beyhan —interrumpió Hatice— yo ire con Hürrem y mis sobrinos, solo serán unas semanas mi señor, la verdad es que le he pedido este favor a mi cuñada por mi deseo de cambiar de ambiente.

Los ojos de Hatice se tiñeron de gran pena, era bien sabido por el hombre, que su hermana no pasaba por su mejor momento, al menos en su vida matrimonial a causa de la falta de herederos, así que la idea de que esta cambiara un poco de aires con la finalidad de distraerse era tentador.

—Discutiré esto con Cerem, si ella está de acuerdo en recibirlos entonces las enviaré junto a Ibrahim en el siguiente viaje que él haga a la provincia.

—No debe pedir su opinión —intervino Hatice con ligero disgusto— esa mujer sigue siendo su concubina, su Majestad, ella debe aceptar sus órdenes incluso-

—Esa mujer es mi esposa, la madre de mi primer hijo y la regente de Constantinopla —corrigió  con voz tenue— como mi esposa puedo ordenarle que las reciba aún si eso no es de su agrado, pero como una regente de una de las provincias mas prósperas de este Imperio, estoy obligado a pedir su opinion porque  si su visita llegase a interferir en sus deberes, las pérdidas para este Imperio serían innecesariamente altas.

—Yo también soy su esposa mi señor —el  rostro de Hürrem trató de contener la pena que sentía su corazón— su esposa legítima y la madre de sus otros tres hijos, mi pedido viene con la única intención de mejorar la relación entre los príncipes, para que en un futuro, cuando estos tengan que convivir en el mismo palacio, no haya asperezas que limar.

Al ver los ojos dolidos de su  esposa, Suleiman sintió su pecho estrujarse. Hürrem parecía tener intenciones cristalinas, e incluso si no fuera el caso, estaba seguro de que Ibrahim y Beyhan sabrían poner un alto antes de que la situación escalara a mayores.

—No digo que tu no seas mi esposa Hürrem —esas palabras funcionaron como una disculpa entre líneas— solo digo que, al igual que contigo, yo debo respetar los deseos de Cerem ¿O es que  acaso yo te he obligado a convivir con alguien que te ha hecho daño?

—Ha permitido que las mujeres que tratar de matarme vuelvan al harem para acompañar a Arzu, ha ignorado mis deseos de alejarme de esa mujer y de su hijo e incluso me ha orillado ignoró mis deseos de enviarla a otro palacio, no entiendo de que deseos habla —Suleiman frunció el ceño al ser expuesto  por su esposa.

—No quiero escuchar mas sobre el asunto, vuelvan a sus aposentos, estoy ocupado.

Las mujeres dieron una corta referencia antes de salir del lugar.

Las intenciones de Hürrem con aquella visita no eran puras, pero tampoco tan retorcidas como podía llegar a pensar Ibrahim. La verdadera razón de aquel viaje residía en que la Haseki deseaba ver a la mujer que seguía robando el sueño de su marido.

Hürrem sabía perfectamente las artimañas a las que se podía enfrentar cuando peleaba con Arzú e incluso con la nueva favorita Giana, pero no tenía idea de nada cuando se trataba de Cerem, no importaba cuánto lo intentara, no había nada que pudiera tomar como un indicio de las intenciones o planes de esa mujer.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora