Intermisión 2: Craig Memphis Toca Fondo (Parte 5)

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Craig se obligó a soportar la tensión en su pecho. Una onda de adrenalina sin usar que bullía en sus venas hacía que sus brazos y piernas ardieran con el deseo de escapar, pero yaciendo en el asiento trasero de la camioneta, sobre la alfombra, apenas podía respirar bien. Craig había intentado mantener los ojos abiertos y clavados en las ventanillas, con la esperanza de ver hacia dónde lo conducían sus captores, pero únicamente logró marearse. Cerró los ojos e intentó utilizar el resto de sus sentidos. El piso del vehículo olía a humo de cigarro, cuero y tierra, y el correr del motor era suave y constante.

De vez en cuando, el tipo de la navaja, ahora al volante, volteaba hacia él. Craig se quedaba quieto, tan quieto como podía. Tenía la sospecha de que el tipo de la cicatriz iba con ellos, aunque no podía verlo, y de ser así sabía que no debía molestarlo. Hizo un esfuerzo para grabar los nombres que había escuchado durante el altercado en su memoria: Riff e Ingram, navaja y cicatriz.

¿Por qué no lo habían matado? ¿Por qué lo habían tomado como rehén? ¿Iban los demás tipos de los maletines en cola tras la camioneta? ¿Hacia dónde? Craig era abrumado por las preguntas, el latir de su corazón se aceleraba, sus manos sudaban y se batía entre la esperanza que había en estar vivo y el terror abismal a lo que le esperaba cuando llegasen a su destino.

El viaje pareció haber durado horas, pero Craig no estaba seguro cuánto tiempo había pasado en realidad. Se preguntó si habían cruzado los puentes. Habría sido una verdadera ironía que una banda de matones y traficantes fuesen quienes lo llevasen al norte de Vertfort por primera vez.

—Hey —la voz con el acento pesado habló de repente, y Craig se estremeció—. Cúbrele los ojos.

La camioneta se detuvo. Craig escuchó al conductor moverse y estuvo consciente de cuán tarde se había hecho cuando la puerta trasera se abrió y fue recibido por el pesado aire cálido del exterior. El tipo corpulento, Riff, se arrodilló sobre el asiento y lo tomó forzosamente del cuello. Una toalla hecha jirones rodeó los ojos de Craig, removiendo la sangre seca y reabriendo rasguños al ser atada con fuerza tras su cabeza.

Cada sonido se amplificó en sus oídos. Craig escuchó al tipo del acento, Ingram, caminando unos pasos más adelante. Riff lo había tomado de las muñecas atadas y lo obligaba a avanzar, a pesar de que el cuerpo de Craig estaba entumecido y le era difícil coordinarse. Bajo sus zapatos escuchaba cada paso limpiamente, y pensó que estaba pisando concreto o asfalto o piedra. Escuchó un tintineo y fue empujado a un piso más regular aún, y golpeado por un soplo de aire acondicionado. Estaba en el interior de un edificio.

—Llévalo a Archivos —Ingram dijo, molesto.

Riff soltó un gruñido y prácticamente arrastró a Craig a través de un tramo de escaleras, hacia un segundo nivel, y luego hasta un tercer nivel. Los labios del chico estaban resecos. Hubo más tintineos, y Craig fue lanzado al suelo. Tosió, intentó moverse, y una bota sobre su nuca lo mantuvo quieto. Sus manos y pies fueron desatados.

Aún inseguro, Craig esperó a que la venda improvisada sobre sus ojos desapareciera también, y las patadas que llovieron sobre sus costados lo tomaron desprevenido. El dolor de hacía un rato despertó de nuevo sobre su piel, y cuando la toalla le fue arrebatada de la cabeza Craig ni siquiera podía pensar en abrir los ojos.

Riff salió de la habitación, dando un portazo tras de sí y corriendo varios cerrojos desde el exterior. Craig tosió, se quejó, y se arrastró sobre el piso de cerámica. Sentía el impacto de la luz sobre sus ojos y el escocer de sus heridas frescas, el palpitar de su corazón al ritmo del dolor pulsante de su cuerpo entero, y optó por no levantarse. Exhausto, más de lo que jamás había estado, se rindió ante la idea de que todo fuese una pesadilla y quedó inconsciente.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora