Wiiwan - Su esposa

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No pude pegar ojo en toda la noche. Permanecí boca arriba, tumbada sobre la cama, observando cada uno de los detalles de la sortija que Étienne me había entregado. Al principio lo hice bajo el amparo de la luz que irradiaba la vela de la mesita de noche, pero ésta no tardó en consumirse totalmente, dejándome en la más absoluta oscuridad. Ello no me impidió que la siguiera tocando entre los dedos hasta conocer todas sus texturas y ondulaciones. Me costaba creer que él me hubiera dicho aquellas palabras. Estaba todavía conmocionada cuando, en el más pronto amanecer, bajé a la cocina.

— ¿Qué hace despierta a estas horas, señorita Catherine? — fue lo primero que me dijo Florentine nada más me vio entrar.

— Insomnio — añadí, sentándome en una de los taburetes de madera en los que las criadas se sentaban para desplumar a los pollos.

Florentine sabía que tenía que contarle algo, por lo que ordenó al resto de trabajadores, desde la cocinera hasta la dama de llaves, que se marcharan de allí hasta nuevo aviso y se centraran en otras tareas de la casa. A solas, no tardó en preguntarme qué era lo que me pasaba.

— Toma.

Abrió los ojos como platos al ver aquel anillo sobre su mano.

— ¿Qué es esto? No puedo aceptarlo — me lo devolvió como si estuviera envenenado.

— Me lo ha regalado Étienne.

Florentine frenó en seco. Miró la joya por segunda vez.

— ¿Cómo?

— Étienne ha venido a mi habitación esta noche.

— ¡Dios mío! — se escandalizó. Dejó lo que estaba haciendo y se sentó frente a mí —. Cuéntemelo todo.

— Estaba escribiéndole a Annie. Llamó a la puerta y me dijo que necesitaba hablar conmigo sobre algo importante. Parecía muy acongojado y le invité a pasar.

— ¿Qué le dijo? — se impacientó.

— Me confesó que estaba enamorado de mí — suspiré.

— ¡Virgen santa! — se tapó la boca con una mano —. ¿Le ha pedido matrimonio?

— No..., sólo me hizo saber que albergaba sentimientos por mí y que quería que yo lo supiera antes de que se marcharan de vuelta a Montreal.

— ¿Y por qué le dio este anillo? ¡Dios mío! — comenzó a abanicarse.

— Dijo que me esperaría. Es una promesa. Desea que se lo devuelva la próxima vez que nos veamos si le sigo sin corresponder...

— Pero..., ¿usted lo rechazó?

Florentine había fantaseado con que yo pudiera haber encontrado a Étienne interesante. Era muy buen partido, además de atento y de parecer agradable.

— Yo no le quiero, Florentine — añadí con angustia —. Lo aprecio verdaderamente, pero mis afectos no trasvasan los de la amistad. Él lo comprende.

Mi criada se quedó unos segundos mirando al vacío del suelo hasta que me devolvió el anillo y comentó:

— Pobre joven..., debe de tener el corazón roto. Por un momento pensé que quizá usted pudiera estimarlo más allá de la cordialidad. Estaba totalmente embelesado..., todas las criadas lo comentamos durante el baile. ¿Está segura de su decisión? Si accediera, estoy segura de que ni los señores Clément ni su hermano tendrían objeción. Es un buen enlace.

— Tengo catorce años, Florentine. Aún soy joven, tengo tiempo para poder conocer a alguien por quien desarrolle sentimientos profundos — me quejé porque no podía evitar sentirme culpable —. No se puede forzar al corazón, tú me lo has repetido muchas veces. Sería más injusta si lo aceptara desde la deshonestidad.

(PRONTO A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora