Familia pt. 2

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—Mi Sultana...

—Ibrahim Pasha —las ojeras del hombre eran algo que resaltaban a primera vista al igual que su semblante cansado, pero aún así se miraba bien parecido ante los ojos de la hermana  del Sultán quien pensaba que aquella ojeras eran producto del trabajo que daba mantener el  palacio— me alegra que haya aceptado venir a verme.

—Mi Sultana, creo que no deberíamos volver a vernos —sus palabras fueron frías, no había pena o duda, solo quedaba el cansancio que la Sultana no supo ver.

—¿Por qué...? Ibrahim Pasha, ¿Por que de repente usted...?

—Cuando su prometido vuelva usted se casará y vivirá una buena vida, tendrá hijos y será feliz —el hombre suspiró ante los ojos confusos de la mujer— y yo no tengo cavidad en esa vida mi señora, realmente le deseo la mayor felicidad.

Ibrahim quiso alejarse del jardín al notar las  lágrimas que amenazaban con salir de los ojos de la castaña, pero al darse la vuelta el fuerte agarre de su compañera lo detuvo.

—¿Es... Es por ella... Verdad? —preguntó insegura.

El hombre sabía quién era "ella" pero no planeaba responder, no quería acabar en medio de una discusión entre mujeres por algo tan insignificante, ahora tenía mucho mas de que preocuparse, como por ejemplo mantenerse con vida.

—Ella... ¿Quién es ella? 

—¡ELLA! ¡Esa mujer tonta, la concubina de mi hermano! ¡TU SULTÁN! —Hatice perdió los estribos ante la mirada desinteresada del Pasha— desde que llegó tus ojos no hacen mas que mirarla a ella, como si no hubiera otra mujer ¡Como si yo no existiera! —despues de haber  soportado la lejanía del hombre que amaba Hatice se dio el permiso de llorar frente a él— ¡ES LA CONCUBINA DE TU SULTÁN! —intentó razonar, pero ahora los ojos de Ibrahim se teñían de furia  y prefería su furia antes que su indiferencia— la prefieres a ella antes que a mi... Yo que lo he amado... Pasha.

—Yo no soy un buen hombre para usted —aseguró cortante— mi Sultana... Usted es la hermana de mi Sultán, soy un simple esclavo que no será capaz de hacerla feliz, por favor  cuide de usted y no se meta en mis asuntos —pidió cansado.

—¿Como te atreves? —Gülfem quien se había mantenido al margen de la situación intervino al escuchar las palabras del Pasha— hablas con una Sultana de sangre, con la hermana del señor de este Imperio, ten algo de respeto.

—... Con  permiso  —despues de una reverencia el hombre se fue sin decir mas.

La miseria había tocado los ojos de Ibrahim cuando la noticia de la muerte de su hermano llegó a sus manos en forma de una carta

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La miseria había tocado los ojos de Ibrahim cuando la noticia de la muerte de su hermano llegó a sus manos en forma de una carta.

Él había mantenido la esperanza de volver a ver a su familia antes de que su vida acabara; su madre, padre y hermano eran un sueño recurrente desde aquella noche  en que sintió una punzada en el corazón, pero no deseaba aceptar la verdad porque aceptarla era decir adios.

—Ibrahim Pasha... —una voz dulce que no demostraba compasión alguna, una mirada apagada que no tenía razón para vivir.

—Cerem ¿Por que traes al príncipe hasta aquí?

—Mustafá estará bien —una sonrisa simple y vacía junto a la compañía de un alma en pena— ¿Por que está aquí?

—¿Acaso solo usted puede estar aquí? —aquel rincón abandonado del palacio se había vuelto suyo, un lugar que solo ellos visitaban y que comenzaba a traer flores por la primavera.

—Pasha... ¿Que le aflige?

Ante la pregunta el hombre miró al cielo. Desde que la carta había llegado a sus manos, sus noches se resumían en rogar a Allah por un consuelo que nunca parecía llegar, pero ver a la concubina sentada a su lado, esperando paciente una respuesta que aceptaría aún si no fuera creíble le hacía saber que  ella era su última esperanza de vida.

—Cerem ¿Cuántas muertes has vivido?  —preguntó.

—Miriem fue la mujer que  me crió, ella fue azotada hasta la muerte, Li An mi  primera hermana, Juana, Elizabeth, Yun, Hae, Lin, Simon, todos me acompañaron el algún momento de mi vida y  a todos los acompañe el día en que la muerte vino por ellos... Hubieron mucho mas, pero no puedo recordar sus nombres o sus rostros.

—Yo maté a muchas personas en nombre del Imperio, incluso al hermano del Sultán a quien servías, muchas vidas se acabaron entre mis manos, pero ninguna me dolió, sin embargo ahora  Allah me castiga por mi falta de humanidad... Quitándome la razón de mi vida.

Los ojos de Ibrahim se cristalizaron, sus ansias de consuelo superaban por mucho su orgullo— ¿En serio cree que Allah  siquiera se interesa de usted? —los ojos del Pasha se centraron en la muchacha— he vivido muchas vidas Pasha —aseguró— he visto a muchos Dioses, uno que sacrificó a su hijo por nuestro bien, otros nacidos del odio, Dioses que reinan en un olimpo... Miles de deidades que solo parecen responder a las plegarias de aquellos que son libres, Pasha ¿Acaso cree que Allah mira a los esclavos como mira a un Rey? ¿No cree que ya hemos pagado nuestros pecados siendo esclavos sin voz o voluntad?

Cerem se levantó de su asiento y se paró frente al Pasha con una sonrisa vacía.

—Ibrahim Pasha, usted no está siendo castigado, usted es solo una víctima que no está siendo tomada en cuenta, un esclavo que no tiene la libertad de llorar... —la muchacha se arrodilló ante el hombre— yo tampoco soy libre Pasha y tampoco creo en Allah, pero si existe... Entonces sé que me puso en su camino como un consuelo, por favor, permítame quedarme a su lado como una amiga...  Como una hermana....

El Pasha sonrió levemente ante la muestra de consuelo, con delicadeza tomó las manos ásperas de la concubina y las llevó a su frente.

—Soy testigo de que Allah es el único Dios, Mahoma es su mensajero —recitó mirando a la mujer— soy testigo de que nuestro Dios te ha puesto en mi camino, soy testigo de que Allah me ha puesto en tu camino para protegerte.

—¿Que quiere probar Pasha? —preguntó.

—No quiero probar nada Cerem... Quiero aferrarme a algo, a lo que sea, pero tu no eres eso, no eres alguien que pueda ser usado, eres alguien que merece estar en la cima y yo te ayudaré.

—No necesito poder, necesito paz... Quiero que Mustafá viva una buena vida hasta el día de su muerte, que él nos vea morir, que llore y luego sonría tranquilo, pero este mundo lo hace difícil-

—Allah no escucha a los esclavos... Pero si a los príncipes —le consoló mirando al niño.

—Si, ese es mi único consuelo —la muchacha alzó al niño para que ambos quedaran cara a cara— tú mi pequeño niño serás el sol de este Imperio y tendrás una muerte tranquila porque tu Dios será justo con alguien que ya lo perdió todo.

—No serás un esclavo, no pertenecerás a nadie —le siguió Ibrahim.

—Güneşim, ne pahasına olursa olsun mutlu olacaksın çünkü —la concubina sonrió— günahlarının bedelini ödeyeceğim.

—Ya es hora de volver Cerem —avisó.

La muchacha caminó al frente del hombre con el niño que entre risas miraba a la concubina, el hombre no sentía paz, pero en momentos como esos el cansancio daba un paso atrás dándole un respiro despues de días llenos de pena.

Allah no escuchaba a los esclavos, eso estaba claro, pero si escuchaba a los príncipes y tal vez, solo tal vez Dios se había apiadado de Mustafá poniéndolos a él y a Cerem en su camino. Solo esperaba poder hacer algo por él. 


...

Este capítulo es de al menos un mes antes que el anterior, aunque suene un poco romántico me inspiré en el amor que se profesaban en esa época, la familia o las amistades cercanas en épocas mas antiguas. Aunque suenen como pareja no es el caso.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora