Intermisión: Scott Geary, Scott Boone (Parte 3)

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La ausencia de Russell luego de su estadía prolongada en Vertfort forzaron a Scott a madurar. Aprendió que debía prestar más atención a sus alrededores, debía ser fuerte para que Sasha no necesitase protegerlo, debía trazarse metas claras, como las de Russell.

Sin embargo, esa madurez fue también una desventaja. Scott nunca había sido popular, pues su aspecto delicado podía intimidar a los residentes de un lugar como Lower Morland, pero ahora sus compañeros empezaron a ensanchar la distancia que lo separaba de ellos. Aunque Scott seguía siendo un niño, los pasatiempos e intereses de sus contemporáneos no lograban captar su atención, y terminó por convertirse en todo un solitario. Las pocas interacciones que tenía con profesores y uno que otro chico de su escuela eran más que suficiente mientras esperaba al único amigo que Scott creía necesitar: Russell.

Su rutina en casa era similar. Al regresar de la escuela, su madre estaba ya preparándose para ir hacia su trabajo. Scott se quedaba de pie a la puerta del baño para escuchar sus comentarios sobre el trabajo y verla mientras peinaba su largo cabello dorado frente al espejo. Se despedía de ella en el recibidor y asumía la tarea de cuidar la casa con mucha seriedad, orgulloso del hecho de que su madre confiara en él. Sin darse cuenta de la soledad de una casa vacía, Scott encontraba razones para estar feliz por su cuenta.

Cuando Russell regresó a Vertfort un par de meses después, Sasha estaba ya establecida en su trabajo, y Scott había aprendido a reconocer el desinterés de su padre. Enfocar su atención en la escuela evitaba que lo afectara, pero Russell no se sentía del todo tranquilo. Sasha, ocupada como estaba entonces, apenas le ofrecía oportunidades a Douglas para empezar discusiones, y esto se notaba en la libertad con la que lograba sonreír.

Luego del regreso de Russell, las cosas fueron de maravilla. Una vez más, sus amigos tenían un empleo prácticamente asegurado para él, su superintendente había mantenido su apartamento desocupado, y no tardó en recuperar su estabilidad económica. Junto con Sasha, ambos se ocuparon de que a Scott no le faltase nada. Pasaron los meses, y Russell estaba ya planeando un nuevo viaje cuando Scott cumplió once años.

A pesar de que Sasha deseara decirle que no se marchara, ella y su hijo sabían que Russell no le diría que no a una nueva oportunidad. Su destino seguía siendo América del Sur, donde había hecho algunos amigos que lo invitaron a regresar. Podría adentrarse más en algunas ciudades que le habían llamado la atención, y, por sobre todo, podría seguir trabajando.

Fue durante ese viaje que Russell se percató de que algo andaba mal. Nunca había llevado un estilo de vida sedentario, pero cada día en el ajetreo del extranjero le resultaba más exhaustivo que el anterior. Una buena parte de sus actividades involucraban caminatas, escalar montañas, visitar reservas e incluso involucrarse medianamente en un círculo de teatro. Siempre estaba cansado, y siempre luchaba por esconderlo.

Sasha recibió las noticias de su regreso adelantado a Vertfort con una mezcla de felicidad y sorpresa. No esperaban a Russell hasta dos semanas después. Cualquier intento de Sasha para averiguar a qué se debía el cambio de planes resultó en excusas, y Russell insistió en que simplemente fue invadido por la nostalgia. Decía que extrañaba a su sobrino, y aunque esto no era mentira, no era tampoco la verdadera razón.

Su primera preocupación fue recuperar su trabajo. Le tomó una semana contactar a su viejo jefe, y dos semanas después se dio cuenta de que varios de sus amigos empezaban a marcharse de la ciudad. Había llegado a Lower Morland el rumor de dos bandos que estaban en conflicto, los simpatizantes de dos grandes empresas, Arkwright y Landvik. Aunque le recomendaban que buscara una manera de irse antes que el conflicto hiciera al barrio aún más peligroso de lo que ya era, Russell ni siquiera consideró la opción. A Sasha no le iba tan bien como para pensar en dejarlo todo atrás, y si no se la llevaba a ella y Scott, no podía irse.

Escrito en el AsfaltoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora