Prólogo - Vinny

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Las campanas de la escuela retumbaron por todo el edificio. El sonido fue seguido inmediatamente por sillas arrastradas, murmullos, y la voz del profesor inútilmente recordando algo sobre alguna prueba que todos terminaron por ignorar. Vinny, todavía adormitado, se frotó los ojos con el dorso de las manos. Bostezó y se puso de pie, guardando con movimientos aletargados todo su material de regreso en su mochila.

Se la echó al hombro y caminó hacia el frente de la clase, ahora casi desierta. El profesor parecíó incomodarse con cada paso que daba, y Vinny se molestó de inmediato. Bajó la mirada al escritorio, donde había una pila ordenada con papeletas de cada estudiante. Vinny puso una mano sobre ellas y esperó hasta que el profesor se incomodase por el silencio.

-Ah, Vincent -dijo, tropezando con las sílabas-. Está bien si entrega la tarea mañana. Estaré en mi cubículo.

-¿Y qué tal si no quiero traerla mañana? -Vinny preguntó. Alzó la mirada de nuevo, y el profesor la apartó de inmediato.

-Cualquier día está bien. Digo, no es el fin del mundo... -tartamudeó. El chico lo estaba poniendo a prueba, no era la primera vez que lo hacía, y sin embargo el resultado se mantenía siempre igual: esta indulgencia que Vinny no había pedido pero de la que no podía escapar por más que sobrepasara los límites de la escuela.

Vinny soltó un puñetazo sobre las papeletas. -Es una broma, ¿cierto? -gruñó. Soltó su mochila sobre el escritorio, sacó su tarea, y se la ofreció. El profesor se limitó a tomarla y observar en silencio mientras Vinny bufaba y caminaba hacia la puerta, empujándola con el hombro.

Una vez en el pasillo, las miradas se voltearon hacia él. El resto de transeúntes lo examinaron por un momento antes de regresar a sus propios asuntos, y solo tres pares de ojos se mantuvieron sobre el chico. Los Tres John, sus fieles y únicos seguidores. Vinny se apartó el cabello alborotado de la frente y empujó la mochila sobre los brazos de uno de ellos, girando al mismo tiempo para caminar pasillo abajo. Los otros lo siguieron.

Caminó con la frente en alto. Jamás había sido de los más altos de su clase, y parte de él había esperado que con los dieciocho años de edad viniera también un crecimiento mágico, sin mayor suerte. A menudo debía alzar la mirada para encontrarse con los ojos cuestionadores de sus compañeros, y entonces Vinny sacaba su orgullo, dejando que se abriera paso hasta sus labios, curvándolos en la sonrisa más confiada posible, y que encendiese sus ojos café hasta volverse la autosuficiencia personificada. Asqueados, los demás volteaban y el chico podía darse el lujo de cruzar los pasillos por el centro sin que nadie le obstaculizase el paso. Atrás suyo, los Tres John se esforzaban por no quedar rezagados.

Los cuatro formaban un grupo peculiar. Vinny a la cabeza, sus ojos fijos en lo que había frente a él, y los tres chicos terriblemente diferentes siguiéndolo a paso apresurado. A su derecha, Johnny Bell: bajo, pecoso, con cabello muy corto y mirada perpetuamente preocupada desde la ocasión en que Vinny le ordenó que buscara una gasa para un corte bastante feo en su mano. A su izquierda, John Hill: alto, piel blanca como el papel, pómulos prominentes y rostro serio; no sonreía, porque había algo extraño en la posición de sus dientes, y ya Vinny le había enseñado que no valía la pena prestarles atención. En medio de ellos dos, el último, que solía pasar desapercibido: John Rake. El chico más común y corriente que cualquiera se imaginaría para un estudiante de secundaria; ni muy alto, ni muy bajo, ni muy flaco, con corte de cabello estándar bajo las regulaciones de la escuela y mirada tranquila. Era miembro del equipo de béisbol, y de no haber entrado Vinny a interrumpir una práctica, los dos chicos jamás se habrían conocido.

Nadie adivinaba cómo el grupito se había juntado. Vinny no se molestaba en cuestionarlo, todo terminó siendo parte de su plan: conseguir unos cuantos tipos que lo siguieran, que lo animaran, y de preferencia que no supieran exactamente quien era él. De nada serviría que las personas se arremolinasen en torno a Vinny si solo les importaba su apellido y cualquier influencía que imaginaban él debía tener; si los Tres John se mantenían junto a él aún después de enterarse de su reputación, ¿no significaba eso que Vinny había hecho algo bien? Esperaba que fuese el primer éxito de muchos por venir.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora