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CAPITULO 128 JUICIO EN LA OSCURIDAD DE FONTAINE

Ubicación Desconocida...

Era un lugar donde el aire mismo parecía estar cargado de un peso invisible, una atmósfera tan densa que cada respiración se sentía como un esfuerzo contra una fuerza opresiva. La niebla espesa envolvía todo a su paso, sofocando cualquier rastro de luz natural y dejando que una oscuridad casi palpable lo cubriera todo, pesada y sin fin. Solo de vez en cuando, el cielo se rasgaba silenciosamente, surcado por relámpagos de una energía morada y azul. Estos destellos iluminaban el paisaje por un instante, revelando formas retorcidas de ruinas y sombras de criaturas inmóviles, como figuras atrapadas en un cuadro sombrío. La energía, sin embargo, no era simplemente luz; parecía tener vida propia, latente y sombría, y su sola presencia dejaba en el aire una inquietud inexplicable, como si uno estuviera siendo observado desde las mismas sombras.

El ambiente, en su quietud inquietante, estaba lleno de ecos lejanos, susurros indescifrables y sonidos extraños, como si el mismo lugar estuviera vivo, o peor aún, consciente de quienes osaban adentrarse en él. Esta atmósfera cargada y expectante añadía una capa de tensión palpable, haciendo que cada paso estuviera al borde del peligro, como si la oscuridad misma aguardara, paciente y hambrienta, por algo más que meros viajeros.

Que nadie puede entenderme...

¿Cuándo va acabar esta mentira?...

Una espada completamente agrietada se clavaba en el suelo sosteniéndose alguien cayendo un gran charco de sangre siendo que era una gran cantidad escuchándose la agitación de aquella persona, su rostro estaba casi cubierto completamente de sangre, sus pies temblaban como si en cualquier momento fuera a derrumbarse, las heridas de su cuerpo eran muy grandes y profundas.

¡¡Llevo 500 años!!... ¡¡500 años!!...

Me siento muy sola... sola... esperando algo que nunca va a llegar...

Era tal las heridas que incluso en algunas partes de su cuerpo se podían ver parte de sus huesos, en algunas partes le faltaba carne, su ropa estaba completamente desgarrada, su cabello llegaba casi hasta su cintura, sus dedos estaban llenos de sangre, aquella persona levanto la mirada.

En el cielo se abrían grietas, como heridas en la misma tela de la realidad, dejando escapar fragmentos de una energía color morada como el espacio que parecía filtrarse desde algún lugar profundo e inalcanzable. Estas brechas arrojaban destellos de una luz extraña, inquietante, que no pertenecía a ningún mundo conocido; destellos que bailaban como partículas de polvo cósmico, suspendidas en un vacío que parecía interminable. Cada fisura era un recordatorio de la corrupción latente, un símbolo de cómo este lugar había sido desgarrado por fuerzas que desafiaban la razón, como si la misma realidad estuviera al borde de colapsar en la oscuridad insondable del Abismo Profundo.

Delante de él, las criaturas abismales comenzaban a rodearlo en un silencio inquietante. Los Hilichurls, deformes y sombríos, avanzaban lentamente, sus ojos brillando con un destello sobrenatural, como si la misma oscuridad los guiara. Sus movimientos eran irregulares, casi bestiales, y sus respiraciones eran apenas audibles, cargadas de hostilidad contenida. Más atrás, los Magos del Abismo se acercaban flotando, envueltos en mantos de sombras retorcidas, murmurando palabras que parecían susurros de un mundo olvidado. La energía corrupta que los envolvía chisporroteaba a su alrededor, como si la estuvieran canalizando, lista para ser desatada.

El suelo alrededor de él también parecía tomar vida. Hongos fosforescentes estallaban en un resplandor verde enfermizo, iluminando apenas las siluetas de las criaturas en la penumbra. Las plantas venenosas se erguían, sus espinas y hojas retorcidas goteando una savia oscura, y de las sombras surgían bestias informes, como si la propia oscuridad se hubiera fusionado con ellas, aguardando el momento de atacar. Todas las creaturas parecían cerrarse a su alrededor, y cada criatura y planta se tensaba, lista para atacar, como si fueran un solo organismo, hambriento y paciente, esperando su oportunidad de envolverlo en la profundidad de su corrupción.