Intermisión 3: Craig y el Primogénito de Oro (Parte 9)

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Escuchar a Dominic discutiendo con un abogado fue inesperadamente angustioso. Ian, Henry, y Craig estaban aún sentados en la pequeña sala del segundo nivel en la residencial de la servidumbre, mientras Dominic deambulaba de un lado al otro diciendo términos muy técnicos y complicados con su voz profunda y seria. Las únicas palabras que Craig reconoció fueron "declaración" y "responsabilidad". La realidad de la situación fue entonces inescapable.

—No debes temer —Ian intervino—. Dominic sabe lo que hace. ¿Por qué no nos ocupamos en algo más? ¿Tienen hambre?

Henry suspiró.

—No todo puede solucionarse con comida, Ian —Henry dijo, escuchándose un poco débil.

Craig sopesó la opción. En realidad, no tenía mucha hambre, pero le fascinaba la idea de comer algo sin que Riff e Ingram tuviesen la menor idea sobre ello.

—Yo podría comer —dijo.

Ian sonrió y se puso de pie. Dominic parecía ocupado, así que Ian y los chicos bajaron al primer nivel, a la pequeña cocina de la servidumbre, para preparar sándwiches simples.

Craig concentró su mirada en la ventana junto a la cocina. Los jardines de la mansión Melville eran más amplios de lo que habría creído, y desde allí podía ver la fuente averiada que Ian había mencionado antes. Había también un bungalow amueblado junto a una enorme piscina cuyas aguas se mantenían pacíficas, y de repente Craig se sintió avergonzado porque no podía nadar. Observo a Ian en sus preparaciones sobre la encimera de la cocina y pensó que tampoco podía cocinar.

Como si adivinase el espiral de negatividad de Craig, Henry lo tomó de la mano.

—Quédate hoy —Henry dijo en voz baja, solo para ellos dos—. No tienes que regresar. Quédate.

Arriba, el eco de la voz de Dominic se detuvo. Todos subieron la mirada al rellano de las escaleras, pero el jefe de mayordomos no apareció. Tras unos segundos, su voz se reanudó, esta vez en un tono más tranquilo.

Los bocadillos estaban listos en una bandeja cuando Dominic por fin se reunió con ellos. Parecía cansado, incluso un poco frustrado, y fue el primero en tomar un bocadillo y quedarse junto a Ian.

—He conseguido al abogado —dijo, antes de engullir el bocadillo en una sola mordida—. Tuve que convencerlo de que se trata de un asunto urgente, y aún así la fecha más temprana en la que puede venir es dentro de tres días.

—¿Cómo es el horario de Fester? —Ian preguntó.

Dominic torció el gesto.

—Por el momento tiene una reunión durante la mañana. Todavía no sabemos qué ocurrirá durante la tarde.

—Podría distraerlo —Henry ofreció. Sus ojos se enfocaron en el suelo, sumidos en concentración—. Estoy seguro de que puedo engañarlo para que se reúna con alguno de sus socios y me lleve con él.

—Basta —Craig dijo—. Si esto se convierte en un problema...

—No lo es —Ian sonrió, apaciguándolos a todos—. Es una especie de travesura. Debes divertirte con ella.

Sus palabras no terminaban de convencer a Craig, pero permitió que los demás discutiesen cuánto querían. Dominic se mantuvo firme en que Craig debía reunirse con el abogado a como diese lugar. Habrían discutido más si no hubiese sido por un sonido de pasos acercándose desde la puerta.

—Georgia —Dominic dijo como en una maldición.

—Yo la distraeré —Ian dijo, y echó a andar hacia el pasillo que conectaba ambas residencias.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora