Intermisión 2: Craig Memphis Toca Fondo (Parte 1)

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—Lo que quiero decir es: al diablo con esos tipos, ¿entiendes? Al diablo con ellos.

Craig asintió lentamente mientras el vaso vacío frente a él era rellenado con licor. El bartender le ofreció una sonrisa de simpatía y continuó llenando el vaso de la mujer sentada junto a él; una tipa alta, fornida, morena y con el largo cabello ondulado cayendo libremente por su espalda. Usaba una camiseta de mangas cortas parecida a la de Craig, vaqueros, y botas viejas. Parecía que ambos habían coordinado el atuendo juntos, y quizá era por eso mismo que la tipa se le había acercado a entablar conversación y beber como si fueran amigos de hacía tiempo.

—Ni siquiera pueden organizarse bien, ¿sabes? Necesitas un cierto número de gente para hacer ciertas actividades, un equipo competente, pero ellos no entienden. Nadan en dinero y lloran por cada dólar que deben gastar para hacer funcionar la empresa. Imbéciles —la tipa continuó murmurando insultos mientras bebía—. ¿Alguna vez has trabajado con alguna de las familias?

—Uh —Craig tomó su trago y lo examinó—. No, nunca. Y por lo que has dicho, no creo que sea buena idea.

La tipa asintió y dio una sonora palmada sobre la barra. —¡Ni se te ocurra! Es una lástima que no puedas ir a ninguna parte sin encontrarte con la mierda que han embarrado en la ciudad. Una desgracia.

Craig asintió de nuevo. La conversación había sido más o menos la misma desde hacía poco más de una hora, cuando la tipa, quien se presentó como "Sherry", entró y se puso cómoda a su lado. Había considerado que quizá querría buscar algo con él, pero no había coqueteado, ni mucho menos insinuado algo semejante. Era una mujer fuerte, de opiniones más fuertes aún, que trabajó por un tiempo como repartidora para los Arkwright. Era una posición al final de la cadena, así que sus relatos no tenían mucha utilidad para los propósitos de Craig, pero no encontró en sí el valor de interrumpirla e irse. A pesar de todo, Sherry le había caído bien, y luego de tanto tiempo en el sur, Craig quería relajarse por lo menos durante un instante.

—¿Y qué tal en tu nuevo trabajo? —preguntó él. Sherry se encogió de hombros.

—Eh, no me puedo quejar. Ya no puedo comer embutidos luego de conducir un camión lleno de jamón semana tras semana, pero no es el fin del mundo —el bartender se le acercó para llenar su vaso de nuevo, y ella lo vació un segundo después. Intentó obligar a Craig a hacer lo mismo, pero él se negó—. ¿Qué? ¿Ya no puedes beber más? Yo te invito, vamos.

—Ah, no. No sería buena idea.

Sherry sonrió. Por un momento, su actitud abierta y personalidad bulliciosa se calmó. Craig se dio cuenta rápidamente que a pesar de todos los tragos, seguía estando muy alerta.

—No, no lo sería. Tienes razón —dijo, y se acercó un poco más a Craig—. ¿Por qué decidiste venir solo a un bar? —preguntó. Craig no desvió la mirada.

—¿Tiene algo de malo?

—Para nada. Yo tampoco tengo acompañante, y no veo problema alguno —Sherry se puso de pie y pagó por los tragos. Craig intentó dividir la cuenta, pero ella se rehusó—. Tengo que irme. ¿Vas a decirme tu nombre antes de que me vaya, o sigue siendo un secreto?

El ex-tutor sonrió. Negó lentamente con la cabeza, y Sherry entendió. La mujer se inclinó sobre la barra y esperó a que el bartender se alejara para atender a otros clientes antes de hablar.

—Una lástima. En todo caso, déjame darte un consejo antes de irme.

—¿Un consejo? —Craig preguntó. La mitad de su mente le decía que debía prepararse en caso de que Sherry resultara ser una amenaza, pero la otra mitad sabía que no tenía malas intenciones.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora