Rehuí los ojos inquisidores de mi hermana cuando salí del tipi de Honovi y nos encontramos en la tienda personal de Mitena. Nadie dijo ni una sola palabra, a pesar de que estaban luchando contra las ganas de sonsacarme cada detalle. De pronto, una ardilla revoltosa se lanzó a mis piernas: era Wenonah. La abracé con fuerza e informé a Antoine de que Honovi deseaba platicar con él y Onida en privado. Cuando se marcharon, solo restamos las mujeres. Yo no podía dejar de pensar en Namid mientras nos trenzaban el cabello. Huyana estaba algo taciturna, pero luchaba por ser amable. Jeanne las hacía reír con sus gestos exagerados. Y mi mente..., mi mente estaba muy lejos.
Regresamos a casa antes de que anocheciera, mas no tuve oportunidad alguna de encontrarme con Namid. En cierto modo, era mejor..., necesitaba valerme de la soledad para ordenar mis ideas. Estaba subiendo las anchas escaleras para acogerme al amparo de mis aposentos cuando la voz sopesada de Antoine me detuvo:
— Vayamos a mi despacho, debo hablarte.
Jeanne se nos quedó mirando, junto a su esposo, pero lentamente inclinó la barbilla y se apartó de él para subir la escalinata. Al llegar a mí, me besó la frente con delicadeza y susurró:
— No os acostéis tarde, pajarito.
Florentine encendió los candelabros y tomé asiento en una de las dos sillas situadas frente al desordenado escritorio de Antoine. Los libros se apilaban por doquier junto a numerosos planos y papeles arrugados.
— ¿Qué ocurre? — inquirí con cautela.
— La escuela está en marcha — dejó ir por fin una sonrisa. Mi interior se revolucionó —. Aquí les enseñaremos.
— ¿Jeanne está de acuerdo? — me entró la risa, sin poder creérmelo.
— Tu hermana solo desea que seas feliz. Bajaría la luna a tus pies si pudiera.
Me pregunté por qué sería capaz de bajar la luna, pero incapaz de aceptar a Namid como un pretendiente serio.
— Tendremos que habilitar la vivienda. Por el momento no podremos emplear el establo, será utilizable después del invierno.
— Ayudaré en todo — le agradecí. ¿Estaba loca por ignorar el peligro?
— No me cabe ninguna duda, Cat —volvió a sonreírme—. Honovi casi rompe a llorar de alegría.
En silencio, me miré las rodillas con cierta felicidad.
— ¿Cómo se encuentra tu hermana? — me dijo de pronto.
— ¿Jeanne? — fruncí el ceño, extrañada. Al elevar la vista, me encontré con la preocupación de su semblante, a pesar de que intentaba ocultarla.
— No tengo a nadie más a quién pedirle consejo sobre esta materia...
— ¿Qué sucede? ¿Habéis discutido? — me preocupé.
— Ella... — titubeó —. No conseguimos concebir un hijo.
Antoine agachó la cabeza, algo avergonzado, y yo me ruboricé al escuchar sus angustias.
— No debería haberte dicho nada, lo lamento... — se arrepintió rápidamente, levantándose.
— En absoluto — lo paré —. Agradezco que lo hayas compartido conmigo. Sin embargo..., yo..., no soy docta en estas materias...
— Me moriría aquí mismo si cupiera la posibilidad de que Jeanne estuviera enferma — continuó hablando, más consigo mismo que con otra persona —. Quizá sea yo el problema...
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(PRONTO A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuego
Historical FictionEn los albores de la lucha por los territorios conquistados en Norte América, Catherine Olivier, una joven francesa de buena familia, viaja hasta Quebec junto a su hermana Jeanne para iniciar una nueva vida. Sufragada por sus propios miedos y pérdid...