Encendí una vela en honor a Santa Catalina y recé un par de oraciones más hasta que Jeanne regresó junto a Denèuve. Vi que tenía los ojos llorosos, pero una expresión de liberación poblaba su rostro. Se acercó y me susurró al oído:
- Quiere enseñarte la iglesia.
Sin mediar palabra, accedí y Jeanne se sentó en el mismo banco que yo había ocupado para realizar sus ruegos. El reverendo me hizo seguirle y dejamos atrás la capilla. Me guio hasta el claustro, coronado por una enorme fuente en su centro y envuelto por extensiones de hierba muy bien cuidadas. Nos cruzamos con un par de curas que nos saludaron con religiosidad. Empecé a inquietarme cuando me llevó hasta una pequeña habitación. Estaba repleta de mesas y de un escritorio viejo en la última pared de la estancia. Parecía un aula. Me invitó a sentarme y él se situó cerca. Tragué saliva, preocupada.
- Tenía el deseo de hablar un poco con usted, señorita Catherine. – rompió el silencio. – Esta es una de las aulas que empleamos para nuestras lecciones, nadie nos molestará, siéntase como en su propio hogar.
Lo miré directamente, asustada, cuando me tomó de la mano.
- ¿Cómo se encuentra, querida? Su hermana me hizo saber que se sentía usted muy decaída y apenas salía al exterior. Por eso me ha congratulado tanto que haya venido a vernos. Aquí siempre será bienvenida. Dígame, ¿le ha ayudado su visita?
Ni por asomo iba a contarle a aquel clérigo mis penas. Me costaba horrores hacerlo con Jeanne, a veces, por no decir, siempre, ni siquiera se las confesaba a ella. Dios ya había escuchado mis plegarias, era suficiente.
- Sí. Orar siempre me ayuda a sentirme mejor. – murmuré.
- Venga más a menudo. Sé que los últimos acontecimientos no han sido muy beneficiosos, — me estremecí al entender que se refería a la pérdida de mis progenitores. – pero no deseche a Quebec y a sus gentes sin antes darles una oportunidad. Esta ciudad está llena de personas sin rumbo, de familias que han venido en busca de una nueva vida, una mejor, y todos somos hermanos y nos ayudamos mutuamente. Déjenos hacerle las angustias más llevaderas, no le infligiremos daño alguno. Es usted joven, bella, y no le faltan aptitudes, escuche atentamente lo que le digo. – me acarició la mano con calma. – Su hermana está a punto de dar un paso muy importante y la necesita a su lado. Obedezca y no dé la espalda a su bienestar. Todo irá bien, ya verá. ¿A que la ciudad no es tan tenebrosa?
- No. – mascullé.
- Bien. – me apretó la mano contra la suya. – Debe saber usted que yo soy un amigo, no un enemigo, y que puede acudir a mí en cualquier momento, sea lo que sea lo que necesite. Debe de recuperar la alegría, solo entonces será el momento idóneo para seguir los pasos de su hermana y unirse en sagrado matrimonio, pero no antes. Lo primero es lo primero, ¿comprende? Habrá tiempo para todo. No tiene por qué angustiarse. No le mentiré y le diré que Quebec es como París porque sería incierto, pero existen oportunidades en muchos otros lugares. Haga caso a su hermana, ella la guiará. El señor Clément también, es un hombre hecho a sí mismo. La aprecia enormemente, ¿sabe? Estaba al borde del ataque nervioso cuando vino a verme con el señor Turner. – el corazón me dio un vuelco cuando dijo aquello. – Es normal que estuviera asustado, apuesto a que usted también se atemorizó. Debe ser prudente, debe guardar respeto a los indios, pero no temerles. Gracias a dios, vivimos en relativa paz. Yo conozco a la mayoría de ellos, los que viven a varios kilómetros de su vivienda, y son personas excepcionales. Suelo enseñar a los niños de la tribu en estas aulas, cuando algunos mentecatos no me amonestan por tratar con salvajes. Tenga la mente abierta, señorita Catherine, pero no olvide sus obligaciones.
Jeanne me recogió entre sus brazos cuando volvimos a reunirnos con ella. Analizó mi expresión con la intención de dilucidar si estaba afectada por mi charla con el reverendo Denèuve, pero lo cierto es que él se adelantó:
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(PRONTO A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuego
Historical FictionEn los albores de la lucha por los territorios conquistados en Norte América, Catherine Olivier, una joven francesa de buena familia, viaja hasta Quebec junto a su hermana Jeanne para iniciar una nueva vida. Sufragada por sus propios miedos y pérdid...