Pensamientos

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Suleiman sabía a lo que  se enfrentaba, incluso antes de que las pruebas y declaraciones se postraran ante él.

—¿Te gusta Mustafá?

—¡Es delicioso! ¿Madre, a ti te gusta? —la mujer sonrió.

—Las uvas siempre han sido  mis favoritas, es un buen regalo, de eso no hay duda —aseguró mirando al hombre a los ojos.

Aquella mirada alegre y soñadora siempre llevaba a Suleiman a un lugar cálido del que no deseaba salir nunca, la simple presencia de Cerem significaba una paz absoluta en su corazón, pero desde aquella noche, verla hacía que sus entrañas se revolvieran.

 ... 

—Arturo... Arturo —murmuró entre sueños.

La cálida mano de su esposa se aferraba a él, pero su mente pensaba en otro hombre, no sabía que clase de sueño era, pero sabía que él no estaba incluido y eso fue un golpe directo a su orgullo.

Pero incluso cuando el nombre de otro hombre salía de los labios de su mujer, el hombre no fue capaz de reclamar nada a la mañana siguiente, ni las mañanas que vinieron despues.

...

—Madre se muy hermosa ¿Verdad?  —preguntó su primogénito con ojos añorantes de aprobación— ¡Es la mujer mas hermosa de todo el Imperio!

—Sin duda es muy hermosa —respondió Suleiman.

—Padre ¿Que otro regalo le darás a mi madre? —preguntó el niño lleno de curiosidad.

—Eso es algo que será un secreto para ambos.

—¡Entonces me ire! —exclamó levantándose de la mesa con presura— iré con mis primos, te amor madre —se despidió.

—También te amo querido hijo.

Una vez el niño salió del lugar la mirada de Suleiman se centró totalmente en su esposa quien como era su costumbre le sonrió con cierta timidez.

"La Sultana ha estado viéndose cada noche con ese hombre extranjero"

Las palabras de aquel guardia parecían casi imposibles de borrar de su memoria.

—Mi Sultan —le llamó— no debe darme nada más, su aportación a Constantinopla y los  preparativos de esta fiesta son mas que suficientes para mi, yo-

—Si hago  mas o menos es algo que decido yo, no tu Cerem —su voz sonó más cortante de lo que deseó en un principio.

—Lo entiendo —entonces aquella expresión alegre se esfumó— mi Señor... ¿Acaso...? ¿Acaso he hecho algo para molestarlo? 

—Nada de eso, por favor sigue comiendo, debes disfrutar de la paz que nos da este día antes de que la celebración comience.

—Comprendo —en los ojos de Cerem se notó aquella confianza ciega a sus palabras, al  fin y al cabo la mujer parecía acatar sus ordenes sin poner las mismas trabas que eran comunes con Hürrem.

Con el paso de los minutos el estomago de Cerem comenzó a sentir un incomodo cosquilleo, algo similar a lo que sentía cada vez que iba a vomitar debido al nerviosismo o el estrés.

—¿Ocurre algo? —preguntó el hombre a su lado.

—No es nada mi señor, solo estoy... Nerviosa —comentó severamente confundida por el sentimiento desagradable que la atacaba.

Antes de ir con Cerem, Suleiman visitó aquella pequeña habitación que el guardia había mencionado, no hubo sorpresa para él, pues era la misma que meses atrás había visto, un lugar pequeño y  alejado al que  solo su esposa e hijo tenían acceso.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora