IX (Parte 2) - Sobre la Impaciencia y el Anhelo

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Las cifras eran ridículas. Craig no era exactamente un profesional, pero eso le era más que aparente, y debía ser también aparente para todos los que hubiesen visto el documento. Algo no concordaba, algo andaba mal, y por más que intentara dar con una explicación lógica, las únicas posibilidades que se le ocurrían tenían consecuencias terribles.

Llevaba un buen rato sentado frente al computador, viendo con preocupación las celdas verdes en los archivos que Fester le había enviado apenas la noche anterior. La revisión de los datos podía esperar unos cuantos días hasta que el magnate regresara de sus vacaciones con su esposa, pero el jefe se había mostrado impaciente. El correo de Fester le pedía que encontrara el error y se preparara para solucionarlo. El procedimiento usual era que Craig revisara los datos, observara tendencias, cuadrara cantidades, entre otros detalles. Sin embargo, últimamente, sus intervenciones eran limitadas. Los negocios de Fester Melville andaban demasiado bien. Fue por eso que, más que nunca, el mensaje de Fester le pareció menos una orden y más un reto.

Craig se dedicó a hacer comparaciones e identificó el error al que su jefe hacía referencia de inmediato. Uno de los inversionistas y socios de trabajo estaba claramente preparándose para salir: Derrick Strutt. Esto no era nada nuevo, por supuesto; la débil relación de trabajo se había ido desmoronando poco a poco por las tensiones entre los egos de ambos empresarios. Craig supo de inmediato que el pequeño regalo de mal gusto que Vinny había recibido hacía un tiempo era obra de Strutt, y aunque a Fester esto no le pesara, era un anuncio que decía "pronto dejaremos de vernos". Por más que el tutor desease poder enviar al imbécil de Strutt al demonio, un contrato se lo impedía. Faltaban algunos meses, que entonces le parecieron tortuosamente largos.

Cualquiera de los otros empleados de Fester se habría detenido allí. Sería más fácil limitarse a sonreír, enviar una contestación al jefe y prepararse para la inevitable reunión llena de agresividad verbal que llegaría a su tiempo. Pero Craig no era cualquier persona. Craig no se detuvo. Craig siguió, por horas, luchando por entender cosas que se suponía no debería entender.

Georgia había preguntado si deseaba algo de almuerzo, y el tutor ni siquiera escuchó el llamado. Leyó sin parar hasta que sus ojos ardieron, y tuvo que hacer una pausa para quitarse las gafas y frotarse los párpados con las palmas de las manos.

La primera conclusión a la que llegó: Perder a Strutt no era para nada dañino, por lo menos en ese momento en particular. No solo iban las ventas de Melville Autoparts viento en popa, sino que los inversionistas también aumentaban como nunca. Esto sería bueno si Craig pudiera reconocer los nuevos nombres, pero este no era el caso. Una lista de desconocidos se extendía en los documentos, y el tutor no tenía una sola idea de dónde salían, cómo se atrevían a realizar inversiones tan grandes sin mayor negociación, o en qué momento Fester se había reunido con ellos.

La segunda conclusión: por lo menos la mitad de esos nuevos inversionistas eran personajes de ficción. No era de extrañarse; Craig sabía muy bien que estos falsos inversionistas eran un suceso común en los negocios de Vertfort, pero jamás se imaginó que podrían existir en cantidades semejantes y para cubrir vacíos de dinero tan exorbitantes. En definitiva, Fester no tenía idea de qué era la prudencia.

Aún así, era la última conclusión la que más le preocupaba: Las áreas de Vertfort bajo control de Fester. Comúnmente, la ciudad era dividida en Landvik, Arkwright y Melville. Los primeros dos se movían en las áreas más al sur, y entre ellos sobresalía la fábrica de los Melville. Las ventas de las partes automotrices se movían en el área central, bajo el constante acecho del perímetro por los demás rivales, y esta dinámica había funcionado así desde hacía décadas.

Ahora, los nuevos inversionistas sugerían una expansión. No un simple movimiento, sino la conquista nuevo territorio. Una invasión de los núcleos Landvik y Arkwright. Una jugada de descaro, una clara provocación.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora