Giana

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—¡Cerem!

—¡Pasha, Pasha! —gritó intentando ser escuchada por el hombre— ¡Ibrahim Pasha! —fue su ultimo grito, su ultimo suspiro de esperanza.

El fuego, los golpes, el dolor que sentía en todo su cuerpo no eran nada  comparados con la preocupación que le causaba los llantos de Mustafá, un llanto que cada vez se escuchaba mas lejos.

El fuego, los golpes, el dolor que sentía en todo su cuerpo no eran nada  comparados con la preocupación que le causaba los llantos de Mustafá, un llanto que cada vez se escuchaba mas lejos

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—¿Como me veo Giana?

—Hermosa —la concubina sonrió.

—Debo verme así, cuando el Sultán vuelva me llamará a sus aposentos y ahora si podré darle un hijo —aseguró sonriente.

—Allah la escuché —declaró la sirvienta sonriente.

—Dime algo Giana, ¿Que has averiguado de Cerem? —la sirvienta sonrió inocente ante la pregunta.

—Es una persona estúpida —respondió aún con su sonrisa— y muy manejable, tiembla como un cordero cada vez que la Sultana madre la mira.

—Eso es bueno, el Sultán se cansará e esa  actitud muy pronto.

—Pero... Ayla Hatun, aun si es muy tonta... El Sultán prometió llamarla a sus aposentos, en cambio a usted no la llama desde hace mucho —comentó con voz preocupada.

Giana era inteligente, sabía como sobrevivir en aquel nido de víboras, los años en ese lugar le habían enseñado como pasar desapercibida para el viejo Sultán, la sirvienta había sido paciente, esperó hasta que el nuevo Sultán ocupara el trono para  intentar hacerse notar, pero mil y un obstáculos interfirieron con el que ella llamaba, su destino.

Mahidevran era una mujer celosa y posesiva que siempre buscaba la atención del Sultán y que muchas veces se vengaba de las favoritas solo para dejaren claro quien era superior. Para su suerte esa perra murió como lo que era, un animal necesitado de amor.

Hürrem era aún peor; una esclava mimada que creía ser la dueña de ese palacio solo por haberse metido en la cama del Sultán, esa mujer  era tan imprudente que solo era cuestión de tiempo para caer por sus propias acciones.

Victoria en cambio era astuta, o eso creyó hasta que la estúpida extranjera decidió asesinar a los hijos del Sultán; Giana había vivido lo suficiente como para saber que despues de que  el niño naciera ella acabaría en una tumba sin nombre. Y  aún así ella era su mejor opción, la  necesitaba para  avanzar en la escala, así que cuando esta  la reclutó para poner a las concubinas en contra de Cerem ella aceptó  totalmente encanta.

—Conozco a Cerem desde hace años —susurró mientras peinaba el cabello  de la concubina— ella es...  —la duda se filtró en sus palabras— alguien que parece bueno, pero en realidad es peligrosa, siempre ha querido ser algo mas y por eso se esconde tras una fachada de victima perpetua, para tomar a todos desprevenidos, mi señorita, por  favor cuídese de ella —pidió mostrando preocupación.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora