El 3 de julio de 1754, tal y como había predicho Thomas Turner, la primera batalla entre ambos bandos se llevó a cabo en Great Meadows. Los franceses, como consecuencia de la mala estrategia de los británicos y las anexiones de otras tribus indígenas a su favor, consiguieron vapulear a las tropas de George Washington, destruyendo Fort Necessity y obteniendo menos de diez bajas en sus filas. Las malas lenguas hablaban de unos seiscientos milicianos franceses en contraposición de unos cuatrocientos casacas rojas, de los cuales, la gran mayoría habían sido capturados por sus enemigos. Las callejuelas de Montreal rugían con la aplastante victoria, henchidas de una confianza pasajera. A pesar de haber vencido, estaba totalmente segura de que los ingleses se replegarían y planearían una venganza posterior que influiría en el transcurso de la guerra. No iban a rendirse así como así.
Dada su escasa formación militar, Antoine no había sido enviado a filas: los generales habían establecido que les servía de mayor uso en los otros fuertes de la frontera. A través de sus cartas supimos que estaba sano y salvo. Por otros medios también descubrimos que Nahuel, mi buen amigo, había cabalgado codo con codo junto a los casacas azules, convirtiéndose en una guerrero decisivo para la toma de Fort Necessity. No se hablaba de otra cosa en el mercado, en la parroquia, en las tabernas..., durante aquella especie de tregua con los indígenas, la tribu hurón se erigía como un ejemplo de amor por la monarquía y el orden. A mí, sus vacuos halagos me hervían la sangre: ¿qué ocurriría con ellos cuando ya no fueran de utilidad?
El verano era pesado y caluroso, uno de los más densos que se recordaban, y lo que había comenzado con una visita puntual del mercader, se había transformado en un traslado. Poseía su propia habitación y no parecía tener prisa por regresar a su hogar, si es que en realidad Thomas Turner tenía alguno. Ni Jeanne ni yo deseábamos que nos dejara: gracias a él, nos sentíamos acompañadas y alegres. Me había enseñado multiplicidad de saberes en aquellos meses..., no sólo a disparar con mayor precisión, sino también a emplear los cuchillos y a pelear cuerpo a cuerpo. Sin duda alguna, mi talento residía en montar y disparar, pero sus lecciones habían aumentado mis posibilidades de defensa en caso de ataque. Habíamos compartido libros y realizado un par de expediciones. La intimidad entre ambos se había reducido considerablemente y era ya una costumbre tertuliar hasta altas horas de la noche. Me gustaba cómo lucía la atención en sus ojos cuando me escuchaba contarle mis impresiones. Hasta me había atrevido a enseñarle mi primera composición de clavicordio: "Ojos miel". La primera vez que la toqué para él, Jeanne y Florentine, las lágrimas me mojaron las palmas de las manos en movimiento. El aplauso sonó amargo.
— Si pudiera escucharla, se quedaría a su lado para siempre — musitó tras quedarnos a solas, como de costumbre.
Al igual que Étienne, Thomas Turner eludía el nombre de Namid. Desconocía el por qué. Quizá así lo sentía menos real, menos doloroso. "Él no puede estar encerrado en mi caja de música", pensé.
— Es una pieza bellísima. Ha conseguido plasmar con maestría las emociones.
— Prefiero plasmar las mías, ¿sabe? — repuse, pensativa —. Namid es incomponible. Su aroma, su bondad, no pueden atarse a una tecla amarillenta.
El mercader se me quedaba mirando y yo sabía que anhelaba preguntarme por mis sentimientos, incluso por Étienne, con la esperanza de que tener un hueco en mi corazón. Sin embargo, permanecía en silencio y terminaba por sonreírme. A veces me paraba a analizar el momento en que nos conocimos..., era tan despreocupado, tan descarado..., yo tan asustadiza, tan diminuta. Ya no éramos los mismos. Sus pupilas rápidas no temían posarse en las mías con intensidad y la antigua Catherine, enterrada entre ceniza y lodo, se revolvía en su tumba al mantenerle la mirada con temeridad. Era un juego de poder, como lo era todo lo demás en la vida, y no me atemorizaba jugarlo. Deseaba enfrentarme a él, al mundo entero, aunque mi alma solo buscara entregar amor a toda costa.
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(PRONTO A LA VENTA) Waaseyaa (I): Besada por el fuego
Historical FictionEn los albores de la lucha por los territorios conquistados en Norte América, Catherine Olivier, una joven francesa de buena familia, viaja hasta Quebec junto a su hermana Jeanne para iniciar una nueva vida. Sufragada por sus propios miedos y pérdid...