Capitulo 22

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Willow:

Me quedé completamente quieta frente a la puerta de mi casa, solo en verla los sentimientos de dolor eran los primeros en sentir todo lo malo que me traía dentro de ella.

Mis ojos se llenaron de lagrimas, negué con la cabeza saber que dentro de la casa había pasado algo tan fuerte y tan inesperado para nosotros como para mi madre.

Di unos cuantos pasos, abrí la puerta suavemente, la aparté viendo muchas cosas de los médicos forenses que habían venido a revisar la casa. Cerré la puerta adentrándome a ella, podía ver la humedad en la duela donde había recorrido el agua de la tina.

Daba pasos pequeños, subía las escaleras, sintiendo fuertes punzadas en mi corazón, llegué en la ultima mirando hacia la habitación de Wellia, mis lagrimas empezaron a caer sin poder controlarlas, las iba apartando suavemente, pero era difícil para mi estar en este lugar sin mi madre, sin Wellia.

Habían muchos numeritos por todas partes y unas cintas que acordonaban la entrada de la habitación. Removí las cintas, ellos ya habían hecho sus revisiones y no iban a volver. Las dejé caer en el piso entrando a la habitación, habían sabanas cubiertas de sangre, la tina tenía pequeñas marcas de ella. Llevé mi mano hacia mi pecho, cada vez mi corazón latía de una manera que estaría apunto de reventar.

Cerré los ojos suspirando con tanto dolor. Entré al baño rozando con mis dedos la orilla de la tina.

Willow: Ayy, Wellia, mi nena hermosa.

Me di la media vuelta saliendo del baño, su habitación pedía a gritos la presencia de ella, era como si su habitación tampoco entendiera lo que había sucedido.

Willow: si tan solo me hubieras dicho lo que estabas pasando.. No estuve como hermana para escucharte, no estuve para aconsejarte.

Salí del baño caminando hacia la ventana, mi reflejo de mi rostro con mis ojos tan hinchados de tanto llorar era lo que podía ver, empezaba a llover de una manera que se iba intensificando cada vez.

Willow: Hasta el cielo llora tu tristeza… Wellia… ¿Qué haré sin ti?

Mis manos abrazaban mi cuerpo, no quería sentir que mi vida también estaba teniendo ese sentimiento de tristeza, de saber que no iba poder salir adelante ante esto. Levanté mi rostro hacia el techo. Quería buscar respuestas, pero donde las iba hallar, no tenía nada de lo que la llevó hacer esto.

Willow: Si tan solo…

Bajé la mirada visualizando su escritorio donde estaba su computador, su móvil y hasta su portátil con muchos libros que estudiaba y se dedicaba a leerlos… Tragué saliva cuando miré un sobre…

“Para mi madre, Para Willow”

Me quedé completamente helada, no podía ni moverme, pero mi cuerpo pedía acercarme hacia ese sobre que llevaba nuestro nombre. Solté mi cuerpo de mis manos, mis piernas me empezaban a falsear, me sostuve de la orilla del escritorio, abrí y cerré mis ojos apartando mis lagrimas. Sostuve el sobre entre mis manos, pasé delicadamente mis dedos sobre la letra hermosa de nuestro nombre.

TUN… TUN… TUN… TUN… TUN..

El silencio reinaba en la habitación, mis manos hasta empezaban a temblar cuando abría el sobre, miré hacia adentro viendo una carta. La tomé dejando el sobre sobre el escritorio. Aparté mis lagrimas abriendo la carta. Di pasos hacia atrás sentándome en el sillón. A primera vista, podía ver que la había escrito mientras derramaba lagrimas.

Carta:

“Madre, Willow… sé que no tengo palabras ni cara para mirarla a los ojos… hoy me levanté con el la ilusión de ser esa niña que se convertiría en mujer, todo pintaba de la mejor manera, pero me di cuenta que esa imagen de ese hombre que tenía a mi lado, no era la que me había demostrado en todo este tiempo juntos…  Cerré los ojos por un momento, intentando calmar al nido de abejas que se encontraban en mi garganta. Mis ojos húmedos retuvieron las lágrimas que amenazaban con caer. Hice cuentas mentales y puse las cartas sobre la mesa sobre todo lo que callé, todo lo que con paciencia soporté. Había tomado una buena decisión, pues hasta la persona más estúpida habría sabido que lo mejor era decir adiós, aunque doliera. Es realmente triste dejar atrás a la persona con la que compartiste momentos irrepetibles, con quien sentiste cosas que jamás habías sentido, que te regaló los mejores pero también los peores días…y aún más triste es cuando estos últimos predominan, presagiando un final. He querido hacerme la tonta estos últimos meses, he querido fingir que nada pasa, que aquellas cosas que haces y sabes que me lastiman son una equivocación, que tu actitud cambiará y tu amor por mí será más fuerte que cualquier estúpido vicio o maña. He querido confiar en que todo mejorará, como tú tanto me repetías. Y entre más excusaba tu forma de ser, menos miedo tenías a fallarme. Entre más te brindaba mi confianza, más seguridad sentías al ocultarme las cosas. Quizá, entre más te amaba… menos intentos hacías por ser la mejor versión de ti para mí. Es verdad, me hice la despistada en espera de ver que realmente querías volver a intentarlo, que realmente lucharías, que demostrarías que me quieres en tu vida. Me hice la distraída hasta que me miré al espejo y descubrí que me estaba convirtiendo de verdad en una persona estúpida, una persona que no tiene el coraje de exigir lo que merece y no aceptar menos que eso. Una persona que sabe lo que vale y aun así lo calla con tal de quedarse con quien ama. ¿Y tú? Tú te convertiste justo en el tipo de persona que sabes que en otras circunstancias, jamás habría volteado a ver. Te volviste la típica persona que busca atención y se la malvive en vicios y mentiras. Te convertiste en alguien que ahora desconozco, de quien no me habría enamorado. Y aún con eso, me quedé. Me quedé a tu lado, esperando a que te dieras cuenta que me herías con tu actitud. Me quedé a ver cómo cada día eras menos la persona que amaba y más aquella persona que habría agradecido jamás conocer. Guardé tanto, tantas cosas que vi y callé para defenderte de mi propio desagrado. Quizá porque no quería tener motivos para alejarme de ti, quizá porque no quería darme cuenta… de que no me convienes. Y esa es la razón, por la que sé que tomé una buena decisión: Tú no me convienes; porque a pesar de saber qué me lastima, lo sigues haciendo; porque aunque te daba otra oportunidad, tú me seguías fallando; porque tu intento de ser lo mejor para mí duraba apenas un par de meses; porque ponías de excusa que si así te conocí, así debía aceptarte, cuando en realidad al conocerte tú decías que habías cambiado por mí; porque aprovechabas nuestros enfados para hacer cosas que sabes que me molestarían; porque no eres sincero… tú no me convienes.
¡Cuánta razón tenían, cuando decían que tú no eras lo mejor para mí! Y qué razón tenía yo al responder que si una persona te dice eso, automáticamente deja de ser lo mejor, porque simplemente no quiere serlo. Y eso pasó, que tú no querías ser lo mejor para mí, tú sólo buscabas placeres para ti mismo y que yo los soportara sin reproche. Tú no me convienes, y es lo que me repito cada momento desde que decidí ponerle fin a esto. Por más que llegué a amarte y por más cosas que vivimos juntos, no me convienes. Porque cuando decimos que al amar a una persona debes aceptarla tal cual es, no se refiere a las actitudes egoístas ni a las mentiras, sino a que puedes aceptar sus errores siempre y cuando después los corrija y de esta forma ayudarle a ser mejor. Y la peor parte de todo esto, quizá te toque a ti después, cuando me extrañes y te des cuenta de que no valoraste a quien tenías a tu lado. Lo más triste va a ser cuando extrañes una caricia en tu mejilla para antes de dormir, un mensaje preguntándote si todo está bien, un ‘avísame cuando llegues a casa, por favor’, unos ojos que te hagan saber lo importante que eres, unos labios que te dediquen canciones. Lo más triste será para ti, cuando te des cuenta de que yo era más importante que tus vicios. Y verás fotos de nosotros, cuando éramos felices… y te vas a acordar de cuántas veces te advertí que me alejaría si no cambiabas y tú no me tomabas importancia. Lo más triste será cuando veas que estoy bastante bien sin ti, que pude darme cuenta de que no era una prioridad en tu vida. Me verás con una sonrisa distinta y pensarás que he cambiado… pero no, lo único que habrá cambiado para entonces, es el lugar que tú tenías en mi vida.
Sin duda, tomé una buena decisión. Y lo sabes. Me tomaste a la fuerza delante de muchos hombres, arrebataste esa inocencia que día a día cuidaba para entregar a ese hombre que pasaría los días de mi vida junto a mi. Hoy sé que todo era a base de mentiras, no puedo vivir con eso en mi cabeza, la traición fue mucho peor de lo que me hubiera esperado. En tu conciencia sé que tendrás mi muerte para ahogar esa felicidad que sentías mientras gritaba que te detengas. Si, ya es demasiado tarde, pero mi muerte, marcará el inicio de un sacrificio mío que para ti no valió la pena. Espero que cuando tengas una mujer a tu lado, te des cuenta que soy la que te mirará a los ojos diciendo lo mal hombre que eres.
Fuiste el hombre que añoraba, pero me demostraste que tú Máximo Rizzolli, solo fui una mujer más que has destruido por completo. Con el dolor de mi vida y con lagrimas en los ojos te deseo lo peor Máximo Rizzolli”

Entreabrí mis labios mirando hacia en frente, la carta cayó de mis manos directo al piso. Negué con la cabeza, Máximo Rizzolli era el enamorado de mi hermana que abusó de ella entregando a varios hombres.

Capitulonsin censura. Mi Cielo... Mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora