Reclamos

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No dejó que la siguiera, no le dio tiempo a hablar, no era necesario, no estaba dispuesta a seguir siendo su saco de boxeo cada vez que se sintiera frustrado, había hecho bien o eso pensaba hasta el momento en que el Gran Visir  se paró frente a ella con una expresión de furia. 

—¡¿Has enloquecido?! —gritó Ibrahim— gritarle de esa forma al Sultán —el hombre caminaba intranquilo de un lado a otro, su piel había perdido el color ante la noticia que Maria le había llevado— ¡¿Quieres morir?! ¡Cuélgate! —retó— pero no provoques al líder de este Imperio.

—Si tanto teme por las represalias hablaré con el Sultán y le pediré que lo deje fuera de este asunto, no hablé en su nombre Ibrahim —contestó.

—No temo por mi vida, temo por la tuya  —planteó— no estoy dispuesto a enterrarte como al rest de mi familia  —aquellas palabras golpearon a Cerem— eres lo único que tengo y que puedo llamar familia, no estoy dispuesto a enterrarte, debes a prender a medir tus palabras, tu no eres así.

Los ojos de Cerem comenzaron a empaparse— Mi corazón duele Ibrahim... Mi orgullo ha sido pisado una y mil veces por el mismo hombre, pero soy yo la única que está obligada a olvidar  —el Visir comenzó a ceder ante el tono dolido de su hermana— pasé una noche terrible, todo mi cuerpo duele, mis piernas no dejaron de sangrar durante un largo tiempo ¡He cumplido mi deber y aún así tu me reclamas!

—Cerem, yo no-

—Esto era lo que deseabas, dijiste que era lo mejor para mi y para Mustafá, pero no puedo dejar de sentirme sucia, mi cuerpo no deja de doler y soy  yo quien tiene que enfrentarse a la vergüenza que trae la mañana, fui yo quien salió lastimada, el matrimonio, las cartas, su rechazo —las palabras de Cerem comenzaban a ahogarla, despues de aquel brote de ira solo quedaban rastros de vergüenza y dolor— ¡No quiero morir! —gritó desesperada— pero, pero yo... No puedo... No puedo estar con él, no soporto verlo, no quiero morir amando a un hombre que no me ama.

Ibrahim se sentó junto a su hermana y permitió que esta llorara en su hombro.

—Dolió mucho... Me esforcé por callar para complacer su capricho, y aún así me reclamó por que no quedarme a su lado, ¡Él se fue primero! Él se casó, él olvidó enviar cartas ¿Por que soy yo la mala? ¿Ah? ¿Por que soy yo la que debe callarse...?

—Así es este mundo —murmuró Ibrahim abrazándola— somos esclavos, sufrimos para poder vivir, lo sabes —la mujer no respondió, solo siguió llorando en brazos de su hermano.

Suleiman miraba los pergaminos y cartas en el escritorio que pertenecía a Cerem, muchas eran un simple reporte, otras eran correspondencia, al parecer ella y Gülfem habían entablado una buena relación, algunos pergaminos solicitaban ayuda y otros ...

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Suleiman miraba los pergaminos y cartas en el escritorio que pertenecía a Cerem, muchas eran un simple reporte, otras eran correspondencia, al parecer ella y Gülfem habían entablado una buena relación, algunos pergaminos solicitaban ayuda y otros hablaban sobre propuestas para mejorar la provincia.

—¿Esto no debería estar en su escritorio, Habbad Pasha? 

El funcionario trabajaba tranquilo en el escritorio de al lado, revisando el presupuesto que tenían para la recolección y almacenamiento de recursos.

—¿Que cosa su  majestad?  —era obvio que estaba nervioso.

—Las propuestas, los reportes y todo lo relacionado a la provincia ¿O es que acaso he elegido a un mal gobernante? —aquellos  documentos eran importantes, eso había mantenido a Cerem alejada, así que ante sus ojos la única solución para el regente era darle aquel trabajo al verdadero responsable de Constantinopla.

—Lo es mi señor, pero el pueblo ama a Cerem y le tienen mucha mas confianza que a mi, la Sultana- —el hombre se cohibió ante la mención del inexistente título— la señorita Cerem mantuvo en pie esta provincia durante meses antes de mi llegada, hizo todo lo que pudo para cuidar del pueblo y ganó su confianza, incluso los hombres mas cerrados confían en ella, esas cartas fueron traídas hoy por los representantes, por eso están en su escritorio y no en el mío.

—Cerem no está obligada a contribuir en la restauración de Constantinopla, ese es tu trabajo —regañó— su único deber es cuidar de Mustafá, como mucho debería responder a cartas de agradecimiento.

Antes de que el Pasha pudiera decir algo, las puertas de la oficina se abrieron.

—Necesitamos hablar —Beyhan no hacía el mínimo intento por esconder su furia y poco le   importaba la presencia del Pasha.

Suleiman y ella no habían cruzado palabra alguna en meses, Beyhan no lo perdonaba y él deseaba darle su espacio, pero ahora su hermana estaba parada frente a él con una expresión de ira contenida.

—Vayamos a mis aposentos —pidió levantándose de su asiento.

Ambos caminaron en absoluto silencio hasta llegar a la habitación, el hombre era muy consiente del temperamento calmado de la mujer así que se dio el tiempo para sentarse y acomodarse para un sermon o algún reclamo, pero no hizo mas que mirar la silla cuando el gritó de su hermana rompió la calma.

—¡¿Que crees que estás haciendo?! —exclamó llena de furia— ¿Como te atreves a tratar a sí a la madre de tu hijo? —¿Acaso Beyhan y Cerem se habían puesto de acuerdo para gritarle ese día?— ¿Tienes algo de conciencia como ser humano?

—No es tu asunto lo que pase entre yo y Cerem.

—No, no es mi asunto y tampoco de la servidumbre, pero ahora parece asunto es de todos pues tus reclamos se escucharon por todo el palacio, ¡Incluso los sirvientes oyeron los gritos! ¿No ha sido suficiente para ti? Ya la has humillado lo suficiente —regañó.

—¿Humillado? Ella fue quien salió de la habitación, yo fui quien quedó como el pobre imbécil, buscándola por todo el lugar como un mendigo a un pedazo de pan.

—¿Que esperabas? —preguntó ofendida— el sol no había salido muy bien cuando Maria llegó a mi habitación totalmente asustada por el estado de Cerem, ¡La sangre seguía brotando como un torrente! No tienes idea de la expresión que tenía en su rostro al ver que la sangre no dejaba de fluir, estaba tan asustada que no le importó correr por todo el palacio con solo una pijama, solo pensaba en la sangre ¿Sabes cuanto miedo debió sentir para hacer eso?

Ambos conocían el carácter de Cerem, ella no habría salido del lugar si las circunstancias le permitían seguir dentro, pero el miedo la había llevado a correr por el palacio en tal vergonzosa situación. Ese pensamiento estrelló a Suleiman contra la realidad, no se había contenido, se había dejado llevar por el fervor del momento, no había tenido consideración.

—Y para colmo tuvo que recibir a los representantes, mostrando una sonrisa ¿Acaso crees que necesitaba escuchar un reclamo? 

—No olvides a quien tienes frente a ti.

—¡Frente a mi está mi hermano! —bramó— el hombre que se autodenominó el esposo de mi cuñada, el mismo que fue incapaz de tener algo de condescendencia a pesar de saber que ella era totalmente inexperta.

—Ella es quien me está ignorando, ella es quien me gritó ¿Pero también es la víctima? —Beyhan guardó silencio por un instante, poco a poco la calma volvió a su cuerpo.

—¿Que esperaba Sultan? —la mujer volvió a trazar una línea entre ambos— ¿Que ella llorara en sus brazos? ¿Cuándo ha visto a una gacela llorar a los pies de un león? ¿Deseaba escuchar un te amo? ¿Un juramento de amor eterno? —su mirada se endureció— aunque está casado esperaba que ella mantuviera sus sentimientos a pesar de usted ni siquiera fue capaz de hablarle de su matrimonio directamente.

—Yo —Suleiman no sabía que decir, claro que lo esperaba, pero ahora sonaba estúpido.

—Usted es el Sultan, y si le pide cumplir su deber como concubina ella lo hará, pero no espere mas que eso, Cerem no siente nada por usted —culminó.

El Sultan - Mi LeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora