X (Parte 4) - Sobre el Primer Infortunio

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En la tarde previo a la cena de negocios, Vinny estaba rebosando de felicidad. Tenía todo el tiempo del mundo para pasar con sus amigos y, principalmente, para pasar con Scott. Durante todo el almuerzo había hablado con él acerca de las peculiaridades de cada John, y Scott había recibido consejos sobre qué cosas aterraban o fascinaban a cada chico para hacer de su primera reunión lo menos incómodo posible para ambos lados.

Al terminar las clases una buena parte de los estudiantes se había dedicado a prepararse para el juego. Había más personas de lo usual en la escuela, y Scott decidió que sería mejor esperar a Vinny en el techo de los vestidores. Tan pronto Rake estuviese listo Scott estaría cerca y entonces él, Vinny, y los demás John podrían buscar un lugar para sentarse.

Como única condición de Scott Vinny les dijo a los chicos que no se sentarían en los graderíos, como siempre solían hacer. En su lugar, buscaron puestos cerca de la entrada de los equipos al campo, donde había material olvidado que bloqueaba la vista de los demás espectadores pero dejaba ver claramente el jardín derecho del campo, donde Rake jugaba. El lugar fue un cambio de ambiente bien recibido por Bell y Hill, quienes podían hablar sin tener que gritar, y Vinny disfrutaba sentirse libre de miradas curiosas.

Todo había ido más tranquilo de lo esperado. Scott supo que los Tres John, si bien eran unos manojos de nervios al principio, podían ser muy llevaderos luego de un tiempo, y con la incentivación necesaria. Al principio simplemente habían guardado silencio mientras Vinny hablaba y Scott respondía en monosílabos. Cuando el juego empezó y Vinny los interrumpía cada dos minutos para preguntar qué estaba sucediendo, los chicos vieron la manera en que Scott y él se relacionaban. Perdieron un poco más la pena, y eso fue bueno para todos.

Hacia eso de la tercera entrada, Rake empezó a correr mucho más. El juego iba muy parejo y ambos equipos subieron el ritmo para buscar la victoria. Vinny dejó de hacer preguntas y Scott, quien casi nunca asistía a las actividades deportivas de la escuela, se mostró genuinamente atrapado por la dinámica rápida que había surgido casi de la nada.

En una ocasión, Rake iba persiguiendo una bola larga. El jardinero central se le había unido, y ambos corrían hacia las cercas metálicas que delimitaban el campo sin voltear a ellas, totalmente perdidos en la trayectoria de la bola. Vinny se puso de pie junto con los John y observó con detenimiento. Scott mantuvo su euforia un poco más a la raya, pero le fue inevitable sonreír cuando Rake, estirándose como pudo, atrapó la bola. Se incorporó rápidamente y la lanzó con un amplio arco de su brazo hacia la tercera base. Hubo una nube de polvo que envolvió a los jugadores, y segundos después una voz gritó el out para el del equipo visitante.

A partir de la mitad del encuentro todo el mundo se mantuvo de pie. De haber visto al pequeño grupo segregado de los demás, cualquiera habría adivinado que eran unos completos fanáticos del deporte, a pesar de estar ahí apoyando prácticamente a un solo chico. Cuando Rake se percató de la posición de sus amigos, una sonrisa poco característica de él le inundó el rostro de felicidad. Saludó a todos con muchos ánimos, y pareció relajarse un poco más durante el resto del juego, como si un nudo de nervios se hubiese deshecho en su interior.

Mientras los equipos cambiaban de lados, unos para batear y otros para lanzar, Scott cerró los ojos. El sonido de los graderíos le llegaba distante, y le recordaba al murmullo de las personas cuando él estaba en uno de sus escondites. La voz de Vinny se incorporó al aire, y Scott sonrió. Podía identificarla con facilidad, y la alegría del chico era contagiosa. Cuando Scott abrió los ojos de nuevo, vio la manera en que Bell y Hill volteaban hacia Vinny de vez en cuando, como asegurándose que en verdad estuviese tranquilo, disfrutando.

Definitivamente él no era el único; los demás podían verlo. Vinny se presentaba en un principio como una molestia, como alguien que había llegado sin invitación y lograba quedarse por mera terquedad, pero con el pasar del tiempo se hacía difícil no verlo ahí, siempre, insistente. Durante la última semana, a Scott le había parecido que el chico brillaba con la luz de los días de la primavera, donde el color parece ser más vívido y el sonido llega más claro a los oídos.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora