Complicidad pt. 2

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Los días siguieron su curso y los preparativos para la fiesta de la anfitriona del palacio estaba casi terminados. Últimamente el callado palacio estaba lleno de ruido, ya sea por los pasos apresurados de los sirvientes cargando con los últimos detalles de la fiesta o por por los discretos murmullos que estos a veces intercambiaban como forma de pasar el tiempo.

Si algo les quedaba claro a todos los residentes del palacio era que los sirviente eran sombras que pocas veces eran percibidas por los visitantes. Un ejemplo de esto eran Ibrahim y Suleiman, quienes pocas veces notaban las presencia de los silenciosos sirvientes.

Personas quienes destacaban por su prudencia y su fidelidad hacia su señora. Una fidelidad que los llevaba a guardar secretos que ante personas comunes no eran tan... Agradables.

—Debemos apresurarnos —comentó Aysun emocionada.

—¿Que creen que le regale el Sultán a nuestra señora? —preguntó Fatima emocionada.

—Tal vez un cofre lleno de oro —especuló una sirvienta a su lado.

—O tal vez unos hermosos vestidos de la capital.

—Eso no sería muy util, la capital se viste de forma mucho mas descubierta, nuestra señora  moriría de frío.

—Eso es cierto —apoyó Aysun— además, los vestidos ostentosos no son del gusto de nuestra Sultana, ella es una mujer simple.

—Pero muy hermosa —afirmó Fatima— tan hermosa  que incluso el vestido mas ordinario la haría ver bien, estoy segura de que nuestra señora es mucho mas hermosa que la propia esposa  del Sultán.

—Fatima, no digas eso, el Sultán podría escucharte.

—¿Y eso en que nos afectaría? Si el Sultán me escuchara probablemente me daría la razón —expresó segura.

—Estoy totalmente de acuerdo con eso —declaró otra de las sirvientas.

—Dejen de hablar sobre eso y ayudenme a acabar con esto, debo ir a los aposentos de la Sultana para ayudarla a prepararse  —regañó Aysun.

—Si, si, no seas tan amargada Aysun.

—Dejala en paz Eliza, Aysun solo está de mal humor porque sabe que ahora Bali Bey está en un  pueblo rodeado por mujeres jóvenes y quizás muy hermosas —una pesada tela azul de terciopelo cayó sobre Fatima   despues de aquella afirmación.

—¡No me importa lo que pasé o no con Malkocoglu! —aseguró— ¡No seas infantil!

Las mujeres en el lugar estallaron en carcajadas. 

Tanta era su alegría que ninguna notó las miradas inquisitivas del Pasha y el Sultán quienes estaban a tan solo unos metros de ellas.

—Por favor dígame mi señor, que su regalo no consiste en unos costosos vestidos —se burló.

—Por suerte preparé mas de un regalo —comentó haciendo reír al Visir.

—Y dígame ¿Por qué uno de esos regaló implica que nosotros vistamos ahora como pordioseros?

—Tu mismo lo dijiste Ibrahim, la mejor forma de pasear por el pueblo es esta, ellos creen que tu eres un simple mercader y ahora creerán que yo soy un simple comerciante, será bueno pasear por el pueblo un rato.

—¿Hay algo que desee saber?

—Solo tengo curiosidad por cómo celebrará el pueblo este día. 

Ibrahim suspiró, al fin y al cabo no sonaba como una mala idea.

Ibrahim suspiró, al fin y al cabo no sonaba como una mala idea

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El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora