El té de jazmín reposaba frío cuando Antoine regresó. Ambas nos recostábamos en las sillas, lánguidas tras la conversación que habíamos mantenido, y Jeanne recuperó la sonrisa al ver a su prometido aparecer en la sala. Se levantó y acudió con muchas preguntas. La tranquilizó y la guio de nuevo hasta su asiento, sentándose él entre las dos. Yo no quería mirarlo, aterrada de lo que hubiera podido pasar en la ciudad.
- ¿Qué ha ocurrido? ¿Habéis dado con él? – no aguantó Jeanne.
- Thomas Turner no sabía exactamente de quién se trataba, pero su cicatriz nos ayudó mucho. Preguntamos al alcalde, en la taberna de Louis..., pero fue el reverendo Denèuve el que supo darnos alguna información sobre él. – yo esperaba a que terminara, impaciente. – Es un joven de la tribu de los ojibwa. Parece ser que es el hijo mediano del hechicero.
- ¿Hechicero?
- Un chamán. Un sabio. – intentó explicarnos. – No sé muy bien qué significará ser hechicero para ellos..., alguna suerte de brujería indígena. El caso es que no hemos podido averiguar más, ni siquiera su nombre, pero sabemos que su madre es la hermana del jefe de la tribu y se llama Mitena. Con esos datos podemos dar con él. Thomas Turner ha tratado con los ojibwa de esas tierras, viven a unos cuantos kilómetros de aquí a caballo, cruzando el lago.
Era la primera vez que escuchaba la palabra "ojibwa". Me sonó extraña y distante. Me pregunté si aquella denominación haría referencia a todos los salvajes o a una tribu concreta. ¿Cuántas malditas tribus habría?
- ¿Cómo es posible que el reverendo supiera su identidad? – preguntó Jeanne.
- Parece ser que tienen buena relación con él. El padre quiere que sus hijos aprendan inglés o francés, pero éstos se niegan. Los ha visitado alguna vez en su poblado. Al menos, eso es lo que nos ha dicho.
- ¿Que los ha visitado en su poblado? – se escandalizó. - ¿Son peligrosos?
- Si no les molestas, no. Viven bastante alejados de nosotros. No les interesa crear conflictos, al fin y al cabo somos nosotros los que los mantenemos con los intercambios. Aunque no sería prudente fiarse, son orgullosos. No iniciarían una afrenta porque sí, pero si tuvieran motivos..., lucharían por imponer respeto. Thomas Turner los conoce bien. Hace un par de años hubieron algunas muertes. Un oficial mató a un joven de la tribu por cabalgar cerca de su propiedad. Los ojibwa siempre vengan a los suyos. – de pronto, me miró fijamente, sin escapatoria. – Catherine, precisamente era de esto sobre lo que quería hablarte. No es solo la opinión del señor Turner, sino la mía propia: debes de ser sincera conmigo y responderme con claridad si ese indio te hizo algo. – mi hermana se revolvió en la silla. – Jeanne, es ella la que debe responder. – volvió a mirarme. – Dime, querida, no tengas miedo. Necesito saber qué ocurrió exactamente. No podemos presentarnos en el poblado con el comisario porque sí, iniciaríamos una reyerta. La tribu lo interpretaría como un desafío. ¿Entiendes lo que te digo?
Le asentí con un nudo en la garganta. Tenía los puños cerrados y hundí las uñas en la carne hasta que me hice daño. Antoine estaba en lo cierto. De ningún modo quería causar una batalla. No era tan estúpida. Tomé aire y respondí:
- Solo estaba mirándome.
Desde detrás de la valla. Con esos ojos nocturnos. No iba armado. No se acercó. Parecía estar admirando mi trabajo con una media sonrisa enigmática.
- ¿Nada más?
- Nada más. – suspiré, agotada sin saber por qué.
- Bien. – añadió con lentitud. – No podemos presentarnos en el poblado a pedir explicaciones porque te estuviera mirando, lo lamento mucho. – me agarró la mano. – Sé que es injusto, te asustó, nos asustó a todos, pero no estamos en una posición de ventaja para crear conflictos innecesarios con los salvajes. Solo conllevarían la muerte de gente inocente. Estoy seguro de que lo entiendes, ¿verdad, querida? – agradecí la caricia en mi mejilla. – Te aseguro que yo soy el primero que considera que es injusto. ¿Lo entenderás?
- Sí. Gracias, Antoine. – murmuré.
- No es un joven mucho más mayor que tú. Quizá estaba pastando cerca con su caballo y quiso curiosear. El reverendo nos ha asegurado que es un buen chico, jamás ha dado problemas.
- ¿Y qué hay del agua? Iban armados. Saben dónde vivimos. – contraatacó Jeanne.
- No puedo arriesgarme a un enfrentamiento sangriento porque dos salvajes nos pidieran agua. Lo han hecho más veces. Nunca le negaré la ayuda a alguien en necesidad, me resulta irrelevante si es ojibwa o blanco. Si Thomas Turner no hubiera cogido su fusil, ellos no hubieran desenfundado las armas. Debemos comportarnos como personas civilizadas.
Ante tales palabras, Jeanne no encontró argumento. Y yo..., yo me sentía profundamente avergonzada. Con mi necesidad de venganza infundada, había caído tan bajo en el respeto que me costaba mantenerle la mirada a Antoine. Ya no vivía en un mundo en el que mis necesidades eran prioritarias, en el que otros podrían acabar con la vida de cualquier sirviente que me mirara de una forma que yo considerara desagradable. El castillo en el aire se había roto. Ahora, tenía responsabilidades. Debía adaptarme. A nadie le importaba mi condición de noble: el sueño único y último era la supervivencia.
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(PRONTO A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuego
Historical FictionEn los albores de la lucha por los territorios conquistados en Norte América, Catherine Olivier, una joven francesa de buena familia, viaja hasta Quebec junto a su hermana Jeanne para iniciar una nueva vida. Sufragada por sus propios miedos y pérdid...