Sinceridad

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Horas habían pasado dentro de la habitación, horas que parecieron minutos llevados por la fría brisa otoñal, el silencio prevaleció casi la mayor parte del tiempo, siendo  a veces interrumpido por alguna ocasional risa de Mustafá que no tardó en caer dormido.

Suleiman no se atrevió a preguntar el porqué de la palabra mamá, realmente no creía que la muchacha fuese capaz de inculcarle aquella palabra al niño sabiendo que podría acarrearle un castigo, y sinceramente no tenía demasiado interés en saber sobre aquello pues estaba demasiado cómodo con la muchacha en su pecho como para preguntar algo que probablemente arruinaría el ambiente.

—Cerem Hatun, es hora de- —Firial se detuvo al notar la presencia del regente quien miraba entretenido la imagen e su hijo y concubina dormidos sobre él.

—¿Que ocurre Firial?  —preguntó calmado.

—Yo... Nosotras vinimos a traer la comida de Cerem y también algunos insumos... —tres sirvientas tras ella miraban atónitas la escena.

—Déjenlo por allá y por favor traigan mas comida para mi y Mustafá.

—La madre Sultana lo estaba buscando, quería hacer una comida para usted y Hatice.

—Dígale a mi madre que prometo comer con ella por la noche, ahora retírense.

—Si su majestad —la mujeres dejaron los platos de comida junto a un gran tazón con agua y un paño blanco.

—Ya se fueron —preguntó la muchacha abriendo un ojo.

—¿Estabas despierta? —ella negó.

—Dormía, pero mi sueño es ligero, cuando entraron desperte, pero... Realmente no deseaba verlas —confesó.

—Entonces deberías seguir fingiendo dormir porque volverán en pocos minutos con mi comida y la de Mustafá  —la muchacha se acomodo ahora en la cama con Mustafá en su pecho, dándole un mayor espacio al Suleiman que no dudo en ponerse cómodo dentro de la pequeña cama.

Cuando la comida estuvo servida en su totalidad y la habitación volvió a estar sola, el par se sentó en una pequeña mesa dispuestos a comer  al menos a hacer el intento mientras Mustafá siguiese dormido.

—¿Por qué no comes?

—Realmente no tengo hambre —aseguró viendo la comida con cierto desagrado.

—¿Acaso estos platillos no son de tu gusto? 

—No soy quisquillosa con la comida, durante mi niñez consideraba una hogaza de pan duro  como un manjar —confesó— esto se ve realmente delicioso... Pero no tengo hambre.

—Debes comer para cuidar de tu salud, de lo contrario desfallecerás pronto —el hombre tomó un poco de pan y lo untó con una guarnición de su propio plato creyendo que este sería del gusto de la concubina— prueba esto —pidió manteniendo su mano con la comida cerca de la boca de la muchacha quien sin poner peros probó el platillo— 'No pensé que realmente lo aceptaría' —pensó impresionado ante la falta de cohibición de la castaña. 

—Gracias —dijo antes de comer de su propio plato.

—¿Para qué es el agua que trajeron?

—Es para lavarme... Generalmente soy ayudada por María, pero supongo que ella no entrará mientras su Majestad este aquí.

—Esa sirvienta y tú se conocen —ella negó— parece tenerte aprecio.

—Supongo que es lastima...

La comida siguió en silencio despues de esa afirmación hasta que en un momento dado el hombre se acercó al tazón para toma la toalla y lavar sus manos y las de su concubina.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora