Fiesta

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—Vamos Cerem, debes dejar de llorar, has estado así la última hora.

—Lo lamento, solo estoy muy feliz de que el joven príncipe haya despertado después de tantos días.

—Todas estamos felices, por eso es un día de celebración y no de lágrimas —consoló la sirvienta envuelta en risas ante las lágrimas de su amiga.

—Muy bien muchachas, a trabajar, todo tiene que estar listo para la celebración de esta noche —ordenó Sumbul.

Cerem secó sus  lágrimas y se levantó con una alegre sonrisa, con eficiencia comenzó a tomar las sábanas que estorbaban el paso  y las plumas sueltas de las almohadas, pero su sonrisa tomó un respiro cuando vio aquellos destellos rojos de cabello pasar por la entrada del Harem.

—Señorita Hurrem, no la miraba tan alegre desde hace un rato —hablo una de las concubinas.

—¿Por que no he de estar feliz? Mi hijo y yo estamos sanos.

—Además, el primogénito del Sultán ha despertado.

—Si, eso también.

—Aún si su hijo nace con salud, es parte de nuestras costumbres que el hijo mayor del Sultán sea quien herede el trono —las otras mujeres asintieron.

—Yo siendo tu, rogaría por que ese bebé fuese una niña.

—¡Cuiden sus palabras! —reprendió Nurhan— están hablando con la madre de un príncipe y aun si Mustafa llegase a la edad del trono, sin una madre que lo proteja le será difícil llegar  a ser Sultán —Hurrem sonrió antes las palabras de su amiga.

—No le deseo ningún mal al hijo del príncipe, pero en el momento  en que mi hijo nazca, todas sabemos quien ocupará el corazón del Sultán además de mi.

Esas palabras hicieron temblar a Cerem quien rápidamente corrió fuera de la habitación con las sábanas aún en su mano.

—¡Ah! —su cabeza chocó abruptamente contra a una pared debido a esa manía de siempre mirar al suelo.

—¿Se encuentra bien? —preguntó un hombre al que supo reconocer casi en seguida.

—Así es Pasha, solo fui descuidada, perdóneme por interferir en su camino —antes de poder irse sus ojos divisaron la túnica de otro, al alzar un poco su mirada se encontró con aquella imponente imagen una vez más— su Majestad.

—Señorita Cerem, ¿A donde iba con tanta prisa que no vio el muro frente a usted?

—Iba a dejar esta rop- sabanas para lavar y... Después iría a ver al hijo de su majestad para llevarlo a bañarse.

—Bien si ese es el caso apresúrate.

Cerem no dudo en seguir corriendo en cuanto le dieron el permiso.

—Su nombre realmente le hace justicia, camina como una gacela temblorosa a punto de ser cazada —Suleiman rió ante el comentario de su amigo— ¿Le gusta ella su Majestad? —el hombre negó.

—Simplemente me causa curiosidad, hasta el día de hoy, a pesar de que la he visto muchas veces junto a mi Mustafa, no he podido verla correctamente ya que nunca levanta la cabeza.

—Su dilema es más fácil de lo que parece, solo ordénele levantar la cabeza y la verá.

Sin más el par de hombres siguió su camino.

—Mi pequeño príncipe —ella sonrió— que la luz de la luna nunca deje de iluminar tu camino —pidió con una sonrisa dando vueltas junto al niño quien reía contento ante los mimos— bien, es momento de comer, después podrás dormir un poco, necesitas descansar para estar bien esta noche.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora